K-Dramas, cultura coreana en la pantalla chica

K-Dramas, cultura coreana en la pantalla chica

Actualizado
  • 10/11/2024 00:00
Creado
  • 09/11/2024 16:05
Ver un drama coreano se ha convertido en parte de la cotidianidad en muchos países. Una forma de exportar cultura y de importar ingresos

Los K-drama, también conocidos como doramas, se han convertido en una de las más populares formas de entretenimiento en la pantalla chica, que generan una bonanza económica no solo para productoras y artistas, sino para el Estado coreano, que ha visto sus niveles de exportación crecer en un 12 %. El género ha atraído a una inmensa audiencia a nivel global, logrando superar, gracias a las plataformas de streaming, a algunas de las más populares telenovelas latinoamericanas que reinaron en el gusto popular algunas décadas atrás.

De acuerdo con Hyunju Oh, investigadora del equipo de políticas de la industria de la Agencia de Contenido Creativo Coreano, (KOCCA, por sus siglas en inglés) los contenidos de video han tenido un crecimiento del 289 % comparando entre 2009 y 2021. Las compañías productoras independientes han crecido 32 % en comparación al año anterior. Un éxito que no ha sido repentino ni se espera sea efímero como la espuma de cerveza.

Una trayectoria de décadas

Si bien series como Aterrizaje de emergencia en tu corazón tuvo un gran impacto internacional a finales de la década de 1990, en Corea se vienen produciendo dramas desde 1950, solo que su éxito permaneció dentro de sus fronteras por 40 años. Luego, se fueron dando a conocer en la región, como No importa que seas psicópata, con gran audiencia en Malasia y Vietnam, luego, la serie What is Love (1991) fue la primera en tener éxito en toda Asia, convirtiéndose en un motor para el Hallyu (ola coreana).

Para ese entonces, la década de los 90, los temas que despuntaban era los familiares, el drama y la comedia. Finalizando la década, se fueron sumando temas juveniles y el abanico se amplió hacia temáticas sociales, culturales y políticas con sitcoms y dramas históricos y de época.

La era dorada del K-drama arrancó en los años 2000, con producciones como Cuento de otoño (2000), Sonata de invierno (2002) y Esencia de verano, (2003). La participación de actores jóvenes, remarca la experta, promovió el avance de estas producciones al nivel internacional, sostenido por países como Japón, Tailandia y China. La expansión continuó con temas fantásticos y futuristas que incluyen temas cono la transfiguración y la reencarnación.

El surgimiento de las plataformas de streaming ha sido crucial para el crecimiento de las producciones y al día de hoy algunas de ellas son producidas específicamente para exportación.

La receta del éxito

Oh asegura que la alta calidad de las producciones es la principal responsable de este éxito. “Se invierte un gran presupuesto en las mejoras de las técnicas, lo que hace más placentera la experiencia de la audiencia”. También está, por supuesto, el apoyo de las redes sociales en cuanto a las comunidades de fanáticos, lo que fortalece la imagen de las estrellas coreanas y las hace conocidas en cualquier parte del mundo. Está el hecho de que los temas se han diversificado, ofreciendo productos para diferentes públicos. Se promueve con ellas la empatía y el cultivo de los valores.

Los dramas, además, se potencian con otras manifestaciones del Hallyu; las bandas sonoras y los temas musicales de las producciones son interpretados por agrupaciones de K-Pop y se promueven los sitios donde se llevan a cabo las producciones, generando interés cultural y turístico. Entendiendo cultura como aquellas manifestaciones que generan identidad, ya sea hace siglos o el día de hoy, los doramas son testigos de cómo se vive, qué se come y qué se usa en Corea. Es un testigo también de los cambios y la evolución de esa forma de vivir, lo que convierte estas producciones en herramientas poderosas para la promoción cultural y turística del país.

Soul Spots

La ciudad de Seúl se promociona con el eslogan Seoul, my soul (Seúl, mi alma), un juego de palabras que permite su pronunciación en inglés. Bajo esta misma línea, la ciudad ha creado los Soul Spots, puntos de la ciudad que están asociados a un K-drama, un filme o tema musical, y que ofrece información adicional a través de un código QR. Estos puntos han generado un movimiento turístico en la ciudad que lleva a los fanáticos a sitios como la plaza Cheonggye y el arroyo Cheonggyecheon (Cásate con mi esposo) el Museo de arte de piedra coreano (La reina de las lágrimas). La casa de Baek In-je (Renacido rico), el lago Seokchon (Curso intensivo de amor), la Dongdaemun Design Plaza (Vincenzo) y The Hyundai Seoul (La reina de las lágrimas). Para finales de este año se espera completar unos 30 puntos o spots en la ciudad.

