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- 16/09/2023 00:00
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Cuando el cantautor chileno Víctor Jara ponía un pie en el estudio de grabación se olvidaba de los amigos y se convertía en “un director muy serio y disciplinado”, recuerda Cecilia Coll, una de las fundadoras del sello discográfico Dicap, con el que el compositor produjo buena parte de su música en Chile antes de ser asesinado por la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990) hace 50 años.
La Discoteca del Cantar Popular (Dicap) nació a finales de los años 60 al alero del Partido Comunista y gracias al movimiento de solidaridad de Chile con Vietnam: “Se nos ocurrió hacer un disco con el grupo Quilapayún, pero nunca pensamos en crear un sello”, dice Cecilia Coll a EFE, que entonces era la encargada de Cultura de las Juventudes Comunistas (JJCC).
El partido apostó por grabar la música que entonces censuraban las grandes discográficas: la Nueva Canción Chilena, que mezcló el género folclórico con la canción protesta: “Era una música prohibida y había mucha presión para no abrirle camino”, apunta Coll.
El músico Jorge Coulón, fundador del grupo Inti-illimani, uno de los exponentes del género, cuenta que disponer de un sello propio les ofrecía “un espacio libre” y añade que “se lanzó con más ganas que infraestructura”.
Entre los primeros discos, que fueron editados bajo la marca Jota-Jota, además de Quilapayún, había artistas como Inti-Illimani y Víctor Jara. Su primer disco con ese rótulo salió a la venta en junio de 1969 para el VI Congreso de la JJCC, por encargo del partido.
“Me reuní con él y le pedí una propuesta de temas y el resultado fue Pongo en tus manos abiertas. Desde entonces, Víctor siempre se vinculó con Dicap”, recuerda Coll. Cuatro de sus ocho álbumes de estudio llevan su marca.
El proyecto fue creciendo y surgió la necesidad de darle “mayor organización y estructura”, dice Coll. Con ese propósito nació Dicap, que se transformó en un espacio de cobertura, difusión y representación de los artistas de la Nueva Canción.
“Dicap fue una ventana que se abrió en un mundo que era muy cerrado y muy comercial”, señala Coulón.
Víctor Canto fue su último gerente general y cuenta a EFE el proceso de transformación de la discográfica: “Le dimos un carácter de empresa y multiplicamos por diez la producción de discos en ese año y medio”.
Hasta la llegada de la dictadura, la discográfica editó 67 LP. Seis de los 50 mejores discos chilenos de la historia fueron publicados por este sello, según la edición chilena de la revista Rolling Stone de abril de 2008, entre ellos dos de Víctor Jara: Pongo en tus manos abiertas y La población.
Durante el estallido social de 2019, la mayor ola de protestas del país desde el retorno de la democracia, los temas emblemáticos de Dicap y de Víctor Jara revivieron en todas las marchas y concentraciones del país.
La música de Dicap fue muy bien acogida por los jóvenes, pero era difícil venderla en las tiendas convencionales. Buena parte de la distribución se hizo en manifestaciones, actos políticos y actividades sindicales. La principal característica de los discos fueron sus carátulas, obras de los hermanos Larrea, inspirados por el muralismo latinoamericano y el cartelismo cubano.
“Para nosotros fue parte de nuestra juventud. Trabajamos con muchas ganas y con mucha conciencia”, dice Victoria Acevedo, encargada de distribución en Dicap.
Uno de los recuerdos más especiales de Víctor Canto fue cuando una tarde el compositor Sergio Ortega apareció con una idea nueva redactada “en un papelito” y, acompañándose de una pianola, cantó El pueblo unido, hoy uno de los himnos de las izquierdas más coreados a nivel mundial: “Quedamos impresionados y a la medianoche ya lo estábamos grabando”.
Dos días después del golpe de Estado, los militares allanaron violentamente las oficinas de la discográfica e incautaron y destruyeron los másters. “Regresamos al cuarto día y encontramos bombos, guitarras, máquinas de escribir y papeles, todo tirado en la calle”, recuerda Canto. “Fue una sensación tremenda”, añade.
“Pretendieron destruir Dicap de la memoria de la gente”, dice Coll.
La mayoría de los trabajadores –unos 40, según ellos mismos– fueron detenidos y encerrados en los distintos campos de detención y tortura. A uno lo hicieron desaparecer.
A Coulón y su banda el golpe les alcanzó en su primera gira europea: “Nos dejaron sin pasaporte y fuimos exiliados por obligación durante 15 años”, cuenta.
Víctor Jara fue detenido el 12 de septiembre en la Universidad Técnica del Estado y su cuerpo fue hallado sin vida el 16 cerca del Cementerio Metropolitano, en la periferia de la capital.
Medio siglo después, la justicia chilena entregó, a finales de agosto, la condena definitiva contra siete militares por su secuestro y homicidio. La noticia remeció a los trabajadores de Dicap: “Cincuenta años han sido una vida entera de impunidad”.