Oprah, palabra de diosa

Las definiciones que de ella se manejan la sitúan en la estratosfera del poder y la fama. También de la riqueza. Si se toma la revista F...

Las definiciones que de ella se manejan la sitúan en la estratosfera del poder y la fama. También de la riqueza. Si se toma la revista Forbes como fuente, se trata de la primera negra multimillonaria de la historia –fortuna estimada en cerca de 3.000 millones de dólares–. Atendiendo a los descarnados datos de los medidores de las audiencias televisivas, es la mujer con más influencia de su generación. Millones de personas –básicamente mujeres– viven bajo la Biblia de Oprah. Lo que Oprah Winfrey dice es sagrado y tiene valor de ley. Es Dios hecho mujer. Y de color negro.

Puede que el artículo de opinión que Winfrey escribía el pasado 24 de abril en el diario The New York Times sea más efectivo y alcance a más gente que cualquier campaña gubernamental, aunque esta fuera dirigida por el mismísimo presidente de Estados Unidos. Si Oprah dice que “si texteas no conduzcas”, así sea. En 2008, 6.000 personas morían víctimas de conductores distraídos mientras mandaban un mensaje de texto o hablaban por su móvil. Una de esas personas Erica Forney, de nueve años moría aplastada por un coche a menos de 15 pedaladas de bicicleta de su casa en Fort Collins, Colorado. Oprah ha contado la tragedia y no ha quedado un solo ojo seco. Veremos qué dicen las estadísticas tras su llamada de atención.

Nació, mucho antes del sueño Obama, en una piel de cuyo color renegaba y en la pobreza extrema del gueto negro de Kosciusko, Misisipi, siendo este el Estado más racista de la Unión a mediados del pasado siglo.

Ni siquiera podía poseer un perro. Así que Winfrey adoptó, como mascotas, dos cucarachas. “Las puse en un bote de cristal y las llamé Melinda y Sandy”, cuenta. Y confiesa que tenía terror a caer dentro del agujero que hacía la función de retrete. Oprah asegura que rezaba cada noche para tener tirabuzones dorados como los de Shirley Temple: “Quería que mi pelo fuera como el suyo y no grasiento y sujeto a la fuerza por 17 horquillas”. Admitió en una ocasión que detestaba haber nacido negra. Se lo dijo a la legendaria periodista Barbara Walters.

Quién podría imaginar, en un país segregado el día en que vio la luz la famosa presentadora de televisión, el 29 de enero de 1954, que un presidente negro dormiría en la Casa Blanca y que la niña que no tuvo zapatos hasta los seis años ni poseyó un vestido comprado en una tienda tendría parte de responsabilidad en ello. “Mi trabajo consistía en hacer que la gente conociera y supiera quién era Obama”, declaró Winfrey tras la victoria del demócrata en 2008. “Quería que fuera elegido y creo que lo he conseguido”. Ese es el poder de Oprah, la reina en un país que llora la ausencia dictada por la historia de una aristocracia en la que mirarse.

Porque Oprah Winfrey es una mujer muy poderosa. Poderosísima. Tanto, que la escritora de la biografía no autorizada –término este extremadamente importante– considera que ninguna televisión –a excepción de un breve segmento en NBC – la ha entrevistado con ocasión de la salida al mercado de su libro por miedo a las represalias de la reina de las tardes televisivas, franja en la que está instalada en ABC desde hace ya 25 años. Ni tan siquiera el legendario Larry King la ha llevado a su venerado programa.

¿Existe una omertà, un código de silencio que hace impenetrable la vida de la popular estrella mediática? ¿Qué hay de cierto y qué hay de mentira en los 56 años que tiene Winfrey? Porque ella cuenta una historia, y la familia, otra. La familia niega esa extrema pobreza que ella relata. La familia rechaza las acusaciones de Oprah hacia un primo y un tío de haberla sometido a abusos sexuales desde que tenía nueve años. La familia se siente segregada del entorno de la rica y famosa Winfrey.

Esos son los claroscuros que recoge el libro de Kelley, que no ha tenido acceso directo a Winfrey y ha basado su trabajo en todas las entrevistas, ya sean en prensa, radio o televisión, concedidas por la reina en el último cuarto de siglo. Kelley también se ha apoyado, durante cuatro años de trabajo, en más de 800 encuentros mantenidos con personas del entorno de la presentadora, la amen o la odien.

Porque la vida de la celebridad bien podría ser uno más de los capítulos de su programa televisivo. “Abusos sexuales en la niñez”. “Promiscuidad y sus consecuencias”. “Tener un hijo prematuro a los 14 años y que muera antes de cumplir un mes y medio”. “Cómo perder peso y desgraciadamente volverlo a ganar”. “Casarse o no casarse con el tipo al que amas (Winfrey lleva muchos años de relación con el que era guarda de seguridad de los estudios de televisión Stedman Graham y en una ocasión llegaron a anunciar una boda que nunca se produjo, lo que no ha hecho más que fomentar los rumores de su homosexualidad y las acusaciones de que su relación es una farsa)”. “Que sea mi amiga no significa que sea mi novia”. “¿Quién es mi verdadero padre?”.

Oprah elige el silencio a la hora de aclarar pasajes de su vida, como por qué nunca se ha casado o si es lesbiana. De hecho, la única vez desde que la obra está en el mercado –desapareció de los estantes de cuatro librerías distintas de la capital de EE.UU. en cuestión de horas en su primer día a la venta a mediados de abril– en que la famosa locutora se ha dignado a referirse al libro ha sido para salir en defensa de su íntima amiga Gayle King. “Han sido días difíciles para Gayle desde que esa denominada biografía saliese a la luz”, dijo Winfrey en la entrega de unos premios en Nueva York. King está divorciada, tiene dos hijos y ocupa un puesto en la dirección de la revista que lleva una gran O por título, la O de Oprah, por supuesto. Ambas son amigas desde hace años y, desde hace años, las revistas sensacionalistas –y las que no lo son tanto– especulan en grandes titulares sobre su supuesta relación sexual.

Durante esa entrega de premios en Nueva York, Oprah también bromeó ácidamente sobre un secreto que parece revelar el libro de Kelley: que Vernon Winfrey no es su padre biológico –cosa que esta asume desde hace años– y que la autora dispone del verdadero nombre. Sin embargo, Kelley relata que mantiene la confidencialidad porque considera que es la madre de la presentadora la que debe decírselo a su hija, nadie más. “Cada día me salen nuevos padres. Papis que me llaman para decirme hola y pedirme que les pague un nuevo tejado”, dijo.

Ese ha sido todo el valor que Oprah Winfrey le ha dado al libro de Kitty Kelley, conocida por polémicas biografías –no autorizadas, de nuevo– de personajes como Frank Sinatra, Jacqueline Kennedy, Nancy Reagan, la familia Bush o la familia real británica. ©ELPAIS.SL.

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