Otra iniciativa que mantiene a los K-drama en la mente de los fanáticos es el K-Drama Spotlight, un espacio que ofrece experiencias inmersivas e interactivas sobre los K-drama. La entrada es gratuita y para disfrutar de la experiencia se debe descargar una aplicación que permite al asistente disfrutar de los juegos que ofrece el lugar. Además de paredes con pantallas múltiples y la escenificación de un camerino o de una alfombra roja, los asistentes tienen la oportunidad de crear su propio avatar.

Tiendas itinerantes

El mercadeo no queda allí. Cada una de las exitosas producciones está respaldada por mercadería que se promueve en tiendas especializadas y tiendas itinerantes o pop up stores.

El dorama Love next door abrió un pop up store en The Hyundai, Seoul, una de las propuestas comerciales más trendy de la ciudad. Con seis pisos en los que se exhibe una diversidad de tiendas, incluyendo marcas de lujo, destina un piso entero en el sótano para el alquiler de espacios para tiendas efímeras, que podrían estar allí por dos semanas o hasta por medio año.

En momentos en que el drama está por concluir, se multiplican las visitas a este espacio ambientado en el drama y en el que se encuentra una variedad de mercadería: uniformes escolares y gafetes de identificación (con la foto y nombre de los protagonistas), diarios escolares, postales, una foto de graduación, alcancías de cerdito, libretas, plumas y demás.

La tienda itinerante se planificó a la par que la serie, dice Jung Min Kim, quien administra la tienda del grupo Withmuu. Así, se seleccionan los espacios de la serie que se recrearán; no faltará una imagen tamaño mural de los protagonistas y se exhibirán objetos que aparecieron en los diferentes capítulos. Al mismo tiempo, se seleccionan los productos que irán a la venta.

Un fin de semana, la tienda puede ser visitada por entre 1.000 y 1.200 compradores que, para asegurar su espacio, deben registrarse en una aplicación que automáticamente les dará el horario en que pueden entrar.

Love Next door no es la primera serie que crea una tienda pop up, de hecho, desde mayo de este año ya se ha vuelto una costumbre que las series más populares establezcan la suya. Esta tendencia arrancó desde Sonata de invierno y se ha replicado en países como Japón y Taiwán.

Producción

En KBS, estación estatal de Corea, se continúan produciendo los llamados everyday drama, que a diferencia de las series difundidas a través de plataformas no se limitan a 12 o 16 episodios, sino que se extienden por meses y son grabadas en un estudio. My merry marriage es el nombre de una serie que actualmente se produce en Seúl y para el momento en que estuvimos allí estaba por estrenarse. El momento es crucial pues, de acuerdo con Hyun Su Kim, director de planificación y estrategia de KBS, con la audiencia generada en los primeros capítulos ya se puede determinar si esta será un éxito o no.

En un set muy sencillo, pero que no deja ningún detalle a la casualidad, los actores van siguiendo el guion con sumo cuidado. Tal vez no se trate de una producción que veremos fuera de Corea, aun así, cada detalle se cuida con rigor. En 1991, la producción de dramas recaía casi por completo en los canales de televisión coreanos. La cuota que tenían entonces las productoras independientes era solo de 3 %, de acuerdo con Dae Sik Bae, secretario general de la Korea Drama Production Association, que agrupa a 51 compañías productoras, las más representativas.

Actualmente esa cuota es del 30 %. De otra forma, los canales perderían competitividad. En cuanto a la difusión, antes de 2019 las producciones se transmitían en el mercado asiático, sobre todo en Japón, luego en China. La irrupción de las plataformas de streaming ha abierto el compás de manera global.

“Corea ha tenido mucho éxito en el mercado global a través de las plataformas y esto se ha logrado haciendo mucho mercadeo. Años atrás, Japón monopolizaba el mercado y a la fecha hace más producciones que Corea, pero estas no son tan transmitidas a través de las plataformas”, destaca Bae.

