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Bakú
- 30/10/2022 00:00
- 30/10/2022 00:00
Como una parte importante de la estrategia diplomática de Panamá, se me asignó la concurrencia en la República de Azerbaiyán y en agosto presenté credenciales ante su presidente, Ilham Aliyev en el Palacio Presidencial de Bakú, su capital.
Azerbaiyán está en la región del Cáucaso, entre Asia Occidental y Europa Oriental. Bakú está situada en la costa sur de la península de Absheron, que se proyecta en el Mar Caspio. El país limita al norte con Rusia, con Georgia al noroeste, con Armenia al oeste y al sur con Irán. Hay un pequeño enclave, ubicado en la región de Transcaucasia, de apenas 5,363 km2 que tiene fronteras con Armenia, Türkiye e Irán y que se le denomina República Autónoma de Najicheván, pero pertenece a Azerbaiyán. Formaba parte de Armenia, pero fue ocupada por los otomanos a mediados de 1918 por poco tiempo, pues al final de ese año los azeríes proclamaron la República de Aras, recuperándola Armenia en junio de 1919. Este pequeño enclave es el que ha sido y sigue siendo motivo de disputa entre Armenia y Azerbaiyán que se conoce como Alto Karabaj, que en teoría concluyó en 2020, pero continúan los roces entre los dos países.
El territorio azerí es rico en historia, ya que fue habitado por la civilización albanesa del Cáucaso, un pueblo local que tenía su propio alfabeto. Lastimosamente todo esto se perdió cuando cedió a la conquista islámica. A pesar de ser musulmán, es uno de los países donde más se practica el secularismo y la tolerancia religiosa. En 1918 se estableció como República Democrática de Azerbaiyán y en 1920 pasó a ser parte de la Unión Soviética hasta su independencia en 1991.
En 1989 emergió el nacionalismo azerí, primordialmente por su islamismo. Al año siguiente declaró su intención de separarse y fue la primera en declarar su independencia, anticipándose a Lituania por apenas unas semanas.
Azerbaiyán es hoy una república constitucionalista, secular y unitaria, uno de los seis estados túrquicos independientes. Tiene relaciones con 158 países y es miembros de 38 organizaciones internacionales. Forma parte del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas desde 2006 y miembro no permanente del Consejo de Seguridad de esa organización. Su mayor riqueza la basa en el gas natural y esto le ha permitido un alto nivel de desarrollo humano, económico y de alfabetización. Como las compañías extranjeras tienen permitido perforar los yacimientos en aguas profundas aún intactos, Azerbaiyán es considerado como uno de los puntos de exploración y desarrollo más importantes de la industria.
Su capital, que me resultó fascinante, es una mezcla casi perfecta de arquitectura moderna con la ciudad vieja interior que rememora las capitales europeas con sus estilos arquitectónicos característicos. Su centro urbano alberga el Palacio de los Shirvansháhs y la Torre de la Doncella, que están inscritos como Patrimonio de la Humanidad desde el año 2000. Lonely Planet lo ha clasificado como uno de los diez mejores destinos de vida nocturna en el mundo.
Es uno de los centros científicos, culturales e industriales del país. SOCAR, una de las cien empresas más importantes del mundo, tiene su sede allí. Desde su Puerto de Comercio Marítimo Internacional se transportan dos millones de toneladas de carga general y seca a granel por año. Ha sido sede de importantes eventos, tanto culturales como deportivos: en 2012 se celebró el 57º Festival de Eurovisión, en 2015 se celebraron los Juegos Europeos, allí se realiza el Gran Premio de Fórmula 1 desde 2016 y albergó el Campeonato mundial de ciclismo BMX en 2018 y de la EURO en 2020.
Su nombre se deriva del persa, que quiere decir “ciudad golpeada por los vientos”. Sus orígenes se remontan al siglo VI d.C aunque solamente se tenga constancia escrita de su existencia desde el año 885 d.C. Es muy rica y vasta su historia y de ello dan testimonio las construcciones y fortificaciones que la protegieron de los asedios que sufrió.
Algo de lo que los azeríes están orgullosos y que muchos desconocen es de la presencia de los hermanos Nobel, Alfred, Ludvig y Robert, que fundaron la primera empresa extranjera en Bakú. En poco tiempo fueron comprando áreas vinculadas el petróleo. Su empuje permitió la construcción de refinerías, fundidoras de cobre y hierro y de puentes.
Ludwig Nobel, un talentoso ingeniero, se mudó a Bakú en 1876 a fin de modernizar la producción industrial, e invitó a técnicos calificados de Finlandia, Suecia, Noruega y Alemania, fundando una colonia llamada Villa Petrolea, en lo que se conocía como “la ciudad negra”. Sus productos se distribuían vía marítima y ferrocarrilera a Rusia, Asia Central y Europa.
