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- 02/03/2024 00:00
- 01/03/2024 18:29
Aristóteles decía: “Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo”.
Le recuerdo, amigo lector, que es más valiente aquel que conquista sus deseos, que aquel que conquista a sus enemigos, ya que la victoria más dura, es la victoria sobre uno mismo.
Cuando se desencadena una emoción hay tres partes o etapas de las que pocas personas están conscientes y, por lo tanto, pocos han logrado adquirir la bien llamada inteligencia emocional enfocada con asertividad para así tener una salud mental más plena.
Existen 7 emociones básicas: felicidad, tristeza, ira, sorpresa, miedo, asco y desprecio. Aunque le parezca mentira, de estas 7 emociones básicas salen un promedio de 450 más y es por ello que el tener conciencia y control de todas y cada una, es una tarea casi imposible.
Cuando nuestro cerebro se enfrenta a una situación x, decimos coloquialmente “nuestro cerebro se hizo un ocho”, sin embargo, solo hay 3 etapas a las que el cerebro se enfrenta y ellas son:
La primera parte en la que la mayoría de nosotros pensamos cuando nos enfrentamos a una emoción, es la situación misma.
Digamos que estoy caminando por la calle y me encuentro con un viejo amigo, ahí ya estamos sintiendo, queramos o no, una emoción en particular. El evento o situación es el detonante que abre todo un mar de experiencias internas y por supuesto nuestras emociones. El evento también podría ser, yo en casa esa noche recordando que me encontré con este viejo amigo, y ello también podría desencadenar una vez más emociones mixtas.
Hay eventos que nos traen buenos recuerdos como también malos, es ahí donde nacen las fobias, excitación, amor, odio, alivio, prudencia, y todas esas sensaciones de las 450 que le mencioné antes.
Entonces, cuando caminaba por la calle, ¿estaba cansado o tenía hambre?, ¿ya estaba lidiando con un estado de ánimo negativo que tuve más temprano ese día? Por ejemplo, tal vez me sentía frustrado con otra persona o por un negocio que no salió como quería; ello coloreará y cambiará la forma en que experimentamos ese encuentro con x persona, y si él o ella no es de nuestro agrado, estallarán y se sumarán otras emociones más fuertes y negativas.
A veces nos emocionamos solo por el evento (es decir, encontrarnos con alguien), pero a veces nuestra emoción y la forma en que lo hacemos desencadena acciones, gestos, microgestos, posturas corporales o respuestas x en el contexto mismo y, sépalo amigo lector, rara vez tenemos control sobre ellas ya que suelen durar fracciones de segundo, incluso antes de estar conscientes de la emoción misma.
Esta es la más importante ya que, en ella, hay desencadenantes clave que enrumban una emoción hacia nuestro cerebro límbico, reptiliano o neocórtex.
La base de datos es como un almacén con todas nuestras historias y guiones antiguos. Es posible que algunos de ellos los hayamos aprendido de nuestros padres, nuestras comunidades y nuestras interacciones con el mundo, y algunos de ellos podrían ser específicos del evento. Entonces, si el ejemplo es encontrarme con un viejo amigo en la calle, mi base de datos podría incluir muchas historias y experiencias con este amigo, pero también podría incluir historias que sean más antiguas.
Recuerde, no solo es el evento (encontrarnos con alguien), o simplemente cómo nos sentimos en ese momento (estar cansados o hambrientos). También tiene que ver con estas historias nuestra percepción del mundo presente, pasado e incluso futuro, lo cual hace de la situación algo tan dinámico.
Cuando empezamos a comprender la base de datos de nuestras emociones con una inteligencia emocional asertiva, comenzamos a comprender qué pasa por nuestra cabeza, y nos damos cuenta de que dicho evento es única y exclusivamente nuestra responsabilidad y no la de otro.
Si bien eso puede parecer mucho (asumir que nuestras emociones son nuestra responsabilidad), realmente es la mejor manera de volvernos más libres y emocionalmente conscientes de nuestro yo.
Ahora bien, debo recordarle algo: El aprendizaje interno y tener autoconciencia no es un juego de niños, ya que rara vez podemos aprender sin dolor.
En estos tiempos de cruce de ideas, debates, argumentos y todo lo que trae la política, debemos recordar algo esencial: es la marca de una mente educada ser capaz de entretener un pensamiento sin aceptarlo.
A fuerza de construir bien, se llega a buen arquitecto y, créame, nuestra sociedad necesita mejores arquitectos emocionales para construir no torres de orgullo, sino faros de luz que guíen mejor, no solo nuestros pasos sino también lo pasos de quienes nos rodean.
Se hace urgente reconocer este hecho: adquirir desde jóvenes tales o cuales hábitos no tiene poca importancia: ¡tiene una importancia absoluta! Porque el que posee las nociones y emociones más exactas sobre las causas de las cosas y es capaz de darse perfecta cuenta de ellas en su enseñanza, es más sabio que todos los demás en cualquier otra ciencia, incluso, en la ciencia de las emociones.