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Asistencia humanitaria, una acción que trasciende fronteras y salva vidas
- 20/08/2022 00:00
- 20/08/2022 00:00
En Panamá, miles de migrantes que cruzan desde Colombia al istmo por la ruta de Darién reciben asistencia humanitaria. En Latinoamérica, personas de Guatemala, Honduras, Brasil, Colombia, Perú, Venezuela y México también reciben esta ayuda, (Médicos Sin Fronteras).
En 2022, 274 millones de personas en 63 países necesitarán protección y asistencia humanitaria. Este número es un aumento significativo de 235 millones de personas necesitadas hace un año, que ya era el número más alto en décadas (Naciones Unidas).
“Se necesita de un pueblo para criar a un niño”, reza un proverbio africano. Teniendo en cuenta esta frase y con necesidades humanitarias récord en todo el mundo, el Día Mundial de la Asistencia Humanitaria (WHD, por sus siglas en inglés) de este año (19 de agosto, 2022) se basó en esta metáfora del esfuerzo colectivo para aumentar la apreciación global del trabajo humanitario, ya que se necesita de toda una comunidad para apoyar a una persona en una crisis humanitaria, explica Naciones Unidas.
La organización agrega que cuando y dondequiera que la gente esté en situación de necesidad, hay otros que les ayudan. “Desde las propias personas afectadas –siempre las primeras en responder cuando se produce una catástrofe– hasta la comunidad global que las apoya mientras se recuperan, se unen para aliviar el sufrimiento y brindar esperanza”, anota Naciones Unidas en su web. Detalla que “la campaña WHD 2022 pretende homenajear a los cientos de miles de voluntarios, profesionales y personas afectadas por crisis que prestan atención médica urgente, alojamiento, alimentos, protección, agua y mucho más”.
Noor Cornelissen, coordinadora de proyecto en Chad (país en África central), de Médicos Sin Fronteras (MSF), es una de los cientos de miles de personas que ayudan en momentos de crisis.
Su testimonio, publicado por Médicos Sin Fronteras, retrata cómo escuchar, también puede salvar vidas.
“En 2015 comencé mi primera misión para Médicos Sin Fronteras. Como oficial de asuntos humanitarios, recopilé testimonios de personas que hablaban sobre necesidades médicas y violaciones de derechos humanos en el sur de República Democrática del Congo (RDC). En República Democrática del Congo hablamos sobre la violencia contra los civiles y el acceso limitado a la atención médica, especialmente para las mujeres. Aunque no estamos seguros de que las palabras siempre puedan salvar vidas, sí sabemos que el silencio puede matar. Entonces, cuando veamos injusticia, el mundo lo sabrá”, manifiesta Cornelissen.
“El mismo motivo me lleva a Chad ahora, siete años después”, anota.
Como coordinadora de proyectos, dirige un equipo y es responsable del proyecto en Sila. Antes de partir hacia Chad, un filósofo le dijo que el desierto tiene un efecto mágico. Predijo que el espacio y el vacío del desierto agudizarían sus sentidos. “Verás, oirás y olerás con mayor conciencia y precisión”, le dijo el filósofo a Cornelissen.
“Llena de anticipación, comencé el viaje. Al llegar a Chad, asimilé el desierto con todos mis sentidos. Hace calor, un calor sofocante. El polvo me hace cosquillas en la garganta. Mi nariz comienza a sangrar. Los ojos pican. Y es silencioso, realmente silencioso”, declara Cornelissen a Médicos Sin Fronteras.
“Lejos de los titulares, Chad atraviesa por una crisis en curso desde hace ya décadas”, enfatiza. “Casi en ningún otro lugar mueren madres y niños en cantidades tan altas a causa de enfermedades prevenibles”, dice Cornelissen.
Asevera: “nuestros equipos brindan atención médica en varios lugares del país. Muchas vidas se salvan gracias a nuestros proyectos en hospitales y clínicas. Sin embargo, también vemos que cada vez que la situación mejora y completamos un proyecto, las necesidades vuelven a aumentar rápidamente”.
Cornelissen asegura a MSF que en el lugar también se hablará sobre la injusticia pero, “estamos tratando de hablar un poco menos y escuchar un poco más, honrando el silencio del desierto...”.
Para los equipos, “este es un gran cambio de marcha. Estamos menos en los hospitales, más en las comunidades. Haciendo menos. Escuchando más. Y luego construiremos juntos, como socios iguales”, indica.