La riqueza de la familia creció exponencialmente, llegando a construir el primer ferrocarril y transportando petróleo a granel. En la península de Absheron se concentraron millonarios como los von Börtzell-Szuch y Rothschild, aficionados a la pesca y los Nobel alquilaron la Isla Sagrada (Pirallahi) para esos propósitos, donde en 1904 se descubrió el primer yacimiento de petróleo. Su veta filantrópica empezó a aflorar, construyendo escuelas y manteniendo el personal de forma permanente, así como construyendo magníficas residencias para sus empleados, que aportaban un oasis verde en medio de fábricas contaminantes. Una serie de atentados a su personal extranjero obligó a los hermanos Nobel a volver a Suecia, después de haber perdido todas sus propiedades y acciones rusas ante los bolcheviques. Posteriormente, durante la gran depresión, la mitad de las acciones en petróleo las compró la Standard Oil de New Jersey, lo que aseguró el futuro económico de la familia. A principios del siglo XX casi la mitad de la producción mundial de petróleo se extraía de Bakú.
A fin de presentar una ciudad del siglo XXI, Bakú se embarcó en una reestructuración sin precedentes, demoliendo los edificios de la época soviética para construir un cinturón verde en sus costas, parques y jardines, en las playas de la bahía. Se ha avanzado mucho en limpieza, mantenimiento y recolección de basura, adecuando estos servicios a las normas europeas occidentales. La ciudad crece y se desarrolla en forma dinámica de este a oeste a lo largo de la orilla del Mar Caspio.
Con énfasis en el carácter secular que inspiró su creación, existe una gran diversidad cultural en el campo musical, literario y arquitectónico. Desde su independencia de la Unión Soviética, el gobierno ha devuelto varias sinagogas a la comunidad judía, incluso restaurando algunos de esos edificios. Hay una mezquita, la Bibi-Heybat, construida en el siglo XIII que se dice fue edificada sobre la tumba de un descendiente el profeta Mahoma.
Es muy agradable caminar por la ciudad vieja, donde uno puede ver obras de arte, pequeños museos, librerías, tiendas de alfombras y de caviar (muy preciado), un laberinto de calles estrechas, empedradas y edificios antiguos y contrastarla con las edificaciones de avanzada como la torre de la televisión, con sus 310 metros de altura,
El ensanche, al sur de la ciudad vieja, fue construido después del inicio de la explotación masiva del petróleo hace un siglo aproximadamente, y presenta una interesante arquitectura historicista. Aquí es donde se ubican los museos de bellas artes, de historia y de literatura, todos se encuentran en mansiones de millonarios de antes de la revolución rusa.
La Bakú moderna se encuentra más allá de las murallas, con las calles y los edificios que suben por las colinas que rodean la bahía de Bakú. Destacan la Torre SOCAR y las Flame Towers, que atrajeron la atención de los medios internacionales que produjeron programas de televisión como Extreme Engineering de Discovery Channel. El 2 de septiembre de 2010, con la inauguración de la Plaza de la bandera nacional, Bakú se convirtió en el hogar de la asta de bandera más alta del mundo, según el Libro Guinness de los Récords.
Sus museos más relevantes son el de Historia Natural, de Arte Moderno, de Arte y Alfombras, y el de Historia de Azerbaiyán. En 2009 fue designada Capital de la Cultura Islámica. Otras atracciones son el Teatro Filarmónico Estatal, el Teatro de la Ópera y el Ballet Académico Estatal. La ciudad acoge festivales internacionales, de cine, jazz, teatro y uno muy singular, llamado Gül Bayrami, o Fiesta de la Flor.
El estilo ecléctico que ha adoptado, elegante y desenfadado, le han valido de ser señalada como la “París del Este”, aunque tengo serias dudas de esta comparación. Tiene gran cantidad de zonas verdes y el gobierno está muy enfocado en incrementar el uso del hidrógeno verde, para contrarrestar su excesiva contaminación por la riqueza de sus yacimientos petrolíferos y de gas. Es muy agradable el paseo marítimo, con fuentes, atracciones para niños, restaurantes y allí se encuentra el Centro Internacional de Mugham, de artes escénicas y musicales.
En el campo de la educación también ha hecho grandes avances, destacándose en medicina, economía e ingeniería de petróleo, así como arquitectura y construcción. No quedan por fuera las bellas artes, y entre ellas se destaca la Academia de Música y el Conservatorio Nacional, ni la ciencia, contando con una Academia Nacional de Ciencias, dedicada a la investigación. Sus bibliotecas tienen inmensas colecciones de documentos históricos de los períodos romano, bizantino, otomano y soviético, así como de otras civilizaciones.
Debido a los avances que ha tenido en investigación médica, hay un “turismo médico” que va en aumento, especialmente de las ex repúblicas soviéticas, cuyos gobiernos envían pacientes de bajos ingresos que necesitan tratamientos de alta tecnología.
Como toda ciudad moderna que se precie, tiene un metro con 22 estaciones y un sistema de tránsito rápido y, como era usual en la Unión Soviética, las estaciones están decoradas con murales, mosaicos, lámparas de arañas. El Estadio Olímpico tiene una capacidad de 65,000 espectadores y allí se celebraron en 2015 los primeros Juegos Europeos, la EURO 2020 y la final de la Liga Europea de la UEFA 2018-2019.
El campeón del mundo de ajedrez, Garry Kasparov, y el violonchelista Mstislav Rostropovich nacieron en Bakú.