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El transitismo panameño, modelo económico, historia oficial y narrativa única
- 21/03/2022 00:00
- 21/03/2022 00:00
A continuación, el presente artículo intentará explicar la expresión “transitismo”, sus múltiples significados y relevancia medular en el estudio de Panamá, su historia y su cultura.
Origen fáctico y objetivo. La expresión “transitismo”, de origen panameño, se deriva del verbo transitar, que significa la acción de pasar o transportar y del sustantivo tránsito, que se enfoca en los objetos del tránsito (personas, vehículos y carga) que son transportados por la vía interoceánica. Por último, también puede referirse a la vía o al paso mismo como sujeto del tránsito. Como un hecho, vía o práctica, el transitismo describe acciones y sucesos relacionados con el paso transístmico de Panamá, de forma aislada o sucesiva, sin ofrecer sentido ni lógica a los mismos.
Conceptualización. Como concepto, la expresión “transitismo” resulta de la abstracción, interpretación y síntesis de los hechos históricos del paso transístmico en el istmo de Panamá. Como concepto, el transitismo sintetiza, interpreta, generaliza y explica la experiencia de Panamá como paso interoceánico construyendo un sentido y lógica a los hechos.
En esta oportunidad, y sin olvidar su dimensión fáctica, daré especial atención al transitismo desde su perspectiva conceptual. Enfocaré sus contenidos como ideas que sirven de herramientas analíticas, que permiten construir un modelo y una narrativa, dando estructura a la economía, lógica a nuestra historia y sentido a la cultura nacional.
Por una parte, la historiografía transitista destaca como “razón de ser” y hecho primordial de Panamá al paso interoceánico entre el Pacífico y el Atlántico (de personas, bienes y servicios durante más de 500 años, convirtiendo este relato en el hilo conductor y columna vertebral de toda la historia de Panamá, imponiéndose como historia oficial.
Por otra parte, el transitismo ha generado un discurso que prioriza la función del paso transístmico, y de su conglomerado económico, por encima de cualquier alternativa, valorándola como la mejor apuesta nacional para el desarrollo, la modernidad y el progreso. El transitismo también ha generado y puede entenderse como modelo económico (liberal y neoliberal, sucesivamente).
El transitismo ha construido también una visión de país, una identidad y un proyecto nacional, imponiendo un sistema preferencial de valores pasando a la dimensión del transitismo como cultura.
Cuando pensamos el “transitismo” como historia, enseguida asociamos un conjunto de hechos acaecidos en el pasado que identificaron, construyeron y garantizaron la función de Panamá como paso y puente geográfico, uniendo los océanos Atlántico y Pacífico, desde la conquista española del Mar del Sur, la construcción de la ciudad de Panamá y las rutas del Camino Real y de Cruces, pasando por el ferrocarril transístmico y llegando al Canal de Panamá, hasta nuestros días. El transitismo como historia es una sucesión de hechos en cadena, sumándose, unos con otros, hasta construir un proceso histórico (dinámico y de largo alcance).
Adicionalmente, el transitismo, como narrativa histórica, reduce la historia nacional a la historia del paso transístmico, convirtiéndolo en hilo conductor y lógica de nuestra historia nacional, hasta convertirse en el relato histórico predominante, en historia oficial o historia única, invisibilizando y excluyendo otras historias y a sus sujetos históricos (mujeres, afrodescendientes, indígenas, mestizos, niños, viejos, trabajadores, pobres).
Como narrativa histórica, el transitismo destaca e idealiza, como sujeto de la historia nacional, al hombre blanco capitalino o burguesía comercial, a la zona de tránsito y su geopolítica, a la economía de servicios y a la cultura de la interoceanidad.
El transitismo, pensado desde la geopolítica mundial, destaca el valor histórico de la geografía situacional de Panamá, por su situación estratégica para unir continentes a través de los océanos Atlántico y Pacífico. El análisis geopolítico de Panamá, desde el abordaje transitista, permite identificar a Panamá como pieza clave (militar y comercial) de los imperios a través de los últimos 500 años. La perspectiva de geopolítica global del transitismo otorga un valor considerable a Panamá. No obstante, simultáneamente lo reduce a un territorio o un simple paso, invisibilizando a su población, a su historia y a su cultura (o reduciéndolos a simple apéndice del tránsito). Desde la perspectiva mundial, adicionalmente, el transitismo enfrenta otra paradoja: mientras históricamente ha buscado la autonomía económica y política, sus resultados apuntan a una economía abierta, en el contexto de la dependencia de los centros financieros del sistema mundial.
Desde la perspectiva de la geopolítica interna, la historia del transitismo expresa una dinámica pendular entre la zona del interior (su territorio, economía, cultura y sociedad), una especie de alter ego de la zona de tránsito durante el siglo XIX, que forcejea por el predominio político y que, posteriormente, será estructurada bajo la hegemonía de la zona de tránsito que se convertirá desde el siglo XX en el centro económico y político nacional. En este contexto, las comarcas indígenas (como territorios, comunidades, economía y culturas) son concebidas por el transitismo como territorios y recursos al servicio del transitismo, cuyas comunidades y culturas son pensadas como marginales del hilo conductor del proceso histórico y político de la nacionalidad panameña como tal.
El transitismo adoptó el liberalismo con su ideología económica librecambista y política democrática, bajo el liderazgo del criollo burgués-comerciante de la zona de tránsito y como expresión de la cultura panameña del siglo XIX.
Desde una perspectiva filosófica, el transitismo moldea una conciencia de clase social con los elementos de una ética inmanentista, profundamente utilitarista, positivista y cientificista.
