Ciclistas, atletas, patinadores y paseantes de la capital colombiana tienen una cita infaltable desde hace 50 años: la ciclovía de los domingos y festivos,...
- 30/05/2020 00:00
- 30/05/2020 00:00
Javier Alvarado
Fue la emancipación del viento o su
osadía por penetrar en los jardines
Por otear su áncora de esparto entre
los volúmenes de libros
Y entre las sombras desgarradas de
otra ausencia, Donde la liebre
esparce su ceguera Y la zanahoria
que cuelga de nosotros va ladrando
Con rabia, con exorcismo
Con tildes coscorroneando las vocales
En el resfriado abecedario
De falsas ilusiones por la carne
—sempiterna y conmovida—
Y no es que tengamos sueños o calabozos
Como dolores de cabeza o fiebre o una
respiración de amante
—Terriblemente antigua —
Sobre el hombro o el oído,
Lo que sí quiero oír
Son otras respiraciones que vayan
tatuando adolescencias en el pecho
O una multitud de astros que se
pueblen a la lengua
Como un cayado de profeta.
Tú fuiste destinado a la geografía
y a la historia
Y muy pocos pudieron penetrar en tus
ojos y en tu sangre
Con un mármol oscuro diezmaron
los delfines
Que se bañaban una y otra vez en
las piletas de tu nombre
Como un senado antiguo que deliberara
en nuestra contra
Y tendríamos que bebernos los almácigos,
la posesión y el veneno
De locura,
Si hay enfermeros castrados
que nos colocan las camisas de fuerza
Una guirnalda que va despacio
royéndonos la carne
Hasta conocer
El augurio de los huesos
Pues tú lo dijiste: deseos nunca
realidades
Tu única realidad fue manejar el
verso limpio y navegar desnudo
En las barcazas,
Con esa libertad de asilar
extraños ritmos
O pescas inconclusas que herían
al boticario de madera
Blandamente estrellado sobre
la tierra como un bosquejo de huevo
Sin una yema cuadrada u olfateada
Que se define en la falacia del mar.
Es una hierba o un río que nos
penetra por la nariz;
Pero que ya no se respira
Una mañana inconsulta, evaporada
Que contemplamos desde
los muelles del hambre
La desesperación de la rosa por
seguir aromando
los antiguos y modernísimos poetas.
La rosa ya no es la rosa
Es simplemente una rosa.
Nos suena como un olvido de llaves,
Como caídas de agua
Que perpetuamente van cargando troncos
Y ramas con ojos de ahogados
O melindrosas azucenas que trepan
Desde el cieno hasta la boca
Donde en una cabaña con
las piernas cruzadas
Y con un gran Marlboro rojo
Nos espera la muerte para maquillarse
Pues lo afirmaste: la muerte es un
espejo sobre los brazos de otros
Y yo oigo esa sacudida que da
el mar con violentos peces.
Hemos de fabricarte un ancla
de metal o de madera
Dependiendo del material que
nos proporcionen las magias y los dioses
El aliento de las colinas que se
congela en la burbuja de otro llanto
Asimilando el meditar de
los niños que saltan soga
Y que tú observas desde
tu milenaria cubierta
Como un último marinero que
espera el pitido
La letra del humo y el ejercicio
poético antes de zarparse..