Este domingo 16 de febrero se efectuó en el boulevard Panamá Pacífico el XXV Festival de Cometas y Panderos, organizado por Aprochipa.
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- 13/02/2025 00:00
- 12/02/2025 17:43
Pese a cualquier pronóstico, The Wild Robot logró llevarse nueve premios en la 52.ª edición anual de los Annie Awards, uno de los más prestigiosos en el medio de la animación mundial, que se celebró el 8 de febrero en el Royce Hall de la UCLA. La aventura de supervivencia de robots de DreamWorks se llevó el premio a la Mejor Película junto con casi todas las demás categorías (pese a que no fue nominada a Mejor Guion ni a Mejor Storyboard), dando de qué hablar sobre la importancia que la animación aún sostiene en el arte del storytelling en el cine.
La cinta, derivada del libro homónimo de Peter Brown y dirigida por Chris Sanders (How to Train Your Dragon, The Croods, Lilo & Stitch), se asomó como una cinta infantil y familiar más, pero al profundizar en ella nos damos cuenta de que va más allá de una historia tradicional, sino que hurga en las emociones más profundas humanas y las presenta a través de una robot creada para obedecer a quienes la abandonaron. En la premiación logró Mejor Dirección para Chris Sanders, Mejor Diseño de Producción, Mejor Diseño de Personajes, Mejor Animación de Personajes, Mejores Efectos Especiales, Mejor Música (el compositor nominado al Óscar, Kris Bowers), Mejor Actuación de Voz (Lupita Nyong’o como Roz) y Mejor Editorial.
Superando a las últimas entregas de Walt Disney Animation Studios y Pixar Animation Studios, Moana 2 e IntensaMente 2, The Wild Robot de Dreamworks Animation Studios da apertura a entender la evolución del cine de animación más allá de una fórmula fantasiosa y emocional, si no brindando elementos de la vida real en conexiones maduras que tanto niños como adultos pueden disfrutar en sus distintos niveles de entendimiento socioemocional.
Brown y Sanders dejan un rastro de narrativa profunda junto con una animación estilizada, definida por los rasgos de lápices de colores, crayones e implementación de modelos 2D y 3D en los personajes y sus fondos de naturaleza, metal o agua. Uno pensaría que la estética cruda y minimalista de la película no sería una receta para provocar reacciones emocionales intensas en los espectadores, pero ese no es el caso.
Con una historia que es tanto ingeniosa como emotiva, se centra en Rozzum 7134, también conocida como Roz, un robot que naufraga con un cargamento durante un tifón en una isla habitada sólo por animales, sin humanos. Esto causa que Roz no tenga idea de cómo interactuar con ellos, ya que nunca antes había visto a ninguna de estas criaturas. Aún así, con tendencias robóticas notablemente en sintonía con el comportamiento rutinario de muchas criaturas, esta resulta ser una situación ideal para que Roz prospere; sus primeros intentos son cómicos y con el movimiento natural y un poco torpe de su forma robot logra conectar con la audiencia de forma orgánica.
Luego, con el descubrimiento de un huevo sin eclosionar (su primera conexión imprevista y de mayor profundidad) de un pequeño ganso al que llama Brightbill (Kit Connor), Roz se da cuenta de que es accidentalmente la causa de la muerte de su familia, por lo que compensa esto al criar a Brightbill como la madre adoptiva más improbable, pero no sin ayuda de un zorro enérgico y luchador llamado Fink (Pedro Pascal) en sus aventuras, manteniendo al ganso a salvo de todos los depredadores inherentes que acechan dentro y fuera del océano y la isla.
Es una clase magistral de animación al encontrarnos con escenas plasmadas con su propio movimiento en cada toma, puesto que Brightbill es enseñado a volar utilizando el conocimiento de inteligencia artificial de Roz, pero sin nunca haber convivido con otros de su propia especie. Es en estos aspectos en el que vemos a Roz correr con brazos extendidos detrás de su hijo adoptivo que intenta desesperadamente mantenerse en el aire, que algo en el brillo azul de los ojos robóticos –y sin mencionar palabra alguna– nos hace sentir el orgullo, miedo y amor que Roz irradia por su pequeño ganso.
Pareciera que en cada escena, Sanders se enfoca en lograr una mirada distinta, cargada de emociones y comedia, tal como en su cinta Lilo y Stitch (2002) en donde con pinceladas de acuarela se acentuaban los fondos tras el dibujo 2D de los personajes. Asimismo, el equipo de animación de The Wild Robot se dedicó a convertirse en pintores dentro de un espacio tridimensional para obtener lo mejor de ambos mundos: belleza orgánica y movimiento dinámico de la cámara. Armados con nueva tecnología, DreamWorks pintó a mano todos los entornos, con pinceladas que daban la ilusión de geometría y detalle. También aplicaron texturas y sombreadores 2D a Roz y a los animales con la misma técnica de pinceladas.
