Lo más (y algo menos) memorable del arte en 2024

Actualizado
  • 29/12/2024 00:00
Creado
  • 28/12/2024 17:17
En este repaso del arte y la cultura creativa, tanto a nivel local como internacional, se destaca y reflexiona sobre algunos de los eventos que, para bien o para mal, dejaron su huella

Llega un día en diciembre que toca revisar las imágenes de los momentos artísticos más destacados del año, uno por uno, dulce y crudamente. Lo que muestran es una fascinante, compleja e inesperada historia del arte y la gente. De sus altibajos, crisis y aspiraciones. Es una historia que no engaña, porque se puede alterar el algoritmo en las redes o pretender salvar al mundo con una exposición, pero la obra de arte habla por sí misma. En este resumen sobre el arte y la cultura creativa a nivel local e internacional en 2024 queremos recordar y comentar algunos de los eventos que marcaron, para bien o para mal, esta historia. Nuestra historia.

El pequeño gran pabellón en Venecia

Uno de los mayores triunfos y sorpresas del arte panameño en 2024 fue la inesperada noticia de que nuestro país tendría su primer pabellón nacional en la 60 Biennale di Venezia, cuyo curador general fue el brasileño Adriano Pedrosa. Tal logro puede adjudicarse casi por entero a la directora del Museo del Canal interoceánico, Ana Elizabeth González, quien invitó a Mónica Kupfer, Luz Bonadies y Mariana Núñez a integrar el equipo curatorial junto con ella. La exposición del pabellón tuvo como título “Surcos: en el cuerpo y en la tierra”, y tocó el tema de la actual crisis migratoria; en especial, el flujo masivo de migrantes a través del tapón del Darién. Las curadoras eligieron a dos artistas de larga trayectoria, Isabel De Obaldía y Brooke Alfaro, y a dos más jóvenes, Giana De Dier y Cisco Merel.

El pabellón mostró un montaje digno, sencillo y más bien tradicional, tomando en cuenta que en Venecia se presentan las propuestas curatoriales más arriesgadas del arte global. Philippe Dagen, corresponsal de Le Monde, el conocido diario francés, diagnosticó que la enorme “instalación pictórica, escultórica y sonora” de Isabel De Obaldía fue “la obra principal del pabellón” y “una de las más potentes y evocadoras de la Biennale”. Por su parte, en la reseña escrita para la respetada revista de arte latinoamericano Artishock, el crítico y curador español Juan José Santos afirma que el pabellón resultó ser “una exposición colectiva irregular e inoperativa, que incluso, en algunas de las obras presentadas, cae en un nuevo caso de frivolización de un drama humano desde el arte contemporáneo”.

Panamá también se vio representada por otros artistas. José Antonio Guzmán (junto a Iva Jankovick) participó en el pabellón central de la bienal con una instalación de textiles y una serie de performances. Oswaldo “Achu” De León Kantule y Humberto Vélez expusieron pinturas y filmes en super 8, respectivamente, en una muestra internacional en el pabellón boliviano (que en realidad era el Pabellón de Rusia, país que por segunda vez se abstuvo de participar debido a su guerra con Ucrania) en Los Giardini, la sede principal de la bienal. Esperemos que, para la próxima edición de la Bienal de Venecia, en 2026, el Ministerio de Cultura y la Cancillería asignen un presupuesto digno y lancen una convocatoria nacional a cargo de un comité de expertos independientes, como es la costumbre en otros países, para que curadores y artistas presenten sus propuestas. Es crucial blindar la representación del pabellón contra galerías, grupos o individuos que busquen imponer sus agendas comerciales más allá de la estricta calidad de las obras y del concepto curatorial.

¡Se han lucido Los Carbonell!

Uno de los mayores cambios en el panorama del arte local es la reciente apertura de Espacio Arte, sede de la Fundación Los Carbonell: un flamante centro expositivo con tres amplios niveles en pleno barrio de San Francisco. En pocos años, NG Art Gallery, el nombre con que comenzó este proyecto, se ha posicionado como el agente privado más influyente en el arte de Panamá después del Museo de Arte Contemporáneo – MAC Panamá (que tampoco pertenece al Estado, sino que es una entidad civil sin fines de lucro), institución con la que los Carbonell vienen realizando proyectos en conjunto y patrocinando exposiciones.

La Fundación Los Carbonell, de carácter familiar, está encabezada por Nivaldo Carbonell, doctor en química y empresario cubano residente en Panamá. Su hija, la curadora e historiadora del arte Gabriela Carbonell dirige Espacio Arte y ha venido desarrollado un estupendo programa educativo y gratuito de visitas, charlas, talleres e incluso exposiciones de estudiantes de escuelas (como la Academia Interamericana de Panamá) y universidades públicas y privadas.