Martin Griffiths, secretario general adjunto de Asuntos Humanitarios y coordinador del Socorro de Emergencia de las Naciones Unidas, anota en el Panorama Mundial Humanitario, 2022: “2021 ha sido un año de retos y logros. Las necesidades humanitarias han seguido aumentando, motivadas por los conflictos, la crisis climática y las enfermedades. Los niños, especialmente las niñas, se quedan sin educación. Los derechos de las mujeres están amenazados. Se avecinan múltiples hambrunas”.
Sin embargo, “este ha sido también el año en que el sistema humanitario ha estado a la altura del desafío”, resalta Griffiths, “superando obstáculos aparentemente insuperables y demostrando lo que se puede hacer cuando la comunidad internacional se une”, dice.
Reconoce que gracias a la generosidad de los donantes, el sistema humanitario entregó este año alimentos, medicamentos, atención sanitaria y otros tipos de asistencia esencial a 107 millones de personas.
“Los resultados obtenidos por los trabajadores humanitarios son un mérito de la determinación y la capacidad del sistema humanitario y de los donantes que lo apoyan. Merecen nuestra gratitud. Lo que realmente necesitan es nuestro apoyo. El sistema humanitario es fuerte, pero los retos van en aumento. Siguen surgiendo nuevas crisis”, enfatiza.
El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, el organismo de las Naciones Unidas encargado de proteger a los refugiados y desplazados, explica que la ayuda humanitaria es la que se brinda a la población víctima de un desplazamiento para garantizar el acceso a servicios básicos como alimentación, atención médica, agua o refugio. Las causas del desplazamiento pueden ser desastres naturales, guerras o conflictos armados. Son las llamadas emergencias humanitarias.
Grupos nacionales e internacionales brindan asistencia humanitaria en el país. Para esta labor, Panamá cuenta con el Centro Logístico Regional de Asistencia Humanitaria (CLRAH), conocido también como el “hub humanitario”, una propuesta de cooperación técnica internacional para el apoyo y asistencia humanitaria regional, consistente en la creación de una plataforma logística que facilite la coordinación estratégica de recurso humano y equipos, así como la recepción, manejo y despacho de suministros orientados a apoyar la ayuda humanitaria a situaciones de catástrofes nacionales e internacionales.
“El hub humanitario surge por la necesidad de proporcionar una infraestructura con los servicios necesarios para una mejor coordinación y eficiencia antes, durante y después de una crisis humanitaria que requiera de la cooperación internacional del país afectado”, declara el Ministerio de Gobierno de Panamá.
Detalla que “el CLRAH es una plataforma logística y resiliente de asistencia humanitaria, cuyo fin es facilitar las actividades de recepción, manejo, almacenamiento y redistribución de insumos y equipo, así como la movilización de recurso humano, sin prejuicio de cualquier otra actividad afín, para una eficiente gestión de asistencia humanitaria frente a las emergencias nacionales e internacionales”.
Alberto Sierra, director del CLRAH, afirma que en conjunto con organismos internacionales y nacionales se le ha brindado asistencia humanitaria a través del centro a alrededor de 38 países.
“El CLRAH se suma a la comunidad humanitaria, movilizando más de 6.500 toneladas de ayuda humanitaria internacional con un valor de $89 millones, desde que inició sus operaciones humanitarias en 2019 a través de nuestros usuarios internacionales, la Federación Internacional de la Cruz Roja y Media Luna Roja, IFRC y el Depósito de Respuesta Humanitaria de las Naciones Unidas, UNHRD”, dice Sierra.
Agrega: “este año no hemos tenido emergencia o situación de calamidad extrema, por ahora. Hay que recordar que estamos en temporada de huracanes que empezó en junio y que normalmente es la temporada más complicada en el año”, expresa Sierra.
Identifica como el reto más complicado enfrentado en el hub humanitario el tema de la covid-19. “Tuvimos que tener resiliencia en infraestructura para seguir operando y como trabajadores para seguir laborando”.
Uno de los grupos internacionales presente en Panamá que brinda ayuda humanitaria es Médicos Sin Fronteras.
Trabaja en colaboración con las autoridades del país. “Estamos apoyando al Ministerio de Salud en la respuesta médico-humanitaria a los miles de migrantes que cruzan desde Colombia a Panamá por la ruta de Darién”, indica MSF a La Estrella de Panamá.
“De esta manera”, continúa MSF, “desde finales de abril de 2021 ofrecemos servicios médicos básicos y atención en salud mental a la población en tránsito que llega a Panamá a través de la selva de Darién, tras una travesía larga y difícil. Estos servicios los ofertamos con un equipo de médicos, enfermeros, psicólogos y logistas”.
Entre mayo y diciembre de 2021, MSF realizó 44.100 consultas médicas y 1.340 consultas de salud mental.