El cine de animación ha creado una paleta de herramientas tecnológicas que hacen posible encontrarnos en el espacio, en un bosque, volando por encima de un volcán dormido o cayendo a cien metros desde un acantilado y sentir la adrenalina en nuestros cuerpos al estar frente a una pantalla, porque la vitalidad y la emoción que se encuentran en los bocetos conceptuales son aquellas que se deben plasmar en el producto final. Sin embargo, a menudo parecen diluidas y disminuidas cuando se transforman en una animación CGI fotorrealista en comparación.
Esto es lo que Sanders logra traer con inspiración de las novelas de Brown, demostrando lo que otras casas productoras han dejado de lado en la última década: la animación no necesita verse 100 % real para ser realista.
Es necesario observar el arte conceptual de éxitos como Cómo entrenar a tu dragón, Encanto, El niño y la garza o Atlantis para encontrar los aspectos en los que una visión realista (y no simplemente copiada del realismo natural) supera las expectativas y nos permite entrar en una realidad distinta, donde hay similitudes con nuestro mundo, pero tantas diferencias palpables con las que descubrimos la imaginación sin límites.
Así expresó Sanders a la revista digital especializada IndieWire sobre su proceso creativo de animación: “DreamWorks había logrado estos maravillosos avances en la creación de mundos ilustrados nuevamente, y le pedí al diseñador de producción, Raymond Zibach que fuéramos lo más lejos posible, a un mundo que se sintiera como esos mundos suaves pintados que nos inspiraron a entrar en la animación en primer lugar”.
Fue con un lápiz en lugar de un pincel, la forma en la que Sanders y Zibach (Kung Fu Panda) encontraron la forma de dar entrada a un robot CG entrando en un mundo pintado a mano. Una de las partes emocionantes a lo largo de la historia, y que fue algo que fue muy importante en el libro de Brown, es que cuanto más tiempo pasa Roz en la naturaleza, más cambia su superficie. Se le hacen abolladuras y rasguños, y le crecen moho, hongos y pequeños musgos sobre ella. Muy rápidamente también se convierte en una superficie pintada a mano, hasta que pertenece a la naturaleza con los animales con quienes convive.
Según reportes de Dreamworks, hubo más de 30 versiones diferentes de Roz durante su lenta transformación pintada a mano (solo su introducción a la isla es completamente generada por computadora), y los entornos se crearon en capas, divididos por perspectivas cercanas, medias y profundas. A diferencia de la novela, Roz no tiene boca. Tiene lentes de cámara de última generación en lugar de ojos con datos en ejecución que insinúan el procesamiento de pensamientos y luces LED brillantes que recorren las grietas de su cabeza y la parte superior del cuerpo que pulsan y cambian de color para enfatizar las emociones.
Ziback trabajó junto a Baptiste Van Opstal, jefe de apariencia en la cinta, quien revisó las pinturas conceptuales y ayudó a determinar cómo funcionarán los recursos en CGI. El supervisor de efectos visuales Jeff Budsberg ha comentado que el verdadero objetivo del estilo de animación de la cinta era volver a la era dorada de la animación de Disney de los años 1950, especialmente enfocado en La bella durmiente. Mientras que su trabajo en The Bad Guys fue más un homenaje a la ilustración y los cómics, y en El gato con botas su inspiración fue completamente los cuentos de hadas, por lo que tenía muchísimos detalles muy ornamentados y elaborados.
Por esto, The Wild Robot es deliberadamente menos “real” (en el sentido comparativo) y menos “detallada” (en el sentido técnico) que cualquier otra película animada de los últimos años. Para su creación se aplicaron pinceladas a los animales (incluido Brightbill Gosling y Fink, el zorro) y a los entornos con diferencias incrementales en la distancia.
Esto se logró con herramientas nuevas y mejoradas para la pintura, la iluminación y la renderización basada en la física en el programa propietario Moonray. El avance elemental fue la creación de transparencias con pincel en las superficies de los personajes y en las pinturas con acabado mate digital debido a los aspectos orgánicos. Además, DreamWorks introdujo una estética pictórica en la composición, que era más eficaz que esperar hasta la renderización.
Dado a todos los finos detalles de la cinta, Sanders ha logrado presentar un caso fuerte para mantener al medio de la animación en el plato fuerte del cine. Más allá de verse “bonito”, cada artista entregó una escena cautivante tras otra. Al final, aunque Roz no puede llorar, pero no significa que no hayamos derramado una lágrima por ella al entender sin expresiones faciales humanas el dolor de una separación natural. Finalmente, Sanders nos logra comunicar que la animación está escapando de la atracción gravitatoria del planeta CG y somos libres de maniobrar hacia un arte más emocional que puramente visual.