Campaña contra el acoso callejero

La calle también es de las mujeres y tienen derecho a circular con libertad sin ser violentadas y a reivindicar su derecho a circular en paz, sin insultos y sin violencia
Campaña contra el acoso callejero

En algunos casos, la diferencia entre un piropo y el acoso callejero puede parecer muy difusa, pero es la mujer la que define si es violencia o no. Toda mujer tiene derecho a que no le guste el acoso callejero, porque la calle también es de las mujeres y tienen derecho a circular con libertad sin ser violentadas y a reivindicar su derecho a circular en paz, sin insultos y sin violencia. Los piropos, si son acoso, son conductas que se aprenden y en el fondo son una expresión de la cultura patriarcal que asume que los cuerpos de las mujeres existen para satisfacer la mirada y el deseo masculino, y que los varones tienen el derecho de expresar públicamente sus deseos. Los hombres culturalmente son asumidos como sujetos y las mujeres como objetos. Se trata de una relación de poder.

Es loable que en Panamá empresas como L'Oreal París inicien por primera vez una campaña contra el acoso callejero, llamada STAND UP, de la mano con fundaciones de apoyo a las víctimas. Es una campaña a la NO normalización de la sociedad sobre el acoso callejero, que brinda información necesaria que sirva de herramienta para actuar y poder distraer a acosadores ante una víctima, delegar a una autoridad si no podemos ayudar, documentar situaciones con fotos, videos que sirvan de evidencia sustentable y dar asistencia y dialogar para prevenir acciones negativas en nuestras calles. Con campañas y entrenamientos lograremos promover círculos de información e ir derribando mitos y barreras que hemos permitido prevalezcan en nuestra sociedad.

Las mujeres, niñas y jóvenes merecen transitar por las calles sin el temor de que sean violentadas por comentarios o tocamientos. Es hora de tratar con detenimiento estas situaciones, que son una carga intimidatoria a la que se debe poner límites y desarrollar una metodología en apoyo a su no normalización.

En Panamá se ha frivolizado y naturalizado el acoso callejero, debido a una profunda falta de valores, aunado a una alta problemática de comunicación, interpretación e interacción social, que disminuye el nivel de comprensión y respeto hacia los demás. El acoso callejero es difícil de denunciar, ya que en Panamá no hay un policía en cada esquina ni una autoridad a mano que pueda llamarle la atención al acosador o incluso detenerlo, dependiendo de la gravedad del delito. La Campaña de L'Oreal París nos ayuda a identificar varias formas de involucrarnos para no ser meros espectadores; ser parte de la solución y no del problema; y estar instruidos, alertas en todo momento para apoyar este nuevo humanismo en nuestras calles. Con nuestra participación, se impulsa la participación de las poblaciones más vulnerables, en particular de niños y jóvenes, no solo como beneficiarios, sino también como agentes de cambio.

Cuando proviene de un grupo de obreros en una construcción, se le puede reclamar al capataz, como responsable del comportamiento de sus obreros. Si es repetitivo en un área específica, como por ejemplo en un callejón o una esquina, se podría denunciar ante el juez de paz como una falta (que si escala se puede convertir en delito). En estos casos la sanción sería una multa. Sin embargo, cuando se trata de tocamientos, el acoso callejero se convierte en el delito de actos libidinosos, cuya sanción es de uno a tres años de prisión, agravada a cuatro a seis años de prisión si la víctima no ha cumplido 14 años, o sea incapaz de resistir el acto. En estos casos le toca al conductor del autobús, Metro o transporte colectivo denunciar y detener el abuso y sacar al abusador del transporte.

De los 189 países que han firmado la CEDAW, 13 han penalizado el acoso callejero, entre ellos Costa Rica en 2020, que lo tipifica como delito y lo castiga con penas de cárcel y multa, en respuesta al 95% de la población femenina, que dice haber sido víctima de acoso sexual en ese país. No obstante, la implementación de una ley no es suficiente para detener el acoso callejero; aunque es un aporte, la transformación cultural es la parte más difícil. Cuando la sanción es pedagógica, contribuye a la transformación y al crecimiento de la sociedad en su conjunto. Cuando la sanción es únicamente punitiva, se queda en la lógica de la venganza privada ante una falta cometida. Por ello, deben combinarse los distintos tipos de sanciones para generar mayor eficacia y tomar medidas pedagógicas para erradicarlo, empezando por los varones jóvenes. Se debe masificar el mensaje de que las mujeres no somos objetos para el goce o disfrute de otros, por medio de campañas comunicativas y educativas, en cumplimiento con la enorme responsabilidad que tienen los medios de comunicación y la publicidad.

La autora es abogada, escritora y defensora de derechos humanos

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