Integrantes de la caravana migrante en el estado de Chiapas, en el sur de México, denunciaron este jueves 21 de noviembre que las autoridades les bloquearon...
- 04/05/2024 00:00
- 03/05/2024 19:11
En mis redes sociales tengo una sección llamada #InflueLibros; en ella dedico unas cortas líneas a promover libros de todo tipo, desde clásicos de la literatura universal hasta libros de autoayuda, psicología, mercadeo... Ahí encontrará una obra llamada El gorila invisible de los autores Christopher Chabris y Daniel Simons.
El libro está basado en una prueba de observación que hicieron estos expertos en psicología, puede verla en YouTube si la busca con el mismo nombre. También hay otra de National Geographic sobre un pingüino.
En mis estudios de las ciencias de la comunicación no verbal, me he dado cuenta de que muchísimas personas no han podido observar señales de alerta que siempre tuvieron enfrente con respecto a: su pareja, compañero de trabajo, hijos, parientes, conocidos, amigos, etc., etc. y, cuando les enseño a detectarlas en mis talleres, veo salones llenos de rostros sorprendidos y hasta autorreproches por no haberlas podido identificar antes.
A veces no podemos ver estas señales y, sobre todo, la verdad, porque no queremos encararla. Otras veces, no podemos ver lo que está frente a nosotros ni las alertas rojas, debido a una condición que ya viene en nuestro ADN llamada ceguera o sordera por inatención.
Así como lo plantea el libro, es un gorila que se nos hace invisible voluntaria o involuntariamente. Usted se preguntará, amigo lector, ¿a qué se debe esto?, ¿por qué caímos en las mentiras de alguien, llámese político, jefe o pareja?, ¿por qué no vimos que nuestro hijo(a) nos robaba o consumía drogas o alcohol?, ¿por qué no vimos que nuestra pareja cambió de ropa, colonia, hábitos de conducta, tratos, horarios y dieta, hechos que son señales inequívocas de engaño?
Negar la realidad, o no dar crédito a algo que sabemos que es verdad, es una forma de protegernos inconscientemente del dolor que representa y de ese gorila gigante.
En mi caminar profesional he aprendido que no es raro que la gente le crea a alguien, incluso cuando tiene pruebas sustanciales de que le está mintiendo y, aclaro, nada tiene que ver la raza, el sexo, color, nacionalidad, religión o profesión para mentir o creer en las mentiras. Quien miente suele hacerlo para evitar un castigo, la crítica social o para lograr un objetivo y, otras veces, simplemente por placer (lo cual ya es una patología).
Como la humanidad aún cree en la verdad, en la veracidad de quienes le rodean o creen que las fuentes de información de las cuales consultan o reciben noticias son íntegras y responsables en su totalidad, rara vez dudarán.
El historiador Romano Tácito decía: “La verdad se robustece con la investigación y la dilación; la falsedad, con el apresuramiento y la incertidumbre”. Por ende, siempre es bueno, inteligente, asertivo y necesario investigar las fuentes que leemos, observamos o escuchamos a diario, en especial en las redes sociales.
En su libro Detectando mentiras, el Dr. Paul Ekman, un innovador investigador sobre este tema, escribe que la mayoría de nosotros no podemos saber por la expresión facial o los movimientos corporales aislados si alguien está diciendo la verdad o no. De hecho, esos mitos de las miradas esquivas, cruce de brazos, retiradas hacia atrás, son eso, ¡mitos! Pero, sin duda alguna, siempre son señales rojas o señales de alerta.
Otra cosa que también he aprendido estudiando criminología es que, aunque el perpetrador sienta que cometió un delito perfecto y no dejó rastros físicos, si o si va a dejar un rastro imborrable llamado “rastro emocional” el cual, si deja evidencias de su comportamiento, hábitos de conducta, carácter y ser, ellos también son gorilas.
En su libro Tonterías emocionales, el Dr. Carl Alasko escribe que: “la negación ignora o minimiza un hecho esencial pues, con ella, queremos asegurarnos de que todo está bien, incluso cuando no es así”.
Ahora bien, esa falsa tranquilidad también nos la brinda el cerebro para dar tiempo y espacio para trabajar en posibles soluciones cuando inician las sospechas producto de la observación asertiva, sin embargo, es un reto mayor si se interpone la ansiedad o el shock; le recuerdo que ese gorila se irá haciendo más grande y difícil de derrotar a futuro, si no reconocemos un problema a tiempo.
Le pongo un ejemplo duro, niños que son agredidos sexualmente por un adulto no siempre son creídos por otros adultos. Tristemente, es común escuchar historias de algunas madres o padres que aceptan las mentiras de sus parejas, familiares y amigos por encima de la verdad del niño o niña pese a tener las evidencias muy claras enfrente.
Aquí hago un paréntesis para compartirle un hecho científicamente probado: ningún niño de menos de cinco años, repito, ¡NINGUNO!, puede mentir ya que no conoce el concepto de la mentira, así que créale sí, Dios no permita, se le acercan por ayuda ante esta situación.
¿La verdad duele? ¡Sí! porque estamos frente a hechos consumados, sin embargo, es necesario encararla y es aquí donde entra la frase del escritor Manuel Vincent: “el que busca la verdad corre el riesgo de encontrarla” porque, también hay una realidad, nunca es igual saber la verdad por uno mismo que tener que escucharla por otro y esta, suele doler más.
¿Qué gorila debe enfrentar para que no se haga invisible ante sus ojos? Es la pregunta que desde hoy debe hacer para poder crecer, crear y creer ya que, mientras tenga los ojos cerrados ante hechos y señales obvias, su visión de futuro y soluciones próximas estarán, al igual que el gorila, invisibles ante su vista y mejores días.