Espacio Arte abrió con cuatro muestras. En la planta baja, donde se ubica la galería comercial, se presentaron dos exposiciones cuyas obras estaban a la venta. “Siempre el mar”, de Enrique Martínez Celaya, prolífico artista de origen cubano y residente en Los Ángeles, quien presentó pinturas, textos poéticos y obras tridimensionales cargados de una febril añoranza. “Puntos de resistencia”, en esta misma planta, estuvo compuesta de obras de artistas cubanos, panameños y latinoamericanos que integran la nómina de NG Art Gallery. En toda la primera planta todavía puede (y debe) verse “Raíces”, una formidable selección de pinturas, esculturas y textiles del proteico artista chiricano Guillermo Trujillo (1927-2018), a cargo de Mónica Kupfer y Nancy Calvo.

En la segunda planta también sigue abierta otra extraordinaria exposición: “Complemento circunstancial”, con obras de artistas panameños y cubanos que forman parte de la colección de Nivaldo Carbonell. Ambas exposiciones –acorde con la misión educativa que se ha trazado la institución– se beneficiarían de breves textos, a manera de guías, para no dejar las obras y la curaduría huérfanas de contexto. Si bien, como dije arriba, la obra de arte habla por sí misma, es preciso ayudar al visitante a entender lo que dice y cómo dialoga con aquellas que la rodean.

Historia de dos museos

Hace unas semanas, Antonio Murzi, presidente de la junta directiva del MAC Panamá, anunció en televisión que el museo construirá una nueva sede en el céntrico barrio de San Francisco. Un anuncio audaz en términos económicos, pues mucho se ha hablado de que es mejor renovar las instalaciones actuales en Ancón, un edificio histórico ubicado justo en la frontera de la antigua Zona del Canal. ¿Será que la inesperada gestión del pabellón de Panamá en Venecia por el Museo Interoceánico del Canal y la apertura del magnífico edificio que acoge las salas de Espacio Arte lo motivaron a lanzar el anuncio por todo lo alto este año? Lo cierto es que con este ambicioso proyecto, el MAC deja claro que pretende mantenerse a la cabeza de las artes visuales del país y más allá, marcando también su impronta en América Latina.

En 2024, el MAC continuó con varios de sus programas públicos y educativos. Resalta siempre el Laboratorio Gráfico Julio Zachrisson, el único taller experimental de grabado del país, impartido por el artista y educador Rafael Martín. También se publicó el libro 60+1: El pequeño gran museo de Ancón, que conmemora la “mayoría de edad” del MAC con documentación de la exposición paralela que incluyó numerosas obras de la colección, una enorme línea del tiempo, e instalaciones y performances hechas especialmente para la ocasión por Alfredo Martiz, Humberto Vélez, Naufus Ramírez-Figueroa y Mac Vives. El libro incluyó textos de Juan Canela, Adrienne Samos, Mónica Kupfer, José Roca y Suset Sánchez, y entrevistas a Graciela Quelquejeu, Coqui Calderón y Walo Araújo, entre otros.

Para finalizar su año de eventos y muestras, el MAC nos regala su mejor exposición: “Una cuestión de encuadre”, de Irene Kopelman, argentina residente en Ámsterdam, que contó con el fuerte apoyo del Smithsonian –institución con la que ha estado trabajando desde 2012–, la curaduría de Juan Canela y el sostén museográfico de Johann Woolfschoon, director de la firma arquitectónica Sketch. Kopelman presenta, por ejemplo, delicadísimos dibujos de corales hechos bajo el agua, acuarelas que traducen la descomposición de los hongos –evocando así la vida y la muerte, y que podría considerarse una paradójica versión contemporánea del género del bodegón– y dos grandes cuadros “abstractos” que imitan las huellitas de cangrejos sobre la arena en juegos y trazos a punto de ser borrados por el mar. “El arte no necesita resolver nada. No estoy interesada en llegar a ningún tipo de conclusión. Nuestro trabajo es dejar un final abierto”, aclara Kopelman. La exposición, que estará abierta hasta enero de 2025, incluye un gran espacio-taller educativo y un documental de la cineasta panameña Ana Endara en torno a su singular proceso de trabajo.

Por su parte, el Museo del Canal Interoceánico ha desarrollado en 2024 un exhaustivo y variado programa público de eventos, charlas y visitas al museo, vinculando de manera amplia temas actuales ligados a la historia del Canal. También ha producido un estupendo video proyectado en una de las nuevas salas del museo, que recopila testimonios personales sobre la invasión de Estados Unidos en 1989, convirtiéndose así en el único museo que dedica un espacio permanente a esta profunda herida histórica. También presenta una instalación de fotografías y un video del panameño Alfredo Martiz, artista en residencia del museo este año, que lidian con las bombas y armamentos abandonados por los estadounidenses en la antigua Zona del Canal. Para el próximo año ha sido seleccionada para esta residencia Ana Elena Tejera, una de las ganadoras del Concurso de Artes Visuales Roberto Lewis 2024, junto a Andrea Santos, Manuel Golden y Cisco Merel.

