Con muchísimo amor al arte

Actualizado
  • 01/07/2018 02:00
Creado
  • 01/07/2018 02:00
Aunque la frase ha sido utilizada hasta el cansancio, es la que mejor describe la relación que por toda una vida ha mantenido Mario Calvit con la plástica

Cuando Mario Calvit decidió dedicarse al arte, no habían museos, mucho menos galerías. ‘Era toda una osadía, una aventura, decidir ser artista y hacerle caso a la vocación', según establece la nota de prensa de la Fundación Arte Panamá. Esto lo corrobora su esposa, Silvia. ‘Los artistas eran unos seres muy locos que empezaron a tirar brocha, sobre los lienzos y a hacer una primera colectiva en el Casco Viejo'. Recuerda muy bien que junto a su esposo estaban Alfredo Sinclair, Antonio Alvarado y Alberto 'Pimpito' Dutary. ‘Atender una casa con escasos presupuestos era muy difícil porque vendían un cuadro en 150 dólares, se pagaba a plazos, había que comprar pintura, ellos mismos construían sus lienzos ha sido una larga caminata... ellos abrieron trocha', asegura.

Mario Calvit Nació en 1933 en Nicaragua. Con seis años su familia se radicó en Antón, Provincia de Coclé, y se convirtió en uno de los miembros más destacados de la generación artística que floreció en el país entre las décadas de 1950 y 1970. El camino que decidió seguir, siempre lo ha compartido con su esposa Silvia.

En 1956 resultó ganador del concurso Ricardo Miró en modalidad de pintura, cosa que él mismo no podía creer porque no había enviado obra al concurso. ‘Creo que debe haber una equivocación', le dijo a su esposa quien en ese momento le confesó que ella fue quien envió la obra.

‘Siempre lo he acompañado en todos sus proyectos. Siempre hemos soñado juntos', dice Silvia sin dejar de emocionarse. Y también tiene presente que hubo momentos muy difíciles. ‘Ellos vivieron una bohemia 'tremenda', con César Young, Neco Endara, José Franco... Una vez salieron y pasaban las horas y no regresaban... cuando Mario llegó me dijo que se habían ido a una cantina porque les habían dicho que allí, para la época de la construcción del Canal había pasado Gaughin y en el mostrador grande de madera, había escrito su nombre con un cuchillo... esa era la excusa para tomarse los tragos', recuerda su esposa.

El escritor Pedro Rivera atesora esos momentos. ‘Mario frecuentaba con sus amigos, entre los que me encontraba yo por supuesto, los bares, tabernas y cantinas más populares modestos de aquella época. Entre otros recuerdo Ciudad de Verona, Chalet, Good Night Board y el El Volcán —que sigue abierto— y otras donde la intelectualidad cosmopolita sin otras muchas cosas que hacer faranduleaba'.

Y es que ‘Mario era un bohemio al igual que la mayoría de los artistas de aquellos tiempos. Era inevitable. Que los intelectuales nos reuníamos en lugares tranquilos y los alegrábamos con chistes, bochinches políticos, creación artística, arte y sueños de grandeza', comenta Rivera.

Era difícil enfurecerse con semejante grupo de compinches, amigos entrañables que cuando se juntaban querían arreglar el mundo y que se constituyeron en el grupo de intelectuales más influyente del país.

‘En la época de nuestra niñez y adolescencia nuestra familia, mi padre el maestro Sinclair, mi madre Doña Olga ,tío Mario y tía Silvia nos frecuentábamos mucho no solo en nuestros hogares sino en todas las exposiciones que ellos presentaban de manera individual o colectiva', recuerda con cariño Jorge Sinclair, presidente de la Fundación Alfredo Sinclair. ‘Ello dio cabida a una especie de fraternidad entre pintores y artistas en épocas difíciles para el arte y su desarrollo. A Ellos se le sumaban Olga Oller, la distinguida dama Picard Amí quienes juntos fundaron ‘Panarte' semillero de nuevos y talentosos artistas panameños e internacionales. Tía Silvia y tío Mario estuvieron junto a nosotros hasta el último momento de vida de mis padres', cuenta.

Entre los logros de Calvit está el haber sido el primer Director del Departamento de Artes Plásticas del Instituto Nacional de Cultura. ‘Él pensaba que la cultura no se debía quedar solo en la ciudad de Panamá y como él era amigo de todos los pintores y confiaban en él les solicitaba obras e hizo exposiciones en el interior de la República. Ese carromato que teníamos lo cargaba con todas las obras y las llevó a David, a Santiago, a todos lados', recuerda Silvia.

‘Se obtuvieron muchos logros bajo su dirección. Promovió el arte, la pintura, hizo talleres, exposiciones y conversatorios a lo largo y ancho del país. fortaleció el arte de manera muy especial en el resto de las provincias de Panamá', recuerda Sinclair.

Sobre su obra, destacan motivos principales: la naturaleza, la figura humana y los caballos.

‘Él ama tanto la naturaleza que es su inspiración el mar, el bosque... es un llamado que hace para conservar la naturaleza porque él dice que no estamos conscientes de lo que tenemos', cuenta Silvia.

‘Empezo muy joven a pintar paisajes en un estilo abstracto, pero pronto incursiono en el figurativismo, a veces realista otras bastante surrealistas; en ese ir y venir de sus búsquedas internas incursionó en varios estilos y técnicas. Pinto caballos, mujeres, formas', destaca Sinclair. ‘También fue un gran escultor en hierro, las hacia con soldaduras y sopletes, con gran fuerza y dramatismo', agrega. Esta incursión la hizo ya que sentía que el lienzo no le permitía mostrar la profundidad de las cosas, mostrar no solo el exterior del hombre sino su interior.

