Ciclistas, atletas, patinadores y paseantes de la capital colombiana tienen una cita infaltable desde hace 50 años: la ciclovía de los domingos y festivos,...
- 16/03/2024 00:00
- 15/03/2024 21:42
Hay manos que son como ciudades,
la vida sucede en ellas sin buscarlo.
Aterrizan fugazmente
en los cuerpos; como tentáculos, escarban cada poro y
los incendian.
Confiados, tanteamos las cenizas de otros
tiempos a través de los dedos de un
extraño. Ignoramos que bajo los
escombros de ciertos encuentros aún existen
soles, luz eterna del deseo. Hoy
amanecí con ganas de
quemarle los ojos a la gente gris de la calle,
regalarles incendios forestales porque
ignoran nuestro secreto de
cómo hacemos nacer fuegos.
Y es que para eso basta solo
con tocarnos las manos, desear el brillo de
la lengua, zurcir retazos de escarcha en una
cantina, tirarnos en un césped a merced de
una canción infantil
e inmigrante. Comerse la Cruz del Sur
entre palta y marraqueta. Reconocer que
nuestra risa llena todos los espacios con
su lumbre.
Es imposible ignorar el resplandor
de gentefuegos, gentesoles.
Fuegos fatuos se les escapan
de los dedos. Calcinan polillas, paren
luciérnagas.