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- 01/11/2024 00:00
- 31/10/2024 18:45
El #MeeToo que en el último tiempo ha destapado varios casos de violencia machista en la industria musical “es bueno”, dice a EFE la cantante chilena Mon Laferte, quien reconoce, sin embargo, no estar “tan de acuerdo con la cacería mediática que se convierte en un apedreamiento”.
Feminista alejada de dogmatismos, Laferte (Viña del Mar, 1983) alerta de los riesgos de los “señalamientos” públicos: “Exponer tanto en las redes puede llegar a ser muy peligroso”, apunta en una entrevista desde el centro cultural Matucana 100, donde acaba de inaugurar su exposición “Autopoiética”, titulada igual que su último disco.
La intérprete, que fue víctima de “abuso” en su infancia y adolescencia, empatiza con las mujeres que sufren violencia machista y opina que “lo primero es decir al abusador que deje de abusar” y luego “invitar a la mujer a exponerlo”, aunque –recalca– “es muy difícil porque siempre existe la culpabilidad”.
“Hasta hoy me cuesta hablar del tema porque siento que tal vez, siendo una niña, hice algún gesto que le dio un mensaje al abusador para que abusara de mí”, se sincera. Y añade: “Todavía existe esa idea totalmente irracional en mi cabeza”.
La historia personal de Mon Laferte atraviesa toda su exposición. Con extrema versatilidad –combina pintura, instalaciones, obras audiovisuales, esculturas y performance–, invita a “cuestionar los estereotipos y formas de vida que imponen discursos de culpa y violencia”.
Dice que el peso de las etiquetas le cayó cuando empezó a componer sus propias canciones, pero, a la vez, quiso apostar por “el personaje del tacón, el labio rojo y la pestaña larga”, dos facetas que en ese momento no iban de la mano.
“El mundo todavía no estaba preparado para eso: o eras la cantautora con guitarra o eras la mujer superficial sin sustancia ni talento”, resume la artista, que acumula múltiples premios internacionales, entre ellos cuatro Latin Grammy.
Tras “haber roto con eso” hace casi una década, ya cumplidos los 40 sintió una necesidad de “autorrepararse” y “trabajar la autopoiesis” en una exposición que “en el camino se convirtió en un proyecto colectivo” que interpela, en especial, a las mujeres.
“Me di cuenta de que todas nos parecemos muchísimo en el sentir, en la culpabilidad y que todas necesitamos la sanación profunda, sin importar si tienes 15 u 80 años”, dice.
Criada en un entorno totalmente femenino por su madre, hermana y abuela, uno de sus referentes musicales, las mujeres han sido, para Laferte, una prolífica “fuente de inspiración” en toda su carrera artística.
Desde la sala llamada Mujeres, un espacio concebido como “un útero” donde la artista recrea un parto, entre otras escenas, dice que “no le molesta” que le pregunten por la maternidad porque “cambió su vida por completo”.
“Ser madre fue descubrir mi lado más animal y eso también está muy presente [en mi obra]”, expresa.
Los cuidados de su hijo de casi tres años están a cargo de su marido: “Dejó de trabajar para cuidar mientras trabajo yo”, un avance que observa más en las nuevas generaciones porque, dice, “antes eso era mucho más difícil de encontrar”.
“Tengo una familia más deconstruida: el papá se queda en la casa y lava los platos mientras la mamá se va de gira, y está todo bien”, añade.
Para ella, el movimiento feminista y la inteligencia artificial son “las dos grandes revoluciones” del mundo de hoy y, aunque reconoce que “queda mucho” por avanzar, se muestra optimista: “Hay un cambio global que ha sido lento, pero soy positiva porque hay un pequeño camino que se está forjando”.