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- 31/05/2019 02:06
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Recientemente analizaba un documento de la Escuela de la Inteligencia de Augusto Cury que mostraba el estado emocional de la sociedad. Uno de los datos que llamó mi atención fue la elevada cifra señalada por la Organización Británica de la Defensa de los Niños, donde un 84% de los estudiantes creen que sus escuelas son violentas.
Bullying es una palabra de origen inglés que podemos definir como aquella agresión física o verbal, de modo intencional, realizada reiteradamente, por uno o más estudiantes hacia uno o más de sus compañeros. Es una de las formas de violencia que más se ha ido desarrollando en el mundo, la cual puede ocurrir en la familia, las escuelas, los centros universitarios, en los trabajos y en las comunidades.
En este caso, trataremos la que ocurre en las escuelas, debido a recientes noticias en los medios de comunicación referentes a vulneraciones sufridas por niños y adolescentes, y la forma como debe actuar el docente, los padres de familia, los espectadores y la persona objeto de bullying ante esto.
Es importante aclarar que todos podemos ser objeto de bullying y que como toda agresión, tiene sus consecuencias, lo que en primera instancia puede parecer una broma o un apodo puede ocasionar un traumatismo emocional y físico, daños psicológicos y problemas de desarrollo a quien es objeto de la intimidación. Incluso suicidio.
En el caso de los estudiantes, el bullying puede reflejarse mediante actitudes como una baja autoestima, un descenso del rendimiento académico o aislamiento. Esto a raíz de intimidaciones que pueden darse por pertenecer a un grupo étnico, religioso, por poseer alguna discapacidad, ser de menor edad, tímido, extranjero, etc.
Aunado a esto, quien es objeto de bullying puede presentar enfermedades psicosomáticas: dolor de cabeza, de barriga, espalda, vómitos, mareos. Asimismo, pueden darse casos de ausentismo o deserción escolar.
Por lo anteriormente expuesto, es necesaria la intervención de toda la comunidad educativa para que sea combatido diariamente, ya que se afecta a la víctima, a los testigos de las agresiones y también al agresor, pues, como señala Augusto Cury al referirse al agresor: ‘debemos entender que nadie hiere sin antes haber sido herido'.
En muchas ocasiones, los niños, aspirando a ser populares y a sentirse con poder, a proyectar una buena imagen de sí mismos, tienden a humillar, a infligir sufrimiento y a despreciar a sus compañeros, sin tener en cuenta que esto también puede traer consecuencias en su vida adulta. Aquellos que lo sufren pueden carecer de empatía, ser ofensivos y violentos, además de las consabidas dificultades para superar pérdidas y frustraciones.
Es una realidad a la que no escapan los testigos o espectadores del bullying , quienes están incluidos en este drama. Ni defienden a la víctima ni se unen a los autores, lo que hace que en ocasiones se sientan culpables o cómplices. Esto también es cierto en el caso del reenvío de mensajes a través de WhatsApp, Instagram, Facebook, correos electrónicos, etc. En ocasiones se graba la humillación y se procede a publicarla masivamente.
Asimismo, el niño que sufre el bullying y que no busca ayuda puede desarrollar trastornos emocionales que le impidan socializar, siendo condenado a vivir momentos de ansiedad, miedo, venganza y depresión. Todo esto afecta su vida escolar.
¿Qué hacer?
Toda la comunidad educativa debe estar preparada para intervenir de manera efectiva en cualquier momento en que ocurra esta situación. Algo que contribuye mucho a disminuir el bullying es estar capacitado en habilidades socioemocionales, de forma que se practiquen tanto en los hogares como en los salones de clases.
El realizar actividades ‘antibullying' donde participen los padres es vital, pues contribuye al desarrollo del interés y del ánimo en el estudiante, al tiempo que fortalece la relación profesor, estudiante y familia.
El desarrollo de la inteligencia socioemocional juega un rol fundamental para combatir el bullying. Al respecto, los expertos Cléo Fante y José Augusto Pedra, autores del libro Bullying Escolar (132 páginas, Ed Artmed, tel: 0800 703 3444.) aconsejan que en los salones de clases se debe incentivar la solidaridad, generosidad y el respeto a las diferencias por medio de conversaciones, campañas de incentivo a la paz y la tolerancia y trabajos didácticos como actividades de cooperación e interpretación de diferentes papeles en un conflicto'.
La Escuela de la Inteligencia señala que para combatir el bullying se debe trabajar en el agredido y en el agresor. Por ejemplo, en el agresor se debe trabajar en la empatía, autocontrol y en pensar antes de reaccionar. Al agredido se le debe enseñar a proteger su emoción, a desarrollar la autoconfianza y la autoestima.
En definitiva, nadie nace siendo agresor. Lamentablemente, son conductas que se aprenden pero que se pueden desaprender, por lo que es necesario que el sistema educativo desarrolle dentro de su currículo la educación socioemocional, enfatizando la aplicación de estas habilidades, de forma tal de transformar ciclos enfermizos de violencia en relaciones saludables.
‘Aquellos que lo sufren pueden carecer de empatía, ser ofensivos y violentos, además de las consabidas dificultades para superar pérdidas y frustraciones'.