Este viernes 20 de diciembre se conmemoran los 35 años de la invasión de Estados Unidos a Panamá. Hasta la fecha se ignora el número exacto de víctimas,...
- 24/03/2024 00:00
- 23/03/2024 18:42
Respetar y preservar el patrimonio histórico, produce cultura que atrae dinero y empleos. La evidencia es muy clara: un tercio de los dos millones de turistas que recibimos prefiere el Casco Viejo que, de acuerdo con Promtur, es el segundo destino más visitado del país.
Los turistas vienen atraídos por la satisfacción que les causa disfrutar la historia de aquella ciudad amurallada, fundada hace 351 años en el “sitio del Ancón”, a pocos kilómetros de la destruida antes a causa del ataque pirata de Morgan.
Mediante dos hallazgos se han descubierto rieles del antiguo tranvía de la ciudad. Uno fue hace meses en la calle B, cerca al cementerio Amador. El otro, reciente, en la avenida Eloy Alfaro, cerca al portón de acceso al barrio chino.
Con relación al primer caso, hay una carta muy alarmante de enero del presente año. Fue redactada por Linette Montenegro de la Dirección de Patrimonio Histórico. En ella informa al Patronato de Santa Ana, que el Ministerio de Cultura recomendó lo siguiente a la empresa a cargo de la obra: “mantener in situ los rieles y soterrarlos [ya que] estos bienes, por ser de hierro, al exponerse sin las debidas medidas de conservación [se] provocaría la pérdida de los mismos [y] por consiguiente [se] requeriría de un proceso para evitar su deterioro. La citada nota añade: “además, el exponerlos [tal y] como se encuentran, requiere de un proyecto para reducir la vialidad en el área y su conservación [es algo] que conllevaría años de procesos químicos para [lograr] estabilizarlos”.
Comprendemos los argumentos técnicos que Montenegro presenta, pero, desafortunadamente, ¡su mensaje es “tapa eso y olvídalo!” ¿Será esa una decisión acertada para que el disfrute de la historia siga siendo lo que atraiga a los visitantes que nos traen prosperidad?
Antes de seguir aprendiendo aquí sobre rieles, tranvías y movilidad urbana, revisemos la historia del área.
A partir de 1916 las familias que residían intramuros se mudaron poco a poco hacia los nuevos barrios de La Exposición y Bella Vista e inicia el inquilinato de las propiedades que la oligarquía abandona. Las casas señoriales se convierten en tugurios de rarísimo encanto.
Desde 1976 se realizan restauraciones tímidas con intervenciones impulsadas por el gobierno de Omar Torrijos en plazas y espacios públicos, pero solo en 5 viviendas de casi un millar dentro del área.
Después de la invasión y hasta 1996, un puñado de valientes entre los que estuvieron Brooke Alfaro y Fernando Berguido, restauran casas en las primeras cuatro calles del barrio.
El año 1997 marca un hito fundamental cuando se nos inscribe en la Lista del Patrimonio Mundial y se aprueba una ley de incentivos fiscales.
Finalmente, del año 2000 al 2020 ocurre una restauración agresiva desarrollada por seis empresas, entre las cuales son líderes la Inmobiliaria San Felipe y Arco Properties. Así arribamos al hito de diciembre de 2023, en que expiró la ley que mencioné arriba. No analizare aquí las alternativas que plantea la expiración. Solo diré que una opción simple es renovarla por 10 años más sin mayores ediciones; la otra, compleja, es repensar de manera integral el tipo de desarrollo que se quiere para el centro histórico y seguramente tendremos un encendido debate definiendo si lo ampliamos o no para que incluya a El Chorrillo, Santa Ana completa, así como el tramo de la avenida Central que va desde el edificio La Pollera, hasta el Museo Reina Torres de Arauz, junto a la plaza 5 de mayo.
La palabra gentrificación es un anglicismo que se refiere al reemplazo de una población local de escasos recursos por otra población que no es local y con muchos recursos. El desplazamiento forzado de habitantes implica un concepto sustentado en una visión de desarrollo inmobiliario que mejora comercial y estéticamente los sectores gentrificados.
El beneficio va acompañado de un impacto indeseable: la gente arraigada ya se marchó del barrio. Falta ahora una parte del alma que nos hace valiosos, porque edificios y calles son activos que pierden seducción sin los habitantes originales, que aportan el acervo de su narrativa y tradiciones.
Los descubrimientos de los rieles que nos ocupan, son un reencuentro con la modernidad que implicó en su momento nuestro antiguo transporte público eléctrico. Es fácil sustentar que, en efecto, son del tranvía por su ubicación, el ancho de vía, la forma del riel y el tipo de durmientes. Además, tanto la cartografía histórica como las fotografías aéreas definen claramente dónde iban las vías férreas.
El primer tranvía funcionó desde 1893 hasta algún momento después de 1899 en que inició la Guerra de los Mil Días, nuestra conflagración civil. Fue claramente vanguardista, pues fuimos líderes emulados después por otros centros históricos de la región: Santiago en Chile, La Habana en Cuba y Buenos Aires en Argentina.
El segundo tranvía operó de agosto de 1913 hasta 1941 y movilizaba a 200,000 personas desde San Felipe hasta lo que se conocía como el “Pueblo Nuevo de las Sabanas”, sector que limitaba con lo que hoy es el cruce entre la avenida España y la avenida Fernández de Córdoba. Llegaba hasta un poco más allá de donde hoy está la estación de bomberos de Carrasquilla, como se aprecia en el mapa formulado en 2008 por Allan Morrison que ilustra este texto.
El presidente Arnulfo Arias Madrid —por razones comerciales y políticas— descontinuó en 1941 el tranvía para dar el negocio del transporte público de pasajeros a las familias Arce, Barletta y Alemán. Así nacieron las “chivitas”. Luego, con Omar Toirrijos, los Diablos Rojos y, afortunadamente, la administración del presidente Martinelli los saca de circulación en 2010 mediante el MetroBus.
Los hallazgos de los rieles son una excelente oportunidad para, con una nueva movilidad, hacer peatonal al Casco. Lo considero necesario para que el área no se derrumbe víctima del peso de su propio éxito. La medida requiere de un plan integral que abarque al menos cuatro puntos: prohibir que los carros se estacionen en la calle; solo los residentes que tengan estacionamientos en sus edificios podrán entrar en auto; establecer el tamaño y horario adecuado para que entren camiones de despacho de mercancías y de recolección de desechos; la construcción de estacionamientos periféricos fuera del área, desde los cuales se podrá acceder al barrio en trolleys del tranvía, caminando, en bicicletas o scooters.
Reitero que respetar y preservar el patrimonio histórico, produce cultura y esta trae dinero y empleos. Llegó el momento de resucitar aquellos trenes encantadores que, con suficiente voluntad del sector privado y público, rodarán otra vez sobre vetustos rieles de hierro que ahora valen oro.