UNA EXHIBICIÓN DISRUPTIVA

Este martes 3 de julio se inaugurará la exposición que presenta la Fundación Arte Panamá en unión estratégica con la agencia de comunicaciones TBWA con obras de Mario Calvit, en un ambiente diferente, para generar interés, conversaciones conversaciones y por ende, crecimiento cultural.

La exhibición estará abierta al público desde el miércoles 4 hasta el viernes 6 de julio, en un horario de 10:00 a.m. hasta las 5:00 p.m., en el piso 17 del edificio Midtown en calle 74 San Francisco, sede de TBWA Panamá.

Para una Navidad su esposa lo sorprendió con un equipo de soldadura como obsequio. ‘estaba muy contento pero a la vez se sentía temeroso. ‘Nunca olvidaré la impresión en su rostro. Nunca había usado un equipo de soldadura, pero aprendió. Desafió el miedo y lo logró' sostiene Silvia.

El dirigente estudiantil Víctor Ávila presentó a Pedro Rivera con Mario Calvit. El pintor vivía según recuerda Rivera, ‘en una vistosa casa de madera amachimbrada asentada en la calle 46 [hoy 45] de Bella Vista'. Esa casa se convertiría en punto de reunión de artistas, escritores, músicos. Silvia cuenta que ‘La casa nunca estaba cerrada, allí entraban todos como ‘Pedro por su casa'... siempre hubo arte, siempre hubo música. Fue una etapa muy bonita, una vida llena de colorido, se recibió a todos con mucho cariño'.

‘Mario ama la música clásica y la popular. El jazz lo apasiona... ¡Qué diablos podría hacer un hombre creativo como Mario que no fuera escuchar música, pintar y conversar en una sociedad tan alérgica como el mismo lo es!', reconoce Rivera. Al día de hoy Calvit sigue pintando con música. ‘Me doy cuenta en qué parte del proceso está por la música que escucha. Si tenía a Beethoven, es que estaba luchando con el lienzo, de una forma fuerte... si era un jazz suave es que ya ha logrado descifrar el camino y con los boleros es que ya ha logrado su obra', afirma su compañera.

Pero además de pintor, escultor y amante de la música, Calvit es reconocido por sus amigos como un destacado cocinero. ‘Nadie en materia de comida le echa cuento. Es un chef consumado. Un trozo de bisté en su parrilla se convierte en un lienzo en sus manos. Incluso utiliza un pincel para mezclar la salsa con la que cubre la carne humeante', dice Rivera. Por su parte Sinclair recuerda la venida a Panamá del director del Museo de Arte Latinoamericano en Washington DC. José Gomez Sicre. ‘Todos los pintores pusieron su grano de arena y se hizo una recepción en nuestra casa al estilo cubano panameño con carne de tortuga. Tío Mario era un experto en el tema'.

También ha sido un gran maestro para artistas de generaciones posteriores a los que ha guiado en su carrera. ‘influyo en muchos artistas de los que además fue su amigo', dice Sinclair.

‘A él le encanta enseñar, nunca ha cobrado un real por eso y por aquí ha pasado una cantidad de niños, de muchachos, incluyendo sus hijos y sus nietos la genética tiene su peso', dice Silvia convencida. Su hija Ginela, aunque no se decidió por una carrera artística, pinta e incluso presentó una muestra junto con su padre.

Con la familia, han compartido muchas cosas, ideales, sueños, metas, valores y enseñanzas que acompañarán a sus tres hijos y sus nietos toda la vida. ‘Recuerdo que el día que murió Martin Luther King, él reunió a los hijos y les dijo, ‘vamos a hacer un homenaje a Luther King'. Esa noche nos quedamos hasta las once de la noche escuchando jazz'.

De la casa en Bella Vista Calvit se trasladó a un apartamento en El Carmen donde pinta en un espacio iluminado y fresco. Han pasado los años, ya no puede usar la gran mesa cubierta con manchas de pintura que utilizó por mas de 45 años. Siempre trabajó de pie, pero la artiritis le ha jugado una muy mala pasada y ahora debe usar una mesa más manejable y una silla de oficina que le permite girar y desplazarse más fácilmente. ‘Hay que estar atento a él porque a veces suelta la silla y se pone de pie, se le olvida que ya no lo puede hacer' dice Silvia.

Y es que en Mario Calvit son destacables su amor y pasión por la pintura y escultura en los momentos en que el desarrollo del arte estaba en sus inicios. ‘Cuando las cosas se ponían muy duras en el arte, y se pasaban tiempos difíciles los mas allegados le llamábamos Tío ‘Machete' ya que El siempre estaba listo para resolver dificultades', afirma Sinclair. ‘Esa fidelidad a su familia y a su vocación de artista se hace visible en su constancia a pesar de algunas vicisitudes y problemas de salud. Lo pudiera describir como uno de los ‘grandes”, añade.

A pesar de los problemas de salud que sufre Calvit, no ha dejado de pintar y todavía comparte planes y proyectos para el futuro. ‘Nunca ha dejado de pintar, el compadre Neco Endara llegó a decir 'Mario morirá con el pincel en la mano'. Cuando lo veo en su andadera recuerdo esas palabras'.

Pero Calvit no es solo un hombre comprometido con su arte, sino un amigo singular.

‘Alguna vez describí a Mario como un hombre bueno. Ese es el adjetivo que mejor se le aviene Íntegro y leal. Ético. Es amigo de los amigos, Y no puede ser enemigo de los enemigos porque no los tiene. Sé de gente que quiso odiarlo y no pudo. Debo agregar: no conozco a ninguna persona en el mundo que lo conozca y no admire su generosidad y lo quiera', concluye Rivera.

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