Creada la República, a partir del siglo XX, las oligarquías asumen una transformación neoliberal del transitismo, tornándola en una ideología ecléctica y contradictoria que vuelve a incorporar rasgos de la concepción escolástica del siglo XIII (religiosa, trascendentalista y feudal) para definir sus motivos, mientras propone la tecnificación en la educación para resolver sus problemas, al margen de toda conceptualización de las contradicciones sociales en el país.
El transitismo como ideología idealiza el liderazgo político de las oligarquías liberales y reduce al campesinado y al proletariado urbano a un amorfo sujeto marginal y lumpenizado.
El transitismo es una variante panameña del capitalismo, en el contexto del desarrollo de América Latina y sus relaciones de dependencia dentro del sistema mundo. Por tanto, el ambiente, la geografía y la sociedad del Panamá actual son resultado del transitismo como formación y modelo socioeconómico entre los siglos XVI y XXI. A lo largo de ese período ha tenido algunos rasgos constantes, al mismo tiempo que otros rasgos cambiantes, entre los que destacan:
•El monopolio del tránsito por la ruta interoceánica sujeta a estricto control estatal.
•El uso de ese control estatal por parte de los grupos dominantes en el istmo, con el fin de garantizar constantes subsidios ambientales y sociales a la actividad de tránsito, y como medio para concentrar y centralizar la vida económica del país (y la acumulación de los excedentes generados por esa economía) en torno a esta actividad.
•La constante fragmentación del mundo de los trabajadores entre los sectores directa e indirectamente vinculados al tránsito.
•El control de las relaciones exteriores que en este caso se caracterizan por someterse a una relación de dependencia con respecto al centro del sistema mundial.
•Una estructura económica que, desde el punto de vista latinoamericano, está invertida porque concentra en el sector terciario magnitudes de actividad y producción que en el resto de la región corresponden a los sectores primario y secundario.
Por último, el transitismo como modelo y narrativa historiográfica ha generado además una identidad cultural: la cultura de la interoceanidad.
Como cultura, el transitismo se define como sistema de valores y significados, construida por la sociedad y la historia del tránsito, y las trasciende en el espacio y el tiempo de origen, porque las culturas se aprenden, migran, se destruyen, se fusionan, se reinventan, se deconstruyen y se abandonan. La cultura de la interoceanidad es hegemónica de las culturas del Panamá del interior y del Panamá indígena, por razones históricas referidas antes y predomina a través de la enculturación y la asimilación.
Su sistema de valores destaca el pragmatismo, cosmopolitismo, globalismo, xenofilia, modernidad, comercio librecambista y negociación. Genera un imaginario que, a partir de la década de 1970, piensa a Panamá como puente del mundo y corazón del universo, actualizando las narrativas del “emporio comercial” y del “país tránsito” del siglo XIX, con una narrativa triunfalista y acento chauvinista, orientada hacia el mundo externo (o hacia afuera) y se disocia emocionalmente de América Latina.
La cultura de la interoceanidad de siglo XX y XXI asume la misión de garantizar la continuidad del tránsito como actividad y del transitismo como modelo económico, cultura y sociedad. Para lograrlo, coexiste con las modalidades culturales del Panamá rural y del Panamá indígena, porque se nutre de la diversidad, incorporándolas y subordinándolas, sin anularlas en un contexto de colonialidad externa e interna.
El transitismo como historia oficial y narrativa única reinventa y actualiza la visión de país decimonónica sobre “el país tránsito” y “el emporio comercial”, marginando al Panamá rural y al Panamá indígena. El transitismo como concepto ha generado una historiografía o teoría de la nacionalidad, una ideología, un modelo económico y una cultura de identidad nacional, cuyo enfoque es reductivista, desigual y excluyente de otras zonas económicas, sus culturas y su gente.
A pesar del innegable alcance del transitismo, en su hegemonía nacional y continuidad histórica, surge con ímpetu la exigencia revisionista de los libros de historia en las escuelas, con el fin de recuperar a las mujeres, a los indígenas y a los afrodescendientes y otros grupos inmigrantes nacionalizados, como sujetos de la historia nacional, superando el androcentrismo clasista y el racismo imperante en la narrativa transitista como historia oficial.
Nuevas publicaciones que destacan liderazgos femeninos, indígenas y afrodescendientes, así como las historias de movimientos sociales, de comunidades rurales, historias de vida de mujeres pobres, o de las historias destructivas del transitismo, emergen como rupturas de la narrativa transitista como discurso único, nutriendo nuestra historiografía y conciencia nacional con la conciencia crítica y social, la diversidad y la interculturalidad que se requieren para enfrentar el siglo XXI y sus desafíos.
Si hacemos balance del transitismo, podemos reconocer que, en su dimensión fáctica, obtuvo logros, a saber: la creación del Estado nacional, modernidad y riqueza. Y que, más allá de lo fáctico, articuló una teoría de la nacionalidad, escuela historiográfica, modelo económico y visión de país con identidad cultural.
El transitismo ha dejado también un lastre de desigualdad social, exclusión cultural y destrucción ambiental que, en última instancia, amenaza la continuidad y viabilidad futuras del propio tránsito.
Como narrativa, el transitismo impuso una historia única oficial que por mucho tiempo invisibilizó la diversidad histórica, social y cultural de Panamá.
En suma, el mayor desafío del transitismo, como modelo económico, memoria histórica y cultura es el desarrollo sostenible y la descolonialidad. Y estos desafíos debieran discutirse en la próxima Constituyente de Panamá.