Este domingo 16 de febrero se efectuó en el boulevard Panamá Pacífico el XXV Festival de Cometas y Panderos, organizado por Aprochipa.
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- 16/02/2025 00:00
- 15/02/2025 16:13
Estos días luminosos de verano vienen acompañados de pesadez e inquietud. A veces se esconde el viento y con la ola de calor y descontento estallan manifestaciones; en brotes violentos entre sindicatos y la policía que terminan en heridos y arrestos masivos, y en amenazas entre el Ejecutivo y el sindicato de trabajadores. Al mismo tiempo, continúan en la Asamblea Nacional los desacuerdos sobre cómo reformar la CSS; reformas que la sociedad civil desconfía porque siente que no se le ha tomado muy en cuenta. Y de repente, regresa el viento, ahora frío y húmedo, anunciando la tormenta que baja del norte con la noticia de que EEUU nuevamente acusa a Panamá de incompetencia en su manejo del canal. Ante este escenario, ¿de qué sirve escribir sobre arte y cultura?
Con esta pregunta en mente, el jueves pasado, un grupo de periodistas, artistas, gestores culturales, galeristas, profesores, diplomáticos, arqueólogos, arquitectos, urbanistas y una joven madre con su bebé en brazos nos reunimos en la Fundación Ramón Almanza para asistir al conversatorio titulado “El periodismo cultural: ¿critica o propaganda?”. Se buscaba ofrecer una perspectiva novedosa al campo del arte y el periodismo en Panamá, que sirvió como detonante de reflexiones. Más tarde, en la sobremesa, surgieron apasionadas discusiones en torno a cómo las instituciones del arte, artistas, gestores culturales y periodistas podemos aportar a la solución de nuestros problemas sociales.
Aparte de mi persona, la mesa redonda del jueves contó con la participación de Sol Lauría, argentina de nacimiento y panameña de corazón desde hace una década. Se trata de una periodista ecuánime y frontal en sus opiniones, algo inédito en los medios de Panamá, lo que la ha convertido en una de nuestras voces más controvertidas y respetadas a la vez. Es la editora y la cofundadora de Concolón, un exitoso proyecto independiente de periodismo de investigación.
Participó también Margot López, arquitecta, exdirectora de Comunicaciones del Biomuseo, y parte del equipo directivo de Talingo, el ya legendario semanario cultural que aparecía cada domingo en el diario La Prensa durante buena parte de la década de 1990 e inicios del nuevo siglo, y que obtuvo el prestigioso premio internacional Príncipe Claus. El moderador de la mesa fue Ramón Almanza, artista, coleccionista y director de la fundación que lleva su nombre, y comprometido con promover la educación artística en nuestro país.
López acogió el reto de explicar la diferencia entre el periodismo noticioso y el cultural. El primero describe hechos y los interpreta, y al segundo le toca analizar, por ejemplo, la obra de un artista o exposición a través de una nueva mirada. Es importante que el público no confunda el periodismo cultural y la crítica con la mera reseña o descripción, y mucho menos con el mercadeo y la promoción. El rol fundamental de la mirada crítica es suscitar una nueva conversación entre el fenómeno artístico o cultural y el público, construyendo una voz independiente de lo trillado, de los anunciantes, de los amigos o enemigos, y de las instituciones culturales. En cuanto a las plataformas digitales, López advirtió que hay que adaptarse a sus distintas exigencias y entender a los nuevos públicos.
Las instituciones son responsables de cimentar su propia credibilidad, sostuvo López, recordando su experiencia en el Biomuseo. Aceptar u ofrecer dinero a cambio de reportajes que ensalcen proyectos es muy reprochable, entre otras cosas porque la gente reconoce la publicidad que se mueve detrás. Sin embargo, a menudo las instituciones públicas o privadas no tienen clara cuál es su misión ni lo que están aportando a la sociedad. Entonces, difícilmente van a saber bien qué deben hacer: grave problema nacional.
El arte también es un negocio donde se manejan fortunas y muchos medios tratan de aprovechar esa circunstancia. El trabajo de nosotros como periodistas serios es asegurarnos de que la gente se dé cuenta de la diferencia entre un periodismo serio y uno promocional. Contaba López que Talingo recibía llamadas y cartas continuas de lectores de todas las condiciones: adultos mayores, adolescentes, intelectuales, gente en la cárcel, monjas... Con frecuencia elogiaban al suplemento por no caer en la banal y consabida publicidad. Entendían bien cuál era la diferencia. Las publicaciones y medios pierden credibilidad cuando lo único que publican es plano, bonito y color de rosa. Surgió entonces la pregunta: ¿Puede la “falta de cultura” en nuestra sociedad ser un factor para que mucho periodismo no sea sino propaganda?
Lauría, destacada editora, recomienda a sus colegas que no vendan su firma. “Hay que investigar profundamente. Si tu jefe en Redacción te obliga a escribir un texto condescendiente o elogioso acerca de una galería, artista o lo que sea, ¡no lo firmes! Cuida tu nombre porque es lo único que tenemos los periodistas”. Además, “un buen periodista cultural no debe escribir sobre sus amigos o sus enemigos”.
Uno de los mayores problemas en la formación de los nuevos periodistas ha sido la decadencia de los departamentos de Redacción en los medios escritos. En el pasado, afirmó Lauría, la Redacción parecía un centro cultural. Eran lugares rebosantes de ideas y conversaciones sesudas y populares. A la cabeza estaban los editores. Eran espacios de libertad, de intercambio y de desarrollo personal e intelectual.
Recalcó que hay dejar claro que la crisis del periodismo es global y no solo de Panamá. Responsabilizar a los periodistas es errado, injusto y facilista. La cultura es un derecho humano. Es importante cuestionar las instituciones para saber si están cumpliendo con lo que deben hacer para la sociedad.
Sin embargo, observó Lauría, en el caso específico de nuestro país “hay muy poca tolerancia a la verdad. Ni siquiera soportan la crítica”. Y concluyó diciendo que hay que entender que el periodista no es un destructor; es alguien que va a un lugar para observar y contarnos lo que pasa.
Por mi parte, la característica que me parecen fundamental en el periodismo cultural es la ética en el actuar del periodista, en su mensaje, y en la relación que tenemos con nuestro público lector. Ese público es el único que importa porque trabajamos para él. Traicionarlo para favorecer los intereses personales o de otros, es traicionarnos a nosotros mismos. Esta ética también se aplica a la gestión de las instituciones culturales. De la misma manera que se pide la transparencia y la rendición de cuentas a las instituciones públicas, debemos exigírsela a las privadas.
¿Interesa a los panameños que se escriba sobre arte y cultura desde Panamá? Sol, Margot, Ramón y yo no dudamos en responder que sí. “Ahora, más que nunca”, insistíamos, ahí, sentados frente al público, viendo, allá al fondo, a la joven periodista arrullando a su bebé.