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Las Comarcas indígenas. Razones de sus porqué
- 24/12/2023 07:19
- 23/12/2023 17:53
Uno de los problemas centrales es la comprensión del tema de la comarca Ngäbe-Buglé; y otra, la falta de interés de las autoridades gubernamentales para poner en la balanza las necesidades y requerimientos de la comunidad indígena. Para la elite dirigente de este país, los indígenas constituyen una herencia molestosa de la colonia que se resuelve en la expresión a veces presentada como chiste —sin dejar de expresar los verdaderos pensamientos de sus exponentes—, que dice “indio visto, indio muerto” o el verdadero indio bueno es el indio muerto; o también, como justificación de la marginación, “indio, paloma y gato, animal ingrato”.
En la historia de las reivindicaciones sociales de América Latina, uno de los problemas no resueltos es aquel del estatus y posibilidades de desarrollo de la comunidad indígena, en aquellos países donde todavía constituyen porcentajes visibles de la población nacional. La falta de una solución histórica ha permitido conceptuarla de problema indígena, con lo cual la definición empieza por calificar al indígena como responsable de su destino de marginado. Esto es, culpar a la víctima; víctima de la invasión de 1492, de la conquista, de la colonia y de las formas de mantenerlos marginados en los tiempos de la república liberal y aun dentro de doctrinas socialcristianas.
Víctimas de esta misma historia de verlos primero como paganos, como homúnculos, como salvajes, como incivilizados o incivilizables, como semi-salvajes, como expresión de un pasado colonial del cual las repúblicas no tenían responsabilidad ni culpa, surgió toda una retórica indigenista, caritativa y paternalista, promotora de soluciones como la de asimilarlos a la vida nacional. Además, una estrategia de despojo a largo plazo -mientras ocurriera ese proceso de incorporación al sistema de mercado—, en el que su mejor aporte no era otro que el de convertirse en fuerza de trabajo pagado al más bajo precio.
Si alguien se pregunta porqué en los años treinta la dirigencia política del país concedió reservas indígenas a los gunas y luego a los ngäbes de Bocas del Toro, hay que buscar las respuestas en los factores geopolíticos del país. Una primera razón es que tal dirigencia política del país se había dado cuenta que para lidiar con los indios había primero que endulzarlos y evitar enfrentamientos como el que había ocurrido en 1925 en San Blas.
Para esa dirigencia, fue claro que el tratamiento a los indígenas requería una estrategia diferente a la impulsada por Belisario Porras, es decir una metodología de cooptación por la diplomacia de las dádivas. La politiquería criolla partía del principio de que todos los hombres tienen un precio y a los Kunas se les podía comprar. Así como los norteamericanos denominaron la soberanía de Panamá sobre la zona del canal como simbólica, también el Estado panameño utilizó ese mismo criterio al crear las reservas indígenas, una concesión simbólica como temporal.
Luego, frente al compromiso adquirido en el acuerdo de paz con los gunas bajo la mirada de los norteamericanos, debieron reconocer que era preferible negociar con ellos que combatirlos con los riesgos que eso tenía para un estado incipiente, débil, y limitado por imposiciones como la de no contar con un ejército, y un tratado que casi obligaba al país a someterse a la vigilancia de los norteamericanos.
Pero también se dieron cuenta que el país carecía de presiones demográficas en donde la tierra fuera el principal factor de discordia entre grupos humanos distintos. La tolerancia en tal circunstancia era posible. Pero su pensamiento criollo al fin no podía ser para mucho. En sus proyecciones obraba la convicción de que, llegado el momento, tales reservas serían eliminadas, sea por el proceso de asimilación a la vida nacional, o por las demandas de la economía política del país. Esto último es lo que está ocurriendo actualmente.
La tierra hoy vale más, y tiene recursos naturales que superan la imaginación de esos pobres indígenas a los que hay que desplazar tan pronto el Estado lo requiera. Por eso, poco falta para acusar a las Comarcas de ser la causa de su propia inviabilidad, cuando en el fondo hay una actitud de hacer lo menos para responsabilizar a la comunidad indígena de sus atrasos. Si bien son ahora 17 por ciento, la deuda histórica del Estado con la comunidad indígena debe considerarse una vergüenza cuya superación depende de un acuerdo nacional sobre el tema.
Los últimos acontecimientos, precedidos por los sucesos de 2010 y 2022, proyectan ahora otra interpretación de lo que puede estar ocurriendo a los pueblos indígenas, particularmente los ngäbes, actores activos en las protestas contra la minería. Muchos se preguntarán por qué han actuado con tal radicalismo en su decisión de mantener el cierre de las carreteras, en sus enfrentamientos con los productores de tierras altas, en sus actitudes que reflejan resentimientos no de ahora sino de siempre.
Ahora se les llama terroristas, un término fuera de lugar, pero útil para infundir la idea de potenciales acusaciones y judicialización. Mucho de lo que hay de fondo en las formas de protestas de algunos indígenas nace precisamente de algo que sin llamarle terrorismo se acerca a eso, si tomamos en cuenta los sentimientos de humillación y dignidad perdida por la forma de tratamiento, sin tomar en cuenta los salarios, usualmente los más bajos del país.
La descalificación del indígena se proyecta sobre el territorio, la comarca, particularmente, cuyo estatus jurídico impide que la pierdan mediante los engaños usuales de apropiación de tierras, fueses en apariencia legales o por el simple procedimiento de expulsión de sus tierras. Esto ya no se puede hacer salvo que viva fuera de la comarca, tierras que no pudieron ser incluidas debido a las presiones políticas en su momento. Las comarcas son ahora un pararrayos de las formas de expropiación de las tierras indígenas quienes ahora son conscientes de ese escudo para su futuro.
La pobreza es una buena excusa para desarrollar políticas extractivistas, no solo de recursos naturales sino humanos, si consideramos la fuerza de trabajo que debe abandonar sus tierras para obtener dinero en otros lugares en un círculo vicioso que reduce las propias capacidades para sostenerse de lo que tienen, su tierra, factor que fragmenta las capacidades organizativas y los lineamientos en la toma de decisiones que garanticen la sostenibilidad de la comarca. Difícil tarea, pero posible.
El autor es Antropólogo e Historiador. Académico de la Universidad de Panamá