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- 18/02/2024 00:00
- 17/02/2024 11:51
Al comenzar este artículo inicio transitoriamente con el gentilicio israelitas, el cual arropó a los seguidores de Abraham hasta que, en el final contemporáneo de aquel largo periodo de la historia, una parte quedó incluida en el gentilicio israelí, el cual presupone e insume la definición de sionistas como parte esencial del gentilicio, y la otra gran parte queda reconocida y disputando el usufructo de la denominación de judíos, apellidándolos como no sionistas. El eterno migrar de los judíos por el mundo se corresponde con situaciones creadas, o no, por ese pueblo solipsista, lo cual da lugar a lamentaciones por sus integrantes.
Una de las tareas de la contemporaneidad es el uso correcto de la definición de terrorismo, ya que existe una tendencia a llamar terrorismo a la violencia ajena y no a la propia. Toda vez que, según Marx, la violencia es la partera de la historia, podríamos precisar la definición de “terrorismo” como la violencia excesiva que imponen unos a otros para disuadirlos del ejercicio de su propia violencia de clases o grupo social. El terrorismo es un método que persigue conseguir adhesiones por el miedo a las consecuencias.
¿Quién lo ejerce? Se sitúa dentro y fuera del Estado. El terrorismo de Estado es muy significativo ya que se ejerce utilizando todo el poder del mismo y al hacerlo no se oculta, sino que busca expresarse notoriamente para que el conocerlo y asumir sus consecuencias intimidatorias sea también parte de la represión. El terrorismo no-estatal es clandestino y subversivo en el sentido de la palabra subvertir, es decir poner arriba lo que estaba abajo.
En la historia está evidente el uso del terrorismo como doctrina usual del Estado sin que los historiadores se atrevan a designarlo típicamente y más bien aluden al despotismo o barbarie particular de un gobernante; lo cierto es que el castigo mediante empalamiento masivo de las poblaciones rebeldes era el castigo normado por los gobernantes asirios, sin que ello haga alusión a un rasgo de su pueblo sino a la forma de poder en la usanza de la época; el pueblo asirio pervive en la actualidad pacíficamente como uno de los integrantes del vasto mundo árabe, musulmán y cristiano, del Medio Oriente. Los gobernantes romanos usaron la crucifixión masiva como disuasora para la rebelión contra el Estado. La película de Stanley Kubrick Espartaco no omite la escenificación de esa normativa jurídica y terrorista.
El terrorismo paralegal contra la emancipación negra fue la explicación de los linchamientos escenificados por el Klu Klux Klan; omitiremos aquí referirnos al terrorismo de Estado muy conocido en Latinoamérica. El terrorismo no-estatal nos lleva al siglo XIX con actores de ideas anti poder que aducían que una conspiración potenciada con ataques contra gobernantes podría crear la situación que levantara a las masas en busca del poder; de estos se puede citar a Auguste Blanqui, los carbonarios y anarquistas, etc., su capacidad de modificar un régimen era reducida porque existían como operación minoritaria en nombre de las masas.
¿Es Hamas terrorista? En caso de que algunos lo aseguren debería contraponerse la definición a la violencia de Estado desatada por Israel en los casi 76 años de su existencia formal, obviando el terrorismo preestatal que llevó a la demolición del Hotel King David. La de Israel es una violencia expresiva de una potencia que empequeñece la violencia de grupos no estatales. Por su carácter indiscriminado y sin selección de objetivos justificados militarmente se trata de terrorismo de un nivel solamente alcanzado cuantitativamente por los nazis, como en la destrucción de Lídice una pequeña población checa en la cual se escondían unos resistentes.
Aunque la presente reflexión escrita trata de apegarse al canon de análisis de la contemporaneidad no puedo dejar pasar la alucinante sensación, casi onírica, de que estamos ante una película de vampiros en donde la victima de la mordida se transforma a su vez en vampiro, tal es el caso de los judíos que habiendo sido victimizados por los nazis se transforman a su vez en victimarios. Esos son los sionistas, o más bien “sionazistas”, pero debo exculpar a los judíos no sionistas que en el mundo repudian la barbarie del Estado de Israel. Como revelación de su genial anticipación científica debe aclararse que Einstein rechazó presidir el Estado Sionista,
Al asumir el terror de Estado como su expresión pública indisimulada, Israel cumple una misión subalterna, que es la de dar cauce a las necesidades represivas del “establecimiento estadounidense” el cual disimula su carácter violento dentro de la violencia ajena. Aparece como el dueño de un mastín al que azuza y luego se excusa diciendo que es arrastrado por su violencia irrefrenable.
Existe la impresión de que Israel está ladrando hacia todas las fronteras para ver si algún Estado árabe muerde el anzuelo y moviliza tropas para ofrecerle a Israel el pretexto para proclamar al mundo que está siendo atacado, es una perspectiva difícil porque la solidaridad europea ha menguado y Estados Unidos tiene elecciones a la vuelta de la esquina. Los estados árabes tratarían de no pisar el palito, aunque el nivel de provocación fuera alto.
La indefinición de Israel para precisar el ámbito de su continencia militar es debida a que la victoria militar no le acarrea réditos político-diplomáticos. El símil de Israel es la de un gladiador que después de cada combate debe asumir otro reto hasta que le llegue el que será final y entonces podremos calibrar si tiene padrinos verdaderos. Nada garantiza la existencia de un Estado que perdió la oportunidad de ser un Estado de todos sus habitantes, judíos y palestinos y optó por una construcción política sectaria basada en el apartheid. Actualmente nadie puede imaginar la convivencia dentro un mismo Estado de quienes han sufrido con los atropellos de la otra parte. Podrían ser dos estados contiguos, pero emocionalmente distantes, o bien podríamos asistir a una nueva diáspora.
¿Y cuál ha de ser el papel de los Estados Unidos? Ellos abandonaron el fundamento programático de su presencia en el mundo bajo la consigna de defender la libertad amenazada por el “comunismo soviético”; en consecuencia, al producirse el derrumbe del “telón de acero” las tropas desplegadas en el mundo buscaron justificarse por la necesidad de defender los pueblos libres frente a otros peligros de naturaleza cambiante e indefinida. Esto es lo que se conoce como “la construcción de la imagen enemiga”, ella oscila entre el fanatismo religioso y el laicismo revolucionario en Medio Oriente. Sin embargo, la atadura de los lobbies pro-sionistas a la política israelí ha puesto grilletes en los tobillos de la diplomacia estadounidense que limita la eficacia de los vuelos incansables de Blinken.
El autor es Médico y analista