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La última aventura de Indiana Jones abre una nueva dimensión
- 29/06/2023 00:00
- 29/06/2023 00:00
Por más de cuatro décadas el nombre y prestigio de Indiana Jones ha marcado el cine de acción con sus travesías extraordinarias y secuencias de acción que impresionaron a diversas generaciones, dando paso a la creación de cintas que buscaban asemejar un poco de su ingenio y destreza en la pantalla grande, pero que no han podido superar el trabajo original creado por los cineastas Steven Spielberg y George Lucas.
Desde su última aparición en la cinta Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal (2008), Harrison Ford se había distanciado del personaje, sin embargo, en esta nueva faceta lo vemos como un Jones más centrado en su oficio regular como profesor de arqueología en el Hunter College, en medio de una crisis personal por una pérdida cercana y su alejamiento de su esposa, Marion Ravenwood.
La cinta bajo la dirección de James Mangold, pero aún producida por Spielberg y Lucas, da un primer bocado de fantasía y un cambio en la línea temporal de sucesos históricos reales, en este caso dando protagonismo a la Segunda Guerra Mundial cerca de su fin y la ausencia de Hitler, mientras que presenta secuencias de acción sobre trenes, huyendo de nazis y entrando en combate cuerpo a cuerpo con sus enemigos.
Escuchamos las icónicas notas del tema personal de Jones, creado por John Williams, y sabemos que todo va a salir bien mientras Ford recibe y arroja golpes por segundo. Ya a sus 80 años, Ford continúa dando cátedra en su personificación del aventurero arqueólogo, con diálogos precisos y expresiones que dejan ver lo bien que conoce a Jones y cómo puede lograr dar escenas de humor físico más allá de lo cliché.
Por su parte, Phoebe Waller-Bridge interpretando a Helena 'Wombat' Shaw es una buena adición al equipo que acompaña a Indiana, presentando a una ya adulta arqueóloga involucrada en ciertos juegos ilícitos y en busca de dinero fácil con el que comprar una vida nueva. Su conocimiento de la historia griega antigua y habilidades callejeras la convierten en una mujer con astucia y destreza para apoyar a un Indiana muy mayor para lograr zafarse por sí solo de las adversidades.
La trama gira en torno a la búsqueda del Anticitera, un artilugio manual de engranajes de malla de oro antiguo que es la mitad de la esfera creada por el matemático griego Arquímedes en el siglo III a.C. capaz de “predecir fisuras en el tiempo”, porque viajes hacia el pasado se encuentran en la mesa de discusión entre Jones, Shaw y el científico nazi Jürgen Voller (Mads Milkensen) quien busca el aparato para sí mismo y su violencia fría es una de las características que lo convierten en un villano interesante, aunque muy conveniente para la trama.
Mangold dirige la cinta con un guion que él coescribió junto a Jez y John-Henry Butterworth, así como David Koepp, centrado en darle a Jones una última victoria, traerlo como un héroe