La globalización de las producciones no ha supuesto un cambio en las historias presentadas. “Al principio no se hacían historias pensando en un público global, más bien para el nacional.

En esto coincide con Hyeongjin Yu, COO de Imaginus, estudio integrado por un estaf de expertos independizados del reconocido Studio Dragons.

“Desde el punto de vista de los productores, no se piensa inicialmente en que el público internacional encuentre interesante o divertido. Es lógicamente universal. Los dramas tratan sobre la cotidianidad, las emociones. El movimiento se ha producido de forma espontánea. Es un gran regalo, que el sentir de los coreanos logre la empatía del mundo”, sostiene. “Queremos mostrar buenos valores y personas. Se presentan situaciones negativas porque es lo que se va a combatir”, agrega.

Lo que sí es cierto es que esta globalización ha supuesto pensar en públicos mucho más amplios, para los que Imaginus ha propuesto en su estructura, etiquetas distintas que llevan a la especialización sus equipos de trabajo: dramas de lujo, contenido femenino, comedias románticas (romcoms), thrillers, largometrajes, series de calor humano, producciones para servicio OTT, para canales de TV y shows televisivos, entre otros.

Y es que no todas las producciones están pensadas para su transmisión a través de una plataforma de streaming a nivel global. Alrededor del 60 % de las producciones (123 el año pasado), se presentaron en la televisión coreana, un 40 % en las plataformas, según Bae. Hay que hacer la diferencia entre plataformas globales y locales.

Un proceso cada vez más meticuloso

La llegada de las plataformas OTT ha supuesto un vuelco en los sistemas de producción. La mayoría de los equipos de producción que están desarrollando los k-dramas están conformados por productores de cine. “Desde 2020 la industria del cine ha perdido mucha clientela mientras que la televisión ha tenido un boom”, explica Bae.

La mayoría de las producciones se limitan al mercado nacional y los grandes presupuestos se reservan para las grandes producciones que llegarán al mercado global, en la que cada proyecto se estudia al milímetro.

Un prelibreto y el esbozo de cada personaje es crucial. Solo completar el guion puede llevar más de un año de trabajo. El rodaje puede llevar unos ocho meses, la edición, tres y dos meses más para correcciones y ajustes. A esto hay que sumar el tiempo del doblaje y subtitulación, por lo menos en tres idiomas. Sin embargo, hacer una producción para plataformas también tiene desventajas: no hay tiempo de redirigir o redireccionar. Prácticamente todos los capítulos se estrenan a la vez.

“Para televisión el tiempo de edición es más largo porque se busca una mayor calidad de imagen”, explica Yu. Los requerimientos técnicos han llevado a un salto de 4K a 8K, sistema requerido por plataformas como Netflix.

Cada uno de estos renglones ha ido elevando el costo de las producciones, lo que ha generado una burbuja que, de reventar, afectaría a toda la industria.

Costos y más costos

Antes de las plataformas, comenta Bae, con la estructura de 10 a 16 capítulos por serie, se establecía un costo de entre cinco y seis millones de wons por capítulo, poco más de $4.000. Actualmente el costo por capítulo oscila entre 1.500 y 2.000 millones de wons, más de un millón de dólares. Este costo incluye el guion, los actores, la puesta en escena. Yu, por su parte asegura que las producciones más económicas invierten alrededor de 500 millones de wons (más de $350.000) por capítulo, el 30 %, para cubrir los costos del reparto.

La primera temporada de El juego del calamar costó 25.000 millones de wons (más de $17 millones). La segunda, 100.000 millones (sobre los $71 millones) La mayor parte para cubrir el reparto.

“La emisión de dramas se ha reducido en un tercio. El mercado nacional no se da abasto, la publicidad se ha reducido. Es una paradoja la popularidad y, por otro lado, el ambiente rezagado de dramas que no tienen salida por falta de inversión”, dice Yu.

Bae es muy directo al establecer que, a pesar del éxito que se percibe sobre estas producciones, actualmente se sufre una crisis de la que Corea pretende salir airosa con el apoyo del Gobierno y también con su usual creatividad.

“El Gobierno no puede establecer medidas autoritarias, pero sí intervenir, y es que esto se mueve con la lógica del mercado. El caché de los actores ha crecido muchísimo. Se busca que este costo no supere el 40 % de la producción”, dice Bae.

