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Claire Nevache, el peligro de los partidos políticos en crisis y las iglesias que acaparan poder
- 26/07/2019 02:00
- 26/07/2019 02:00
Nacida en Lyon, Francia, pero con una toda una carrera desarrollada como investigadora y consultora de diferentes oenegés en Panamá, Claire Nevache se siente más panameña que francesa, por lo que el reciente estallido de xenofobia la ha agarrado por sorpresa. En su opinión, existen temas que deben ser atendidos con urgencia, si se desea prevenir un estallido social a futuro. Sus opiniones sobre estos y otros temas le han ganado un espacio en los debates televisivos y en los foros que tienen lugar en el mundo real y el virtual. La Estrella de Panamá conversó con una de las investigadoras que colaboraron con el libro Evangélicos y poder en América Latina , presentado por el Centro de Iniciativas Democráticas (CIDEM) y la Fundación Konrad-Adenauer-Stiftung, de Alemania.
¿Cómo fue el proceso de preparación del libro ‘Evangélicos y poder en América Latina', que se presentará el jueves? ¿Cómo fuiste seleccionada para participar en este proyecto que involucró a investigadores de varios países?
En 2017, presenté una comunicación en el Congreso de la Asociación Latinoamericana de Ciencia Política sobre la emergencia de los evangélicos como nuevo actor político en Panamá. Este artículo fue publicado en Costa Rica y en Panamá (en la revista panameña de Política que publica CIDEM). La fundación Konrad Adenauer tenía este proyecto de publicación regional sobre los evangélicos y el poder y me contactaron a raíz de mis artículos anteriores. Cuando presentamos el libro en Lima, el año pasado, tuve la oportunidad de conocer a los demás coautores y coautoras. Seguimos colaborando, por ejemplo, para la traducción del libro al inglés, para la segunda edición que saldrá en unos meses, y algunos proyectos más que están por venir.
¿Cree que los evangélicos puedan contar con su propio partido algún día?
Es interesante que me preguntes eso porque muchas personas piensan que es ciencia ficción, pero en realidad Panamá ya ha tenido un partido evangélico en las elecciones de 1994. Se llamaba Misión de Unidad Nacional. Por supuesto, podría volver a suceder. Sin embargo, lo que la experiencia dice en América Latina es que este tipo de partidos tiene poco éxito y no son la mejor estrategia para que los evangélicos entren en puestos políticos. Ha sido mucho más efectiva la entrada a través de partidos existentes, no confesionales.
¿Cómo analizas la creciente participación de este sector, ofreciendo una multiplicidad de servicios que les permite perfilarse como una alternativa al Estado en ciertos sectores y con una participación cada vez más determinante en la vida política actual, llegando incluso a ocupar candidaturas a vicepresidente?
Como bien dices, el porcentaje de población evangélica está en expansión, aunque distintos factores podrían indicarnos que están llegando a una especie de ‘techo' y que no deberían seguir creciendo al mismo ritmo en las próximas décadas. En cuanto a su involucramiento en la vida política, se puede interpretar de varias formas, tal como lo mencionamos en el libro. Existe un factor religioso, ya que la aparición del ‘neopentecostalismo' cambia el paradigma según el cual los evangélicos no se involucraban en el ‘mundo'. Con el ‘neopentecostalismo', la militancia política se vuelve una forma más de evangelización. Por otro lado, existe un factor social. Efectivamente, al representar una parte cada vez más importante de la sociedad, no están dispuestos a dejar que la Iglesia católica tenga el monopolio de la influencia religiosa en la política. Además las personas evangélicas de hoy son muchas veces hijos o nietos de personas evangélicas y han conocido una ascensión social a través de los estudios. Son nuestra clase media profesional, y por lo tanto, aspiran a una representación política. Finalmente, hay también razones políticas. Nuestros partidos políticos y nuestras instituciones sufren de una crisis de confianza y de representación y esta confianza se ha desplazado a las Iglesias evangélicas. He mostrado en un artículo que hay un nexo directo entre la desconfianza en las instituciones de nuestra democracia y la confianza en las Iglesias evangélicas.
¿Después de dos administraciones en las que la iglesia ha ocupado un rol cada vez más preponderante, qué podemos esperar para el próximo quinquenio: la vuelta a una Estado laico o el asentamiento cada vez más acentuado de un Estado confesional?
‘Nuestras instituciones enfrentan retos enormes, pero confiar sus prerrogativas a instituciones religiosas contribuye a debilitar más nuestra democracia y nuestro Estado'.
Panamá es el único país de América Latina que no se define claramente en su Constitución como un Estado laico o un Estado confesional. Conservamos una redacción ambigua que autoriza interpretaciones diversas de las relaciones entre las Iglesias y el Estado. Como bien lo señalas, el gobierno del expresidente Ricardo Martinelli tuvo relaciones privilegiadas con líderes evangélicos, mientras el expresidente Juan Carlos Varela mantuvo una cercanía con la Iglesia católica, por ejemplo con la organización de la JMJ o la donación de terrenos del Estado. De alguna forma, una parte de los evangélicos se sintieron un poco rezagados con estas políticas. Pero de forma general, la tendencia es a un papel creciente de la religión en la política panameña por una parte, pero también en sus instituciones. El memo que estuvo circulando dentro de la Policía Nacional o la decisión de delegar la gestión de escuelas públicas a instituciones religiosas son ejemplos recientes de ello. Nuestras instituciones enfrentan retos enormes, pero confiar sus prerrogativas a instituciones religiosas contribuye a debilitar más nuestra democracia y nuestro Estado.
Siendo migrante y habiendo participado en una investigación sobre la migración de niños y adolescentes en la región del Triángulo Norte y México, ¿cuál es tu percepción acerca del reciente debate sobre la migración?
Debo confesar que después de tantos años en Panamá, me siento a menudo más panameña que migrante. Panamá y sus habitantes me han adoptado con mucho cariño y los episodios de xenofobia que he vivido han sido escasos y se han concentrado en la realidad virtual de las redes sociales. Mi experiencia con el proceso migratorio y de pedido de permiso laboral no ha sido de descontrol. Los requisitos son importantes y el proceso es largo y caro. Convendría a todos, extranjeros y panameños, que los migrantes se regularicen rápidamente si cumplen con los requisitos, para que puedan trabajar formalmente y que los empleadores no puedan aprovecharse de esta vulnerabilidad. Nos debería llamar la atención que el descontento se haya focalizado alrededor del tema laboral. Contamos con más de 40% de trabajo informal y es un problema grave que se debería atender si no queremos que sigan tensándose las relaciones sociales. Creo que más allá de una reforma migratoria, los esfuerzos deberían enfocarse en esto: cómo enseñamos a los migrantes a integrarse a la sociedad panameña (yo tuve una suerte enorme desde este punto de vista) y cómo enseñamos a panameños y migrantes a convivir en una sociedad cada vez más diversa.
De acuerdo con tu hoja de vida en LinkedIn, en el 2012 trabajaste durante un mes como voluntaria en Nutre Hogar ¿Cómo surgen tus vínculos como Panamá? ¿Cuánto tiempo llevas radicada en el Istmo?
Es una historia que mucha gente no conoce. Llegué por primera vez a Panamá el 18 de agosto de 2005. Recordaré toda la vida la tremenda tormenta eléctrica que estalló ese día. Llegué como estudiante de intercambio y viví un año en Chitré en una familia que había sido voluntaria para acogerme. Iba al colegio y hacía las mismas actividades que cualquier adolescente panameña. Siempre agradeceré la paciencia y la generosidad de mi familia chitreana: me enseñaron a hablar español, a convivir en una sociedad distinta de la mía, me explicaron qué era aceptable y qué no lo era en este pedazo de tierra. ¡Una de mis hermanas de intercambio hasta me enseñó a bailar salsa y merengue! Después de este periodo, volví a Francia a terminar mis estudios, pero volvía a Panamá con mucha regularidad de visita. Y volví de forma definitiva en enero de 2014.
Tu trabajo parece haber estado siempre vinculado a situaciones por las que atraviesan niños y adolescentes, ¿por qué?
Mi trabajo siempre ha sido vinculado a personas en situación de vulnerabilidad. He trabajado con niños, niñas y adolescentes, con pueblos indígenas, con el tema de personas privadas de libertad, de migración... Mis dos padres son funcionarios públicos y todos mis tíos y tías lo son también. Vengo de una familia donde me inculcaron el valor de lo público, del servicio a la comunidad y de la igualdad. Suena un poco cursi, pero realmente es así.
¿Qué se podría hacer para sacar a los pueblos indígenas de la marginalidad, para que su destino no esté sujeto a las ambiciones transitorias que despiertan los recursos naturales que albergan sus territorios? ¿Es la creación de nuevas comarcas, como, por ejemplo, la de la etnia naso, una posible solución?
La elección de alguien como Petita Ayarza me parece altamente esperanzadora por todo lo que representa. Efectivamente, creo que el destino de los pueblos originarios tiene que estar primero entre sus manos. No quiero decir con eso que como sociedad tenemos que dejar las cosas tal como están. Las condiciones de desigualdad de las que padecen los pueblos originarios en términos económicos, de salud, de educación, etc... son inaceptables. Necesitamos, por un lado, una política muy voluntaria de redistribución de los recursos para nivelar las condiciones de las que partimos todos. Por otro lado, necesitamos políticas públicas que promuevan los derechos de los pueblos: educación bilingüe, protección de los territorios contra los intereses privados, valorización a nivel nacional de la herencia originaria que tenemos, etc.