Uno que es el grupo de Bohuslan Big Band fue en el Centro de Convenciones de Ciudad del Saber
En la plaza toca:
Porque Puma Zumix Grupo juvenil que interpreta...
Una enorme puerta roja abre paso al estudio de una de las artistas más reconocidas de Panamá. Olga Sinclair recibe al equipo de La Estrella de Panamá en su espacio de trabajo. Las obras están por todas partes, hay pinceles, pinturas, crayones, papel...
La conversación es con el propósito de invitar al taller ‘Pintemos el medio ambiente con la Fundación Olga Sinclair’. Aprovechamos para conocerla más como artista y como persona. Responde ante los señalamientos de ‘clasismo’ de aquella vez que habló sobre el reggaeton.
En esta tertulia, también dejó claro que Panamá tiene que invertir mucho más en educación y en cultura. “Estoy feliz porque ya tenemos dos administraciones con un Ministerio de Cultura y estoy feliz porque tenemos la Ciudad de las Artes. Además, Maruja Herrera (Ministra de Cultura) me encanta porque es un artista, tiene sensibilidad, hay que buscar personas con esa virtud creo que en ese aspecto vamos bien”.
Sobre el taller ‘Pintemos el medio ambiente’, Sinclair explicó que se llevará a cabo el domingo 19 de enero de 2025 en el emblemático Paseo del Prado, frente a las escalinatas del edificio de la Administración del Canal de Panamá. Desde las 7:00a.m, será completamente gratis. En el lugar se les facilita los materiales y refrigerios a los asistentes.
Es una pregunta que me encanta que me hagan porque muchas personas solamente se inclinan a preguntarme acerca de la herencia de mi padre Alfredo Sinclair, el gran maestro, pero soy de las personas que ha heredado un 50% de uno y un 50% del otro. De mi papá todo el talento, la pasión por la pintura, el encontrar la belleza pura en el ambiente que nos rodea, en las obras de arte, cómo observar los objetos para poder sacar inspiración, viendo desde la perspectiva del artista.
Mi madre, que amo profundamente su memoria, era la organizadora del hogar. Era la persona visionaria del hogar. Era la persona empresaria que le enseñó a mi padre que no debía estar regalando sus cuadros porque si no nadie lo iba a valorar. He heredado eso porque a pesar que soy muy artista, también puedo valorar mi obra, saber venderla y resguardarla.
Era el concurso de arte Currículum Cero de Panamá y mi papá, en el año 1969, se había ganado el primero con la obra ‘Bestia Negra’. Toda la familia lo celebró, pero ya desde hacía tiempo yo había comenzado a pintar en el estudio de mi papá, dando mis primeros pasos.
Tenía 12 o 13 años cuando, después de salir del colegio José Antonio Remón Cantera, llegaba a casa y me dedicaba a pintar. A los 14 años se anunció nuevamente la convocatoria del concurso, decidí que quería enviar un cuadro, un paisaje.
Mi cuadro fue seleccionado entre los 80 finalistas. Recuerdo que el día de la inauguración no tuve tiempo de ir a casa a cambiarme. Mi hermano fue a buscarme, y nos fuimos en un taxi directamente al evento. Llegué con mi uniforme de secundaria. Allí estaba mi cuadro colgado, rodeado de muchas obras de excelentes maestros. Me sentí profundamente honrada y muy feliz de estar en esa selección.
Siempre supe que seguiría los pasos de mi papá, porque empecé a pintar en su estudio desde que era casi una bebé, es decir, a los tres o cuatro años. Recuerdo que, cuando tenía cuatro años, algo quedó grabado en mi memoria como si hubiera sucedido ayer.
Una noche, me mandaron a dormir, y estábamos ya acostados, pero me desperté con unas ganas enormes de pintar. Tomé mis crayolas y empecé a dibujar toda la ciudad de Panamá en la pared de mi cuarto.
