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- 25/04/2024 00:00
- 24/04/2024 15:44
En una época en la que cada nuevo blockbuster compite por ser el más denso y dramático, con profundos mundos como en Dune 2 o Avatar: El camino del agua, y con personajes que tratan arduamente de ser interesantes –apelando al “lado humano” y emotivo–, el director de cintas como John Wick (2014) y Tren bala (2019), David Leitch, hace un homenaje a los dobles de riesgo y al cine que se enfocaba en entretener y divertir.
En Profesión peligro (‘The Fall Guy’, por su título original en inglés), Leitch hace un homenaje a los dobles de riesgo que han hecho de tantas películas éxitos en taquilla y parte de la memoria colectiva mundial. También son aquellos que toman los golpes directos y reducen la necesidad de CGI en cintas de acción. “Somos los que podemos tomar el golpe en la quijada, y nos pagan por eso”, comenta el doble protagonista Colt Seavers.
Basada en la serie homónima de 1981 –creada por Glen A. Larson–, la cinta busca transmitir la esencia de la necesidad de los dobles de riesgo en un plató, enfocándose en la vida del doble Colt Seavers (Ryan Gosling), quien luego de una caída fatídica se aleja de Hollywood y de su novia Jody Moreno (Emily Blunt), dejándose hundir por su orgullo herido y la sensación de no ser lo suficientemente bueno para el trabajo.
Tras un año de pasar desapercibido, Seavers es llamado nuevamente para trabajar en el debut directoral de Jody, quien aún no ha sanado de la desaparición de Seavers y la forma en que su relación acabó. Mediante uso de explosivos y fuego, Jody se encarga de hacer catarsis de sus emociones y hacer pagar a Seavers un poco, demostrando la poca privacidad que puede haber en un set de una película, pero también sacándonos una buena cantidad de carcajadas ante la química entre la directora y el doble.
En su pico durante el primer acto, la película trae nuevamente una fórmula de comedia romántica, de esas ligeras y con personalidad propia que se hicieron notar en la década de 2000 a 2010, donde hay una pareja que se conoce por casualidad, cuya química es innegable y que obviamente estará junta al final, solo hace falta ver el cómo.
Gosling, en su reciente personalidad como popstar tras el éxito de Barbie, empapa al nuevo Colt Seavers de un carisma desbordante, brindando una de esas actuaciones ampliamente magnéticas que lo hicieron tan agradable en películas como The Nice Guys, pero también apoyándose en algunas dotes e intensidad de actuación que deberían recordar a los fanáticos su papel icónico en Drive, e incluso un poco de su encanto y espontaneidad como en The Notebook.
Blunt destaca como Jody, una operadora de cámara convertida en directora que busca hacer realidad sus sueños de estrenar un hit de taquilla, pero lidia con sus emociones reprimidas por Seavers y con los contratiempos que aparecen minuto a minuto en su set. Blunt abraza a Jody con la misma ingenuidad y determinación como en Jungle Cruise, pero sin dejar de lado su liderazgo y personalidad fuerte destacada en A Quiet Place.
Pese a ser dejada en un segundo plano para el tercer acto, su actuación es prolija y auténtica, marcando su relación con Seavers de forma única y que nos hacen estar de su lado deseando que logren ir a la playa, disfruten unas margaritas picantes y tomen malas decisiones en nombre del amor.
Pero todo se entrecruza durante el segundo acto, en el que Leitch junto al guionista Drew Pearce se encargan de integrar el misterio y la acción desenfrenada cuando nos enteramos de que el actor al que Seavers reemplaza, Tom Ryder (Aaron Taylor-Johnson), se encuentra desaparecido.
De repente, Seavers es convertido en un pseudoagente bajo la petición de la productora Gail (Hannah Waddingham). Su misión es encontrar a Ryder y traerlo de vuelta al plató para terminar la película. Sencillo, ¿no?
Envuelto en luces neones, alucinaciones inducidas por sustancias y persecuciones dentro de un camión de basura a través de la ciudad de Sídney, encontrar a Ryder lleva a Seavers a conocer un plan oscuro y demente que amenaza con su vida y la de Jody, también con su película.
Taylor-Johnson ataca al personaje de Ryder con la confianza y arrogancia que necesita para lograr ser insoportable y rayar en lo burlón, también con la energía que parece decir: “soy dueño de todo y de todos”.
Un tema de The Fall Guy es cómo los especialistas tienen que poner su vida en riesgo, evitar por poco lastimarse y, con suerte, levantar el pulgar como señal de que están bien. “Hay una razón por la que no ves a un doble con el pulgar hacia abajo”, comenta Seavers, “si es así, no están haciendo el trabajo bien”.
La acción se complementa bien con los diferentes subtemas dentro de la trama, puesto que aunque Colt busca alejarse de los problemas, The Fall Guy necesita de esas peleas riesgosas y fantásticas en las que la mitad de una ciudad queda destruida y aún así nos reímos como espectadores.
La cinta no se toma a sí misma totalmente en serio, ya que sabe cuándo integrar comedia e ironía y cuándo es momento de volcar el corazón en diálogo, acompañado por covers de artistas como Taylor Swift, KISS, Bon Jovi y Journey, los cuales dan mayor realce a los personajes; el compositor Dominic Lewis (The King’s Men; Bullet Train) logra capturar los matices de cada escena y agrega momentos que solo se vuelven épicos a través de su musicalización.
Leitch logra llenar dos horas de película con una trama que contiene romance, comedia, acción y un homenaje a los héroes no reconocidos de Hollywood, quizá con algunos baches en su historia y escenas que pasan muy deprisa como para apreciarlas mejor, pero con una calidad que nos recuerda a aquellas franquicias que los críticos muelen a palos, pero que las audiencias adoran, y quizá The Fall Guy sea una para las generaciones.