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El Salado, entre la conservación ambiental y el despegue económico
- 19/08/2023 00:00
- 19/08/2023 00:00
Caminar en su manglar con marea baja para observar las oleadas de aves playeras, a pesar de los molestos mosquitos, es una fuente de ingresos por ecoturismo, y pescar en sus aguas otra manera de sobrevivir, pero El Salado tiene una oportunidad de despegar económicamente si se hace realidad y ambientalmente correcto el puerto multipropósito de Aguadulce.
Dicen que atraerá inversiones por más de $2.000 millones, la mitad en tres años, que se generarán 10.000 empleos, que mejorará la educación, etcétera, en una comunidad hasta hace poco abandonada a su suerte, pero que ya cuenta con vigilancia del Servicio Nacional Aeronaval.
El Salado es un pequeño pueblo a orillas del océano Pacífico parte del corregimiento Barrios Unidos, de Aguadulce, en donde desde hace dos décadas se acaricia la idea de construir un puerto multipropósito de alto calado para atender tanto al comercio mundial como cruceros. Hasta allá se trasladó un grupo de periodistas con el auspicio de Audubón Panamá, cuyas científicas están preocupadas por el cuidado de los valiosos manglares.
Y no es para menos, como parte de la bahía de Parita, que abarca el litoral de las provincias de Los Santos, Herrera y Coclé, posee unos manglares de alta captación de carbono y protectores de las cada vez más furiosas arremetidas del mar, además de ser el hogar de miles de aves playeras nativas y decenas de miles de migratorias que cruzan el continente para buscar refugio en sus bosques, reproducirse y alimentarse.
Además, estos manglares son el kindergarten de numerosas especies marinas, algunas en peligro de extinción, al decir del doctor en ecofisiología de plantas Eric Manzané, quien compartió sus conocimientos en un webinar convocado por la organización Adoptabosque junto con estudiantes de biología interesados en conocer la importancia de estos recursos.
Asimismo, Rosabel Miró, de Audubón Panamá, en el trajinar hacia El Salado y en sus playas, explicaba a los periodistas el rol clave que tiene el manglar para la estabilidad del área, para la supervivencia de especies y el modo de vida de los pobladores, que no conocen a fondo la trascendencia de un megaproyecto como el de la terminal y Zona Económica Especial de Aguadulce.
“Quisiéramos saber cómo contemplan los temas ambientales y de preservación” los ejecutivos que impulsan el nuevo polo de desarrollo que se pretende levantar, por ejemplo, sobre el manejo de los hidrocarburos. La proyectada terminal sería un relleno que se dice tendrá entre tres y siete km de largo mar adentro para recibir a los cruceros, o la construcción de un enorme patio de contenedores –algún empresario insinuó que sería también ganando terreno al mar–, comentó Miró.
Es harto conocido que destruir el manglar despoja de protección a las poblaciones cercanas al mar, y además elimina la retención de sedimentos, provoca desaparición de especies por falta de alimentación, causando perjuicios a la actividad económica de poblaciones carentes de casi todo.
Sobre las previsiones por los esperados efectos de la subida del nivel del mar, de los oleajes, la escalada de la temperatura, entre otros factores, Rosabel Miro dijo que “espero que los contemple la proyección”, aunque admitió desconocer qué estudio tienen porque sí recuerda que tienen “uno viejo” de antes de 2010.
Comentó también que los promotores del proyecto le han hablado a la población de otorgarle tierras para edificar un mercado en donde puedan ofrecer los productos del mar que pescan, y que les han asegurado que las obras “no afectarán los manglares”, sobre lo que expresó sus dudas porque “toda intervención” artificial en un medioambiente causa efectos.
Cerca a El Salado está la legendaria Cooperativa de Salineros Marín Campos, que extrae el mineral de las albinas cercanas al manglar, y tienen un buen concepto del proyecto, de acuerdo con el vicepresidente de esa organización Jacob Villarreal.
Son 130 socios, organizados desde hace unos 45 años, quienes producen alrededor de 85.000 quintales anuales, al menos este año, lo cual les genera una rentabilidad atractiva, y tienen planes de reactivar más salinas tradicionales para abastecer el mercado local, como ganaderos, de consumo para el hogar, y hasta atuneros de otros países.
Las albinas que usan son de tiempos ancestrales, refirió. “Sol y viento es lo que se necesita”, anotó.
Recordó que en esa área la cosecha de sal la hacían los pobladores precolombinos y la usaban para el trueque de productos alimenticios.