En la nueva sala titulada “Panamá antes del Canal”, en la sección de culturas precolombinas, se exponen piezas de excepcional belleza, como la pequeña y delicadísima zarigüeya (¿o será un gatosolo?) de cerámica que apareció en el conocido documental Animales en el arte precolombino panameño, del arqueólogo Richard Cooke. Sin embargo, las cédulas que acompañan a los artefactos no incluyen ni su procedencia ni la fecha aproximada en que fueron creados: una falta museográfica inexplicable. Además, de acuerdo con los peritos y arqueólogos Álvaro Brizuela y Carlos Fitzgerald (quien alertó al museo al abrirse la sala), una de las piezas más prominentes es falsa porque “trata de imitar de forma burda una tipología del istmo central (o Gran Coclé), pero con una forma inventada, y peor aún, sexualizada o erotizada”. También se presentan piezas de origen costarricense (dos auténticas y una falsa), información corroborada por expertos del Museo Nacional de Costa Rica. Precisa corregir estos desaciertos.

Arte internacional: tan lejos y tan cerca

Dentro de lo estrictamente artístico, el evento más importante del año fue la 60 edición de la Bienal de Venecia, que llevó el título de “Extranjeros por todas partes”, invitando especialmente a artistas de América Latina, África, Asia y Oceanía, y que por primera vez estuvo a cargo de un curador latinoamericano, el brasileño Adriano Pedrosa.

Deslumbraron en esta edición los pabellones africanos, sobre todo los de Nigeria, Costa de Marfil, Zimbabue y Etiopía (que estrenaba pabellón), y los de Estados Unidos, España, Japón y Australia, cuyo artista invitado, Archie Moore, junto con el colectivo maorí-neozelandés Mataaho, ganaron el León de Oro, el gran premio de la bienal. El crítico de arte estadounidense Jason Farago escribió en el New York Times que, pese a que le gustaron muchas obras, el gran problema con esta edición de la bienal es que tokenisó a ciertos artistas y estilos. El tokenismo o formulismo– “práctica que consiste en incluir a grupos minoritarios de manera superficial y simbólica, con el objetivo de cumplir con políticas, cupos o expectativas, pero con poco o ningún impacto de cambio del statu quo”– es el pan de cada día en el arte contemporáneo.

Otro importante acontecimiento en 2024 fue la Tercera Bienal de Toronto. Titulada “Precarious Joys” (Alegrías precarias), estuvo dirigida por el haitiano-canadiense Dominique Fontaine y el peruano Miguel López. Esta versión de la bienal, a la que tuve el privilegio de asistir, presentó obras de alta calidad y desarrolló un estupendo programa público de charlas, conversatorios, conferencias, conciertos y performances. En especial, creó un ambiente cercano y amable para que el público pudiese dialogar con los artistas. Algunos de los participantes fueron Sonia Boyce (Reino Unido), Cecilia Vicuña (Chile), Charles Campbell (Jamaica), Pamila Matharu (Reino Unido), Elyella (Nicaragua), Rajni Perera (Siri Lanka), Sameer Farooq (Pakistán-Uganda-India) y la extraordinaria Winsom Winsom (Canadá-Jamaica).

Uno de los más innovadores proyectos museísticos que pude presenciar en Canadá fue la completa renovación del Agnes Etherington Art Centre en Queen’s University (Kingston, Ontario) a cargo de Emelie Chhangur, una de las curadoras más importantes de ese país. A través de un nuevo diseño arquitectónico y programas artísticos y colaborativos, Chhangur busca establecer verdaderos vínculos entre el arte y las comunidades (especialmente las indígenas) mediante el diálogo continuo y una verdadera participación igualitaria, incluyendo un espacio comunitario dentro del nuevo centro.

Uno los eventos internacionales menos publicitados en Panamá, pero que tuvo una participación significativa de artistas panameños, fue el Central American and Caribbean Performance Festival en el Grace Exhibition Space de Nueva York, cuya directora es Jill McDermit. Esta primera edición del festival estuvo curada por el incansable artista y curador mexicano Pancho López. Participaron con performances Susana González-Revilla, Blanca Van Hoorde, Humberto Vélez y Milko Delgado, quien este año, además, ha expuesto en Guatemala, Japón y Alemania.