Al día siguiente, cuando despertamos, me regañaron fuertemente. Me dijeron: “Te mandamos a dormir, ¡y mira lo que has hecho! Has dañado la pared, la has rayado toda”. Sin embargo, a la vez, mi papá entendía que eso era una pasión, una de esas pasiones que no se pueden ignorar en la vida cuando las llevas dentro. Y tenía razón.
Al principio fue algo inesperado. El primer taller que realicé fue gracias a una coincidencia: estaba en un almuerzo con quien hoy es el Ministro de Medio Ambiente, Juan Carlos Navarro, que en esa época era alcalde. En ese almuerzo, una señora me preguntó: “¿Usted no da clases a los niños?”. Respondí que no, porque imaginaba que tener niños en mi estudio sería un caos. Dije: “Prefiero pintar una vez al año con 5,000 niños en un parque”. Gracias a esa idea, más adelante logré ganar un récord Guinness.
Esto surge porque realmente siento que Panamá es un país riquísimo en diversidad ecológica. Tenemos más aves y mariposas que toda Norteamérica, y somos uno de los tres países del mundo con carbono cero. Eso es algo muy importante, pero creo que no le hemos dado toda la atención y relevancia que merece.
Hay que reconocer que el mundo está cambiando. Este mes he llorado mucho viendo las inundaciones en Valencia, Cataluña, Boquete, y otros pueblos en zonas vulnerables. No solo aquí, sino en todas partes del mundo. Atenas y el Sahara están nevando, al igual que lugares como Brasil y Ecuador. Es alarmante ver cómo estamos acabando con el planeta.
Siento que tenemos una gran responsabilidad en la educación. Debemos enseñar a los niños desde pequeños a cuidar el ambiente, a reciclar, y a ser respetuosos con la naturaleza. Es increíble que todavía haya personas que tiren basura en las calles. Esa basura termina en los ríos, los tapa, y finalmente llega a la Bahía de Panamá.
La verdad es que a veces no lo sé, porque soy bastante aérea. Tengo que reconocer que soy una persona con mil ideas, y aunque no todas se quedan en ideas, muchas las llevo a cabo o las plasmo en mi obra. Cuando estoy con mi equipo de la Fundación, siempre estoy soñando, diciendo cosas, compartiendo ideas. Recuerdo que mi papá siempre me decía: “Sueña en grande, porque el hombre que sueña en grande logrará grandes resultados. En cambio, el que sueña en pequeño tendrá resultados que no impactarán a nadie. No podrás educar o inspirar con sueños pequeños”.
A todo lo que he logrado, lo miro con gratitud y humildad, porque, de lo contrario, me volvería una persona vanidosa, y eso no va conmigo. Soy una mujer que ama a Dios y a la Virgen María con toda la fuerza de mi corazón. La humildad de Jesús, esa enseñanza de poner la otra mejilla, de perdonar y su ejemplo de dar tanto amor y hasta su vida por amor, me han marcado profundamente desde niña.
Me encantaría que Panamá sea conocido por su riqueza cultural, por la diversidad de su gente y porque aquí los niños cuidan el medio ambiente. Imagino un Panamá reconocido como un país culto, donde los niños son ejemplares: saben recitar, tocan el violín, quieren pintar y desarrollarse en las artes.
Me gustaría que el mundo vea que los niños panameños no son vulgares, sino respetuosos de los mayores y conscientes de su entorno. Sin embargo, hay que reconocer que el mundo entero, está enfrentando una degradación moral y cultural. Muchas expresiones artísticas han perdido su esencia, y en su lugar, proliferan movimientos vulgares que afectan a los niños. Me duele profundamente que las letras, los bailes y los mensajes de ciertas canciones inciten a comportamientos que terminan en tragedias, como el embarazo adolescente o la violencia. Esto es algo que sueño con erradicar.
Con una pincelada de arte, con un pincel en la mano de un niño, podemos cambiar su destino. Ese pincel puede evitar que esa misma mano, algún día, sostenga una pistola. El arte tiene el poder de transformar vidas.