“Nosotros estamos de acuerdo con la construcción del megapuerto. Según el estudio de impacto ambiental que vimos, entiendo que no van a destruir tantos manglares, así que nosotros estamos de acuerdo con eso”, especificó.
También se prevé el manejo de hidrocarburos y por ello espera que tampoco cause grandes efectos negativos, aunque admitió que “no conozco a fondo el estudio de impacto ambiental”.
Recordó que –así como ellos– los pescadores tendrán un asiento en la junta directiva de la agencia que desarrollará el proyecto, creada el pasado 5 de julio.
Francisco Pittí, pescador y ahora promotor de turismo ecológico en El Salado, sirvió como guía y orientador del grupo; la regla de oro es “lo que está en el manglar, se queda en el manglar” para que ningún entusiasta cediera a la tentación de llevarse una concha de abanico o cangrejo ermitaño.
Se observó varias especies de aves playeras, aunque no el famoso chorlo de Wilson, una especie de reducida población, nativa y también migrante, que se ha detectado incluso que viaja del lado Atlántico de Norteamérica al lado Pacífico de Panamá.
El zaparito trinador, ostrero, americano, playero aliblanco, fueron algunos de los alados especímenes que posaron para las cámaras mientras la marea subía hasta cubrir la roca de basalto que les servía de sitio de reposo.
Pittí contó que es difícil el cuidado del lugar porque muchos visitantes meten los todoterreno hasta la orilla del mar y eso espanta a las aves. Hacen sus parrilladas y dejan la basura en el lugar, de hecho, mientras recorríamos parte del manglar, al menos media docena de latas de aluminio fueron recogidas de entre los palos de mangle.
También nos llevó al mediodía a conocer el pueblo de pescadores y el muelle –inhabilitado– de donde parten los pescadores artesanales todos los días, quienes nos observaban desde un barcito hogareño –cerveza en mano– a los curiosos periodistas ver los tipos de trasmallo que usan, las diferentes conchas pegadas a las rocas y los signos de los oleajes contra las casas cercanas.
Julio, un bronceado y canoso pescador, compartió que “somos unos cien pescadores que a veces salimos a la mar, depende del día” y dijo que donde se hará el nuevo puerto es un lugar “muy bonito, pero hay bastantes cocodrilos grandes” y no queda donde en 1927 la empresa West Indians Oil Company construyó el puerto de Aguadulce, de poco calado.
Mientras hablaba, estalló el jolgorio entre los pescadores cuando su colega Carlos, un alto joven pescador, posaba con un mero de 25 libras que acababa de capturar junto con otros dos más pequeños, en una tarde bucólica que invitaba a estar en una hamaca.
En 2015 El Salado fue noticia cuando los pescadores capturaron junto a sus lanchas un enorme cocodrilo de más de cuatro metros de largo, asunto que fue considerado “maltrato” por algunos, pero que el Ministerio de Ambiente investigó y luego instruyó a los vecinos a no verter desperdicios cerca del muelle porque eso atrae a las bestias.
El área de La Caleta, en El Salado, es la ubicada para levantar el megapuerto y la zona económica especial, que ocupará 1.758 hectáreas del Estado.
Según dijo antes el ministro consejero para Asuntos Agropecuarios, Carlos Salcedo, el Área Económica Especial de Aguadulce y la Terminal Portuaria Multipropósito, las empresas que estarían interesadas en el proyecto provienen de Holanda, Estados Unidos, Panamá, China, Israel, México, Corea del Sur, Emiratos Árabes Unidos, Indonesia y Canadá.
Al menos desde 2015 las varias licitaciones convocadas fueron declaradas desiertas.
Para Manzané, lo que se tiene que hacer es “despertar la conciencia” de la ciudadanía porque existen “más de 20 disposiciones legales que protegen los manglares” y resaltó que cuidarlos es “nuestra propia conservación como especie”.
La bahía de Parita se extiende por 47.318 hectáreas, desde el río Antón hasta el río La Villa, y el dato más reciente sobre la extensión de los manglares de Panamá es de 181.338 hectáreas para los dos litorales y que según Trejos-Castillo (2007) fue determinado, mediante el análisis de imágenes satelitales Aster, del Centro del Agua del Trópico Húmedo para América Latina y el Caribe (Cathalac).
La siembra de arroz, la ganadería, la urbanización, han sido los principales factores de su destrucción, de acuerdo con Manzané, quien calculó que en 1960 Panamá tenía al menos 553.000 hectáreas de manglar, o sea que apenas queda un 32% en pie.