Los hombres y el feminismo

Actualizado
  • 15/08/2021 00:00
Creado
  • 15/08/2021 00:00
En una sociedad patriarcal, que dicta que el hombre es superior a la mujer por naturaleza, no solo sufren las mujeres, sino también los hombres. Los roles asignados a cada uno son muy difíciles de alcanzar
Los hombres y el feminismo

A través de los siglos, las mujeres han sido invisibilizadas y solo se ha considerado al hombre como el ser humano principal, el verdadero. Esto ha resultado en una sociedad patriarcal que dicta que el hombre es superior a la mujer por naturaleza. La discriminación se basa en el patriarcado, pero lo malo es que de esta mentalidad no solo sufren las mujeres, sino también los hombres, porque se les asignan roles y expectativas muy difíciles de alcanzar. Un rol es un conjunto de funciones, tareas, responsabilidades y prerrogativas que se generan como expectativas sociales. Los roles a la larga se convierten en estereotipos, que son reglas no escritas que impone la sociedad y que son percibidas como naturales y biológicas. Son mandatos del “derecho natural”. Aunque esas diferencias no causan discriminación, sí que lo hacen las desigualdades, porque la sociedad patriarcal valora más los atributos masculinos.

Se espera que el hombre sea valiente, independiente, capaz de ser el proveedor de toda la familia. Los hombres son criticados por mostrar sus emociones, por interesarse en actividades tradicionalmente femeninas. En cierto sentido son obligados a ejercer la violencia e ir a la guerra, porque se consideran biológicamente aptos para pelear. Por otro lado, se espera que las mujeres sean sumisas, dulces, abnegadas, buenas madres y obedientes a las reglas no escritas. Estas expectativas impuestas por la sociedad son inalcanzables para ambos géneros.

El gran peligro de la masculinidad hegemónica es la misoginia, el desprecio y la discriminación que sufren las mujeres por la falsa superioridad de los hombres hacia ellas, tanto a nivel físico como psicológico: la violencia sexual en tiempos de guerra, la violencia contra otros hombres y contra las mujeres del enemigo; la violencia entre parejas; los micromachismos, que aunque no son violencia física como tal, son trampas para controlar a las mujeres; la violencia laboral, callejera, religiosa y todos los demás tipos de violencia contra la mujer. La agresión contra las mujeres sigue viva, porque la sociedad está tan habituada al maltrato psicológico y físico de la mujer, que olvida que son seres humanos y tienen derecho a vivir libre de violencia. La masculinidad hegemónica también suele estar del lado del racismo, la homofobia y la xenofobia.

Los estereotipos son cualidades que el patriarcado enseña desde pequeños a través de la educación, porque se da un trato diferenciado a los niños y las niñas, pero no son universales. Un estudio de Llamas demuestra que el género es una construcción social, porque en culturas diferentes cambia la concepción de lo femenino y lo masculino. Esto prueba que no se trata de algo biológico. Los estereotipos son importantes para la socialización del individuo, porque facilitan su socialización, la identidad social y la conciencia de pertenecer a un grupo social. Si el hombre acepta y se identifica con los estereotipos dominantes, es una manera de permanecer integrado en el grupo. Por más que sufra, debe seguir siendo viril, valiente, masculino. Si un hombre no es masculino no se le reconoce como hombre, no sabe encontrar su identidad y se siente excluido. Los hombres homófobos están más preocupados porque puedan ser percibidos como homosexuales, que por los hombres gais en sí.

La autoestima no depende enteramente de uno mismo, sino que está construida alrededor de la visión de los demás, de la cultura y de la educación. El yo tiene seis aspectos: lo que realmente somos; lo que pensamos que somos; lo que piensan otros que somos; lo que creemos que piensan los demás de nosotros; lo que queremos llegar a ser; y las expectativas que creemos que otras personas tienen de nosotros.

El feminismo busca eliminar esos estereotipos que impiden a muchos hombres identificarse con el ideal patriarcal masculino. En el siglo XXI los varones están aprendiendo nuevas maneras de entender lo que significa ser hombre, sin necesidad de jerarquizar los roles ni de establecer relaciones opresivas basadas en la subordinación. Se están construyendo nuevas masculinidades y con ellas se pretende desmontar los roles de género que nos atan, nos limitan y son tan difíciles de seguir. La mujer no tiene esos rasgos innatos que se le asignan y los hombres tampoco tienen la violencia intrínseca en ellos. Todo se debe a la educación social y la cultura. Es cierto que hay diferencias biológicas entre los géneros; si no existieran, no existiera la humanidad... pero las diferencias no tienen por qué generar desigualdades. Más bien digamos... ¡Viva la diferencia!

La autora es abogada y defensora de los derechos humanos

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