De acuerdo con Marcela Ciacci, que promueve el arte panameño fuera de nuestras fronteras, algunas de las muestras internacionales más relevantes de 2024 fueron: “Fantasmas”, del estadounidense Wyatt Kahn en el Museo Anahuacalli de México; “City of Refugee III” en la Abbazza di San Georgio Maggione, de la artista belga Berlinde de Bruyckere, una muestra colateral de la Bienal de Venecia; “Huellas y vestigios”, de la uruguaya Liliana Porter en la Casa de la Moneda en Madrid; “Tembló acá un delirio”, de la argentina Ana Gallardo en CA2M, en Móstoles, Madrid, y “The Endless Spiral”, de la mexicana Betsabeé Romero en la Fondazione Bevilacqua La Masa de Venecia, otra muestra colateral de la bienal.

Por mi parte, la más atrevida e inspiradora acción artística del año fue la apertura de los Juegos Olímpicos de París, que con su Torre Eiffel, monumentos, plazas, calles, canales, palacios, puentes y el mismísimo río Sena –con un desfile de barcos con los atletas– se convirtió en una ciudad-escenario libre y global. ¡Lo mejor del arte público!

El discreto (y relegado) encanto del arte panameño

Muchos de nuestros mejores artistas discreta e incansablemente han expuesto sus obras dentro y fuera del país este año: Ana Elena Garuz presentó obra reciente en Puerto Rico y creó la escenografía para la extraordinaria pieza titulada “Estaciones descompuestas”, presentada en el Teatro Nacional y producida por Analida Galindo, de la Fundación Pasos, y 70 bailarines; Cisco Merel en el MAC Panamá, México, Sao Paulo y Nueva York; Momo Magallón en Mateo Sariel con proyectos artísticos, comunitarios y Lgtbq+ en conjunto con Sol Charlotte; Barbara Cartier en México y Casa Santa Ana en Panamá; Vanessa Orelli en Arteconsult y Casa Santa Ana; Giana De Dier en NG Art Gallery y la Bienal de Venecia; Rolo de Sedas en GAC Motor Panamá; Silfrido Ibarra en NG Art Gallery; Antonio José Guzmán en Venecia, Ámsterdam y NG Art Gallery; Lulu Molinares en Mateo Sariel, Diablo Rosso y NG Art Gallery; Esviel Jeffers en Arteconsult; Rachelle Mozman en Mateo Sariel y Los Angeles, y Christian Pérez en Diablo Rosso, entre muchos otros.

Quiero destacar el excelente ciclo de conferencias que el Biomuseo ha desarrollado este año, en especial la de sus orígenes, con los arquitectos Margot López, Álvaro Uribe y Kurt y Patrick Dillon; “Manchas, signos y formas”, muestra curada Nancy Calvo para la Casa Museo del Banconal y que marcó el poderoso regreso del célebre pintor abstracto Antonio Alvarado tras muchos años; la magnífica exposición individual de José Braithwaite con curaduría de Miguel Lombardo en Casasola, un discreto y muy cuidado espacio en La Manzana de Santa Ana, que además cuenta con un singular programa educativo para chicos del barrio; el “Mercadito de Navidad” de Arteconsult a cargo de su directora, Ana Berta Carrizo, en lo que resultó ser un verdadero ejemplo de trabajo curatorial íntimo, desenfadado y a la vez repleto de formas y medios, por creadores jóvenes y no tan jóvenes de la comunidad artística de Panamá y Latinoamérica; la ingenioso performance pública Escucho gratis, de Jhafís Quintero; y el Festival Internacional de Artes Escénicas de Panamá (FAE) dirigido con gran rigor desde hace “siglos” por Roberto “Kike” King, esta vez con artistas de Francia, Brasil, Argentina y Panamá.

Además, hay que reconocer el trabajo del diseñador de modas Jurandir de Oliveira, ganador del Premio al Diseñador del Año y cuya obra colinda con las artes visuales; de Tomás Cortés, director del hermoso documental El Brujo, sobre nuestro gran artista Julio Zachrisson (1930-2021), producido por Félix Trillo Guardia y Cine Animal, y de Ramón Almanza, artista y director de la Fundación Almanza, que gestiona proyectos de artistas en residencia, el último con Radamés Pinzón.

¿Llevará a los artistas a repensar su práctica en 2025 las amenazas de Donald Trump de que va a recuperar el Canal y de First Quantum de que va a reabrir la mina, el anteproyecto de ley de reformas a la CSS, el alto costo de la vida y la obscena distribución de nuestros recursos? Con esta última pregunta del año también quiero agradecer a Adrienne Samos por nuestro constante intercambio de reflexiones y lecturas.

El autor es artista, profesor y director del Festival de Performance de Panamá

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