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- 11/09/2022 00:00
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Llegamos a Kyushu, última región de nuestro recorrido y la más al sur de Japón. Incluye las prefecturas de Fukuoka, Saga, Nagasaki, Kumamoto, Oita, Miyazaki, Kagoshima y Okinawa. Sus islas se extienden más de mil doscientos kilómetros y se le considera la puerta sur de entrada para los países de Asia.
La primera visita es al Shimabara-jo —Castillo de Shimabara— se construyó a inicios del período Edo (1603-1868) cuán impresionante debió ser en fechas tan lejanas. Sobrevivió la rebelión de Shimabara (1637-38) —Disturbios y enfrentamientos en los pueblos de Shimabara y Amakusa en la rebelión contra el señor feudal debido a las hambrunas, abusos de poder y altos impuestos—. Su enorme foso de 3,930 metros de largo y su muro de 3,800 metros de largo lo hacían prácticamente infranqueable, no obstante, fue derribado en 1874 y se reconstruyó su torre en 1964.
Continuamos conociendo el Kumamoto-jo —Castillo de Kumamoto— diseñado por Kiyomasa Kato (1562-1611) quien lo construyó en 1607, aunque tardó casi siete años y es su color negro lo que lo diferencia de otros. En 2016 dos terremotos de más de siete grados le ocasionaron graves daños que están siendo reparados en la actualidad. Con algo de suerte podríamos encontrarnos con Kumamon, la popular mascota de la prefectura de Kumamoto y una de las más conocidas en todo el mundo.
Si prefiere no caminar mucho, el Kitsuki-jo —Castillo de Kitsuki—, “el más pequeño de Japón” es buena opción, construido en 1394 por Kitsuki Yorinao, alcanzado por un rayo en 1608 sucumbió a las llamas, fue reconstruido en 1970 y en la actualidad alberga un —pequeño— museo de historia. Los turistas pueden disfrazarse con armaduras de samurái y hacerse fotos.
Un viajecito por barco nos lleva al monumento a la industrialización, la isla de Gunkanjima —Isla Acorazado—, conocida así por su aspecto. Esta isla era casi una ciudadela, contaba con edificios de apartamentos, escuelas, cine, hospital y hasta sala de pachinko-ya —juego de azar japonés—. En 1887 se explotaron minas de carbón, antes y durante la segunda guerra mundial fue campo de trabajos forzados y cuando se acabó el carbón en 1974, se abandonó. En 2015 Unesco lo nombró patrimonio cultural y en la actualidad este sitio turístico es un poco espeluznante.
Pero ese no es el único horror de la guerra, existe la trágicamente famosa ciudad de Nagasaki que sufrió el segundo bombardeo atómico, el 9 de agosto de 1945. El Museo de la Bomba Atómica de Nagasaki es un lugar que nos enfrenta a lo inhumano de la guerra. Cuenta con un Salón conmemorativo de la paz y el Parque del hipocentro de la bomba, además de exhibiciones que muestran a los visitantes lo sobrecogedora de la tragedia y los esfuerzos por el desarme nuclear.
Existe también el Okinawa-ken Heiwa Kinen Shiryokan —Parque memorial de la paz de Okinawa— un poco alejado en la Isla Okinawa, en este lugar se llevó a cabo una de las más cruentas batallas del pacífico. Ahí puede visitar el Museo Memorial de la Paz y el monumento Himeyuri, dedicado a las más de doscientas chicas que fueron reclutadas como enfermeras por el ejército japonés en el hospital de campaña y que murieron en la isla por miedo de rendirse a los norteamericanos.
Un poco más atrás en la historia, el Parque Histórico de Yoshinogari con más de setecientos mil metros cuadrados es el más grande asentamiento del período Yayoi (300aec - 250ec), en él se pueden visitar las recreaciones de la villas, las casas de los gobernantes —Minaminaikaku—, el “cementerio” con sus tinajas funerarias y aprender algo sobre su historia.
El primer plato es caro, pero valdrá la pena. Carne de Miyazaki, tan famosa y sabrosa como la de Kobe, pero menos cara. Proveniente de reses wagyu —reses de las cuatro razas japonesas—, su carne con la cualidad shimofuri —marmoleada—, es decir, la grasa se mezcla con la carne roja lo que hace que su textura sea suave y como dicen los japoneses, se derrita en su boca. Continuamos con el calamar yobuko, del mar de Genkai, su carne es firme, dulce y lo mejor de todo ¡transparente! es un plato increíble a la vista, en especial como sashimi —cortes hechos con cuchillo—, para las personas con dificultades al comer, lo puede pedir como empanadillas. Con cientos de años de inventado, el rokubee —fideos gruesos hechos a base de ñame rallado y batatas—, es un plato tradicional que no se debe pasar por alto. La leyenda cuenta que en el período Edo (1603-1868), durante una hambruna un campesino los creó y el poblado los bautizó con su nombre.
Después de comer, un paseo por Izumi-Fumoto las residencias de los samuráis del período Edo, estos fumoto —pueblos exteriores— acomodaban a los samuráis en el extrarradio de Satsuma, el paisaje se ha mantenido casi igual por más de cuatrocientos años y si lo desea, puede visitar las residencias Takezoe-tei y Saisho-tei que les permitirán conocer el entorno en el que vivían en aquella época. Si es curioso podrá escabullirse por el túnel que está debajo de Saisho-tei en caso de algún ataque.
La visita en el Santuario Usa Jingu, hecho para Hachiman, el divino protector de Japón, su pueblo y la Casa imperial, todo es hermoso. Su color rojo bermellón lo hace muy atractivo, el lugar es bastante tranquilo excelente para sentarse a disfrutar un tai-chazuke —cuenco de arroz con dorado encima bañado el conjunto con té—. Al terminar recuerde pasar por Omotesando, el distrito de compras donde puede comer o llevarse algún recuerdo.
Finalizamos en el Santuario Ouo, cuyo principal atractivo es el torii del mar de Ariake compuesto de tres puertas colocadas a seis metros de distancia, que en marea baja puede darse el gusto de caminar por las tres y en marea llena el contraste de color con el agua es digno de una postal. Si hace su viaje en agosto, disfrutará del Sen no toro matsuri —Festival de las mil lámparas—, cuando el lugar se adorna con más de quinientas lámparas flotantes.
Cerramos con una interrogante para usted amigo lector. ¿Sabía que Kyushu significa literalmente “nueve provincias”?, si es curioso puede ir a internet y descubrir el porqué.
Tengo una deuda de gratitud con Masatoshi Watanabe quien revisó cada uno de los artículos por región, a él un fuerte abrazo hasta Tokyo y la esperanza de poder reunirnos a disfrutar de un buen nihonshu.
el autor es Catedrático de la Universidad de Panamá y Doctor en Comunicación Audiovisual y Publicidad.