Ante esta situación se han buscado varias alternativas, una de ellas, realizar estas producciones en ciudades que resulten más económicas, como en países del sudeste asiático. Otra posibilidad es el desarrollo de más coproducciones como las que se han realizado con Japón (Pachinko, Tokio Vice), expandir la red de distribución de OTT locales. Tal vez la más viable, ampliar el mercado, llegar a más países con el encanto coreano.

Bae asegura que el panorama no es halagador, pero ante situaciones complicadas anteriormente han podido resurgir. “Hemos pasado por el sentimiento anticoreano, el cese de relaciones con China (2006), la crisis económica asiática (2008). Confiamos en que con las nuevas tecnologías y con nuestra fuerza humana saldremos adelante y resurgiremos”, afirma.

Preparación para el futuro

Esta fuerza humana se compone tanto de experimentados actores y técnicos con larga experiencia, como de las nuevas generaciones que esforzadamente buscan un lugar en esta competitiva industria.

En la Hanlim Arts High School en Seúl, uno de cada 8 estudiantes que compite por un cupo en actuación, es seleccionado para esta escuela que ofrece un programa aplicado a las artes.

“No se trata solo del talento, porque no se brilla solo”, dice Ji Yeon Kim, directora de relaciones públicas del plantel. Por ello contribuyen a la formación de personas íntegras. “Se trata de una comunidad que se respalda, los mayores cuidan a los menores incluso en el campo de trabajo”, agrega.

La intención es que estén preparados para afrontar la gran presión que van a sufrir en el campo de trabajo. Tengan autoestima, confianza y aprendan a canalizar el estrés. Se les enseña valores y resiliencia social. A cultivar el espíritu no solo la mente. Se inculca la importancia del trabajo para perfeccionarse. Y esto no solo se aplica al trabajo frente a las cámaras. También tras ella.

En un salón equipado con escenario y graderías para el público se prepara una presentación para los periodistas que visitan la escuela. No se trata de una escena de un popular k-drama. Cada uno de los estudiantes interpreta a uno de los atribulados personajes creados por Anton Chéjov. Aunque dependemos de la traducción de nuestra intérprete para comprender los diálogos, no nos cuesta mucho acercarnos a El Jardín de los cerezos, a esa rusia imperial en decadencia que retrató el autor ruso en los primeros años del siglo XX.

Fuera del escenario, algunos estudiantes compartieron sus impresiones.

Dong Hee Chun, estudiante de actuación de primer año dice que en la escuela la está pasando bien, “estoy divirtiéndose mientras voy en busca de mi sueño”. Aunque entró animado en convertirse en un actor de dramas, durante los cursos se ha interesado más por el teatro musical. “He cambiado la dirección de mi sueño”.

Yeonwon Lim, estudiante de actuación de segundo año, ya trabaja en el medio. “Compagino mi vida estudiantil con actuación profesional. Mis profesores son mis mentores”. Uno de sus amigos le sugirió venir a esta escuela y se alegra de haberlo hecho. “Estoy trabajando más, el ambiente de la escuela es muy bueno, nos cuidamos, nos protegemos, tengo buenos compañeros y maestros. Y con ellos hablo sobre mi sueño de convertirme en actriz”. En cinco años se ve actuando en una producción de Hollywood.

Zia Hwang, estudiante de actuación de segundo año vivió un tiempo en Singapur y su sueño se hizo realidad al mudarse a Corea. “Es el escenario para realizar mi sueño. Como coreana me sentía muy orgullosa [de los que se está haciendo aquí], ahora estoy más cerca de lograrlo”.

Yerin Nam es presidente de los estudiantes y cursa el segundo año de producción cinematográfica. “Aprendo cosas que en una escuela convencional no podría. Aprendemos con contenidos globales, películas coreanas y de otros países”, dice. En cinco años, quiere haber dirigido ya una película. “Quiero ser directora de cine siendo universitaria”, dice con decisión. Guiones atrapantes, actores talentosos y atractivos, productores cuidadosos, una maquinaria de promoción y un gran aprovechamiento de la tecnología. La receta parece probada, aunque no cabe descuido alguno. Eso lo saben los coreanos que al día e hoy estudian cada paso para mantener vigente la industria de los K-drama.

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