Inició actividades en Bajo Chiquito, una comunidad de llegada de migrantes y dos estaciones de recepción migratoria (ERM) en Darién, colaborando con diferentes instituciones públicas, el Ministerio de Salud y otras organizaciones internacionales.
Con el cambio de rutas y una disminución notable del número de migrantes que pasan por Bajo Chiquito, los equipos pasaron a centrarse en las ERM, principalmente en San Vicente.
Pese al valor de la labor que realiza en Panamá y en el mundo, MSF se enfrenta a importantes desafíos. “Somos una organización que está presente en muchos países y nuestros recursos no son ilimitados. Podemos a veces sentir que el alcance de lo que hacemos puede no ser suficiente ante la gravedad y diversidad de situaciones a las que se enfrenta la población”, indica.
En Panamá, los retos con los que se encuentra en la ruta para ayudar a los migrantes que cruzan desde Colombia al istmo “son complejos”.
“Las violencias en el camino, incluida la violencia sexual; las personas son atracadas, les quitan el dinero y hasta la comida. Se enfrentan a riesgos físicos relacionados con la ruta, riesgos en la salud asociado a deshidratación, diarrea, así como afectaciones cutáneas y laceraciones en las extremidades tan severas, que en muchos casos esto les impide continuar con el camino”, reseña.
“Existen otros riesgos”, prosigo MSF, “relacionados con las condiciones geográficas, peligros de las montañas, los despeñaderos, los ríos caudalosos que pueden causar heridas traumáticas y, como hemos visto por desgracia, hasta la muerte (por caídas, por ahogamiento). Es por ello que hemos sido insistentes en demandar mayor protección de la población itinerante, algo que hacemos también, por ejemplo, en el Mediterráneo, en la frontera entre México y EE.UU. y aquí, entre otros”.
Recientemente en Latinoamérica, MSF ha trabajado en Guatemala, Honduras, Brasil, Colombia, Perú, Venezuela, México y, por supuesto, en Panamá.
Para la región ha desarrollado los enfoques en los que tiene experiencia: atención primaria, respuestas a emergencias epidemiológicas como la covid-19, malaria, respuestas a catástrofes naturales, y temas bastante complejos como la atención a migrantes y a víctimas de conflicto armado, particularmente en situaciones de desplazamientos forzados. “También hemos trabajado para eliminar las barreras de acceso a la salud y hacerle frente a la atención de enfermedades olvidadas”, dice.
Desde 1971, MSF asiste a personas víctimas de conflictos armados, violencia, epidemias o enfermedades olvidadas, desastres naturales y exclusión de la atención médica. Ayuda a las poblaciones a llegar a servicios de salud gratuitos y de calidad en las comunidades. Actualmente trabaja en más de 70 países gracias al apoyo de 7 millones de socios alrededor del mundo, quienes hacen posible su trabajo.
Cuando un grupo humano es golpeado por la guerra, la violencia o la inestabilidad social, o el país en el que vive es frágil debido a la ausencia de recursos, la falta de acceso a los servicios de salud se convierte en algo generalizado: esto significa que muchas personas no podrán ir al médico cuando lo necesiten, por muy grave que sea su estado.
La atención que proporcionan los equipos de MSF intenta cubrir las necesidades más urgentes, tanto en los diferentes niveles de la atención médica (desde la primaria a la hospitalaria, pasando por la comunitaria) como a través de actividades de gran impacto en la salud, como las relacionadas con el agua y el saneamiento.
La ayuda que ofrecen responde al mandato de acción médico-humanitaria y al principio de proporcionalidad, el cual indica que la asistencia responde equilibradamente a las necesidades que detectan. La acción humanitaria es un gesto solidario de sociedad civil a sociedad civil, de persona a persona, cuya finalidad es preservar la vida y aliviar el sufrimiento de otros seres humanos: “esta es nuestra razón de ser”, dice MSF. “Nuestro accionar está guiado por la ética médica y los principios de imparcialidad, independencia y neutralidad”, asegura.
La organización debe su independencia financiera a los más de 7 millones de personas y entidades privadas que son socias o colaboradoras de MSF en todo el mundo.
“Gracias a ellas, nosotros decidimos a quién atendemos y cómo. Con el fin de mejorar su situación, también podemos brindar testimonio para denunciar las situaciones que presenciamos. Pero no aspiramos a transformar una sociedad, sino a permitirle superar un periodo crítico: nuestro objetivo son las personas, no los Estados. Por este motivo, nuestras intervenciones son limitadas en el tiempo”, afirma.