Harmodio Arias Madrid, homenaje a un ciudadano y presidente excepcional

Actualizado
  • 18/05/2024 00:00
Creado
  • 17/05/2024 18:29

Debo decir, y no lo puedo ocultar, que ocupo esta tribuna con mucho orgullo. Traigo la representación de mi pueblo para rendir homenaje al muy ilustre Dr. Harmodio Arias Madrid en el centenario de su nacimiento. Me he de ocupar del pensamiento y de su acción constructiva como presidente de la República, sobre todo de sus tareas nacionalistas, civilizadoras o culturales, que dejaron huellas y que ni el olvido deliberado ha podido borrar.

El Dr. Harmodio Arias fue un presidente excepcional durante una etapa de crisis económica y fiscal. Al asumir el mando en 1932, la situación del país la dibujó su antecesor con particular realismo: “Falta de capital, falta de confianza, falta de crédito, decaimiento en el comercio, languidez en las industrias, miseria en las masas, inquietud en los espíritus, desasosiego general ante el malestar general, tales son los factores que amontonan ante la patria los problemas, los obstáculos, las complicaciones y las dificultades”.

Era la conocida crisis mundial que azotaba a todos nuestros países y que solo se podía resolver mediante la adopción de planes económicos de emergencia, que implicaban sacrificios colectivos y austeridad gubernamental sin precedentes. El Dr. Arias enfrentó la bancarrota de la nación panameña usando un lenguaje franco y transparente y poniendo en vigencia principios nuevos sobre la función del Estado.

Dejó de lado el concepto clásico del liberalismo, que ponía en manos del individuo exclusivamente el desarrollo de la economía, y se inclinó por un moderado y justiciero intervencionismo estatal para evitar durante la crisis los conflictos del libre juego de las actividades privadas que podían causar daño a la economía nacional. Se apresta a la reconstrucción nacional adoptando medidas fiscales que abarcan la reorganización de la Hacienda Pública, la percepción adecuada de los impuestos, el estímulo para aumentar las rentas, la economía en los gastos y fija pautas legislativas para convertir la burocracia nacional en un aparato modesto y eficiente.

En primera instancia dicta la Ley 11 de 1932, escasos 30 días de haber asumido el mando, y diseña la nomenclatura del personal administrativo de las oficinas públicas y le fija sueldos y asignaciones. Todos los nuevos sueldos implicaban recortes drásticos y ningún funcionario recibía por motivo de esa ley privilegio alguno. Es que el Dr. Arias era un convencido que solo se puede exigir sacrificio a una sociedad si los mandatarios adoptan conductas ejemplares; si los hombres que gobiernan o los que constituyen las altas esferas oficiales se despojan de los odiosos privilegios.

Una sociedad llena de privaciones no podrá jamás consentir sacrificios ilimitados si los gobernantes no los comparten en igual proporción. En la nueva política intervencionista de drásticos sacrificios, el Dr. Arias no dejó de pensar en las reacciones bruscas de sus críticos. Pero cultor como era de la ciencia política, sabía perfectamente bien que los planes de reconstrucción nacional o que conllevan medidas en extremo severas, solo pueden implantarlas los gobiernos surgidos legítimamente de las urnas, porque la legitimidad del sufragio es la madre de la credibilidad de los pueblos.

El país fue afortunado al encontrar en medio de la crisis de 1932, una salida política democrática, lo que permitió el desarrollo inicial, sin contratiempos, de la acción de gobierno para superar la miseria colectiva. Hizo posible, igualmente, que el nuevo gobierno pudiera de modo paralelo dar cumplimiento a su programa nacionalista, civilizador y docente, pero estos programas solo se podían desarrollar si previamente se obtenían algunos presupuestos o caracterizaciones propios del Estado moderno. ”Para el bienestar de un país, decía el Dr. Arias, es indispensable conseguir el afianzamiento de su personalidad internacional, su independencia económica y una gran fuerza moral que le sirva de estímulo para el bien y de coraza invulnerable contra el mal.

Pero es imposible, en las intrincadísimas complejidades de la vida moderna, amparar la nacionalidad, provocar el desarrollo material y gozar en su fecunda amplitud de esa influencia moral, si no existe la base de todas las bases que se llama cultura”.

En tan apretada síntesis, de rígido corte cerebral, pendió lo que constituía el objetivo de su gobierno: 1.- Afianzar la personalidad internacional, que es tanto como luchar por una soberanía real; 2.- Conseguir la independencia económica, que es tanto como luchar por un modelo económico nacionalista; 3.- Obtener una gran fuerza moral, que es tanto como elevar a la quinta potencia de la decencia nuestras virtudes domésticas; y 4.- Descansar en la base de todas las bases que se llama cultura, que es tanto como crear universidades para saber entonar el himno a la ciencia y de la vida.

La lucha por la personalidad internacional

El Dr. Harmodio Arias antes de llegar a la Presidencia de la República era conocido por su línea revisionista del tratado de 1903. Sus críticas al pacto canalero arrancan de su tesis “El Canal de Panamá: Estudio sobre la diplomacia americana”, sustentada en la Universidad de Cambridge. Su tarea divulgadora se registra en ensayos, discursos, artículos, todos tendientes a crear un alma nueva en el país. Brillantes panameños, luego unidos en Acción Comunal, escribieron imperecederas jornadas patrióticas que determinaron la evolución del nacionalismo panameño. En los primeros años de república la conciencia nacional no demandaba mayormente la revisión del tratado a pesar de que desde 1904, Panamá oficialmente había dejado constancia en memorable documento de su insatisfacción por los términos del mismo. Belisario Porras intenta una revisión y no logra sus propósitos.

Establece, sin embargo, los puntos básicos de esa revisión, los que se cristalizan en un gobierno posterior y algunos lo materializan, con otras contrapropuestas, en el tratado de 1926. Para entonces, Acción Comunal había creado una conciencia nacional robusta y definida sobre los objetivos de la nacionalidad. No se podía concebir un Estado panameño que mantuviese sobre sus entrañas la espada de la intervención, no solo como un abuso de Estados Unidos, sino como una facultad consagrada en el texto de Bunau Varilla. Y tal texto, decía Harmodio Arias, concedía también el “uso, ocupación y control de cualesquiera otras tierras y aguas situadas fuera de la Zona del Canal que pueden ser necesarias y convenientes para “la construcción, conservación, servicio, sanidad y protección del Canal.

”Para el Dr. Arias esa disposición debía ser analizada no independientemente del texto del tratado, sino inmersa en el mismo, definida por el objeto del tratado, que se celebró con el propósito de construir un Canal a través del istmo de Panamá. El Dr. Arias sentía una gran aprensión por esta cláusula porque interpretándola Estados Unidos había tomado, unilateralmente, muchas tierras fuera de los perímetros de la Zona del Canal. Por ello creó conciencia sobre la necesidad de un nuevo pacto que declarara terminada la construcción del Canal, para evitar la creciente toma de nuestras tierras. Para la generación que comandaba Acción Comunal eran lemas usuales la nulidad del tratado, la no perpetuidad y la neutralización cierta. Y dentro del análisis de la neutralización no podían caber las bases militares. Era una generación revisionista. No levantó la bandera de la nacionalización del Canal. Para esta época las luchas nacionalistas de nuestro pueblo eran solitarias. Ni existía un mundo solidario a las justas aspiraciones panameñas ni las grandes potencias pensaban en un proceso de descolonización.

No había Naciones Unidas postulando y acordando la descolonización del mundo. En la década de 1920, cuando Harmodio Arias y muchos otros con su pluma y verbo arreciaban la lucha revisionista, solo el Partido Aprista, de modo orgánico, se opuso al estatus del Canal como via al servicio de los intereses de Estados Unidos y levantó la bandera de un Canal Interamericano, como via de servicio público. Con estos antecedentes llega el tratado Alfaro-Kellog al seno de la Asamblea Nacional. Allí lo espera el Dr. Harmodio Arias, diputado a la Asamblea Nacional; lo critica por contener cláusulas que afectan la dignidad de la nación y tras recios debates redacta de su puño y letra la moción que le dio sepultura en medio del regocijo nacional.

En la Presidencia de la República, seis años después, tenía el Dr. Harmodio Arias Madrid la oportunidad de materializar los objetivos centrales de la lucha nacionalista de su generación, sobre todo los objetivos que dicen relación con la no intervención, con la no perpetuidad, con la neutralización efectiva, y otros, que también se refieren al perfeccionamiento de la independencia nacional. En medio de la crisis fiscal y económica que castigaba al país, el Dr. Harmodio Arias Madrid inició gestiones directas ante el presidente de Estados Unidos para que entre ambos gobiernos y pueblos renaciera un espíritu de comprensión que hiciera posible la revisión del tratado de 1903. En el mensaje presidencial de 1934 el Dr. Harmodio Arias Madrid enumera los puntos que deberían satisfacerse con el fin de que surgiera la comprensión señalada. Posteriormente y estimulado sin duda por el viaje del Dr. Harmodio Arias Madrid, el Gobierno de Estados Unidos comunica al de Panamá el interés de revisar el tratado de 1903. El Dr. Harmodio Arias adopta una línea cautelosa y se inician negociaciones atendiendo los objetivos diseñados por el Dr. Arias. Tras largas negociaciones se suscribe el tratado Arias-Roosevelt que logra algunas aspiraciones fundamentales de la nación panameña.

Se elimina la facultad otorgada a Estados Unidos para intervenir con su fuerza pública a Panamá. La vigencia de esa cláusula odiosa hizo daño enorme al país porque a más de mediatizarnos como Estado, cada ocupación humillaba al hombre panameño, el que tenía que contener su ira al compás de la impotencia. Se eliminó la cláusula que daba pie a Estados Unidos para interpretar, en pugna con la tesis panameña, que podía tomar nuevas aguas y tierras, unilateralmente, para la construcción del Canal. Se lograron otras ventajas de tipo comercial.

No se obtuvieron otros objetivos nacionalistas como la garantía de la neutralización efectiva y el cese de la perpetuidad y se incorporaron algunas cláusulas, como la X que mereció enconados debates en la Asamblea Nacional y cuyas observaciones expuestas por los cuatro diputados que advirtieron el texto han tenido la personal adhesión de quien les dirige la palabra. Empero tuvo el Dr. Harmodio Arias el mérito de eliminar disposiciones que lesionaban nuestra soberanía y a partir de ese momento la personalidad internacional del Estado panameño adquirió otra categoría.

En la nueva política intervencionista de drásticos sacrificios, el Dr. Arias no dejó de pensar en las reacciones bruscas de sus críticos. Pero cultor como era de la ciencia política, sabía perfectamente bien que los planes de reconstrucción nacional o que conllevan medidas en extremas severas, solo pueden implantarlas los gobiernos surgidos legítimamente de las urnas, porque la legitimidad del sufragio es la madre de la credibilidad de los pueblos”
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