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- 13/09/2020 00:00
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Hace un siglo el Perú nos regaló a una mujer que sería parte de la historia musical del mundo con una canción que escribió y que tal vez ha sido una de las más interpretadas: “La flor de la canela”.
Chabuca Granda le compone este tema a Victoria Angulo, una mujer de origen afroantillano que visitaba su botica francesa en el jirón de la unión, ponderando la exquisitez, el señorío de esta joven señora, a la que manifestaba que Lima debería rendirse a sus pies. Este vals fue estrenado el día 21 de julio de 1950, día del cumpleaños de Victoria Angulo, y posteriormente fue grabado por los Morocuchos. Vale la pena mencionar que a la fecha, esta canción cuenta con más de 600 versiones.
María Isabel Granda y Larco nació el 3 de septiembre de 1920 en un asentamiento minero en el departamento de Apurimac. Su padre fue un ingeniero de minas, y desde muy niña se le marcó una educación cuidada y conservadora.
Chabuca casi no comía, le gustaba la sopita de fideos de ángel, con lo cual su salud era frágil y fue bastante enfermiza, pero transcurrió con una regular felicidad en la bajada de los baños en el distrito Barranco.
Desde los 12 años se inició en el canto con una voz de soprano, se integró al coro del colegio, y se graduó en la Pontificia Universidad Católica del Perú.
Esta señora del vals en sus inicios se inclinó por la música ranchera, presentándose en musicales radiales. En esos años se juntó con todos los músicos de ese tiempo y hasta incursionó en el teatro y la ópera.
Con casi 30 años y después de su divorcio, despega su carrera como compositora, que atravesó por varias etapas: Primero le cantó a la Lima antigua y tradicional, y surgen canciones como “Lima de veras”, “Fina estampa”, y el emblemático “José Antonio” en el que describe magistralmente cómo un chalán pasea en un hermoso caballo de paso peruano.
En francés canta “La valse créole”, en el que explica cómo es el vals criollo, con pasitos cortos...
Fue acompañada con la guitarra de Oscar Avilés con quien hizo un dúo. En esa primera etapa descubre cantarle a sus costumbres, a sus puentes y de allí se genera el “Puente de los suspiros”, pero luego se compromete con la temática social hasta finalizar con la música afro peruana, evidenciando una fuerte necesidad de ser la voz de los que nada tienen, y enmarcada y motivada por los movimientos sociales de esa época.
Fue por la década de 1960, a revuelo de la revolución cubana, que la música latinoamericana tuvo su propia revolución y ella también se identifica con estas causas e inicia otra poética con canciones como “Bello durmiente”, en donde le hace una crítica al gobierno de Manuel Prado. Hay una canción especial “Cardo o ceniza” que le escribe a Violeta Parra cuando esta se suicida, y a la luz de ese momento fue una canción con una carga sexual fuerte, pero bien trazada, que confirmó el cambio completo en sus letras.
Según ella, era “letrista” y con una muy mala voz para el canto, sin embargo se hizo acompañar de su guitarra al componer sus letras o simplemente las silbaba.
En la última etapa de su vida se aproximó a la música afroperuana, rebelándose ante la situación de muchos. En esta música siempre la acompañó el cajón peruano y el zapateo, por lo que contó con el apoyo de los hermanos Santa Cruz (Victoria y Diomedes) y abrió el camino a artistas como Susana Baca y Eva Ayllón, reconocidas voces del folclor peruano.
Chabuca Granda muere con 63 años.
Como homenaje póstumo, en Argentina una calle lleva su nombre, y en las ciudades de Santiago de Chile y en Madrid, España, sendas plazas llevan el nombre de la artista, mientras que en su natal Perú una alameda capitalina es llamada Chabuca Granda, además, una estatua y una placa conmemorativa le rinden homenaje en su querido puente de los suspiros, en Barranco.
La música de Chabuca granda es considerada patrimonio cultural del Perú.
Hoy, su hija Teresa María Isabel Fuller Granda rescata su historia para que el legado de Chabuca nunca muera y sigamos cantando “La flor de la canela”.