Este evento que se vio fundamentalmente desde América, empezó sobre la medianoche de este viernes 14 de marzo y llegó a su máximo sobre las 3 de la mañana,...

- 16/03/2025 00:00
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Las jerarquías sociales han sido construcciones imaginadas que se presentan como naturales, justas e inevitables. A lo largo de la historia, las sociedades han clasificado a las personas en categorías de ricos y pobres, castas superiores e inferiores, o razas dominantes y razas sometidas. Muchas eran legales y luego se convirtieron en una parte inherente de la mitología, de la práctica religiosa y en hábitos sociales. No todas las sociedades se basan en las mismas jerarquías y cambian con el tiempo, pero hay una jerarquía que ha sido de importancia suprema en todas las sociedades humanas conocidas: la jerarquía de género.
Desde la revolución agrícola, las sociedades han favorecido a los hombres sobre las mujeres. En muchas culturas, el nacimiento de una niña era considerado una desgracia. Las mujeres eran vistas como propiedad de los hombres (padres, maridos o hermanos) y carecían de derechos básicos y de autonomía sexual. El cacique Careta le regaló a Balboa su hija Anayansi a cambio de su libertad. En 2006, todavía había 63 países en los que un marido no podía ser juzgado por la violación de su esposa.
Aunque se suele argumentar que la división entre hombres y mujeres es natural y basada en la biología, es un producto de la imaginación, como el sistema de castas o el sistema racial en América. A lo largo de la historia, las sociedades han impuesto normas de comportamiento a hombres y mujeres sin una base biológica firme. Hoy, las mujeres todavía están insuficientemente representadas en la política y los negocios. En Panamá sólo hay 14 mujeres de 71 diputados en la Asamblea Nacional. Sin embargo, no existe ninguna barrera legal a su participación en política y la mayoría piensa que es normal que una mujer ejerza cargos públicos.
Las relaciones homosexuales también son una construcción cultural. En algunas sociedades se han considerado como antinaturales. Sin embargo, la biología no dicta normas morales, sino que es la cultura la que impone restricciones. En la Grecia clásica se consideraba normal que Alejandro Magno tuviera a Hefestión como amante, por ejemplo. La única forma de distinguir lo antinatural de lo justificado mediante mitos es: si la biología lo permite y la cultura lo prohíbe. Desde una perspectiva biológica, todo lo que es posible es natural. Por ejemplo, la biología permite que las mujeres tengan hijos, mientras algunas culturas las obligan a tenerlos. Lo antinatural sería que los humanos crezcan alas y vuelen, que las mujeres corran más rápido que la velocidad de la luz o que dos electrones con carga negativa se atraigan mutuamente.
El concepto de “natural” no proviene de la biología, sino de creencias teológicas. Biológicamente, los humanos se dividen en machos y hembras, pero las categorías de “hombre” y “mujer” son sociales y han variado con el tiempo. La masculinidad y la feminidad son construcciones culturales en constante cambio, lo que obliga a hombres y mujeres a reafirmar constantemente su identidad de género según las normas de su sociedad.
El patriarcado ha predominado en casi todas las sociedades desde la revolución agrícola. Aunque han existido excepciones como Cleopatra o Isabel I de Inglaterra, la norma ha sido la subordinación de la mujer. ¿Existe alguna razón biológica universal por la que casi todas las culturas valoran más la masculinidad que la feminidad?
Algunas teorías apuntan a la fuerza física masculina como fuente de poder, pero esta explicación es insuficiente, ya que el liderazgo político rara vez ha estado vinculado a la fuerza bruta. Otras teorías sugieren que la agresión masculina ha sido clave en la guerra, pero no explican por qué el control de las sociedades también ha recaído en los hombres.
Otra hipótesis es que, durante la evolución, hombres y mujeres desarrollaron diferentes estrategias de supervivencia: los hombres se enfocaron en la competencia y la lucha, mientras que las mujeres fortalecieron sus habilidades sociales y organizativas. Sin embargo, esto genera una paradoja: si el éxito del Homo sapiens se basa en la cooperación, ¿por qué los hombres, supuestamente menos cooperativos, han dominado sobre las mujeres?
A pesar de siglos de dominio patriarcal, en el último siglo los roles de género han cambiado drásticamente. En muchas sociedades, hombres y mujeres gozan de igualdad de derechos legales, políticos y económicos. No obstante, persisten desigualdades, como la brecha salarial y la subrepresentación de mujeres en el poder.
El patriarcado es un dinosaurio que no muere y ha demostrado una resistencia sorprendente a pesar de todas las lanzas con que ha sido herido: acceso a la educación, derecho al voto y autonomía sexual. En este mes de la mujer debemos recordar que la lucha por la igualdad de género continúa y no podemos dejar que el dinosaurio vuelva a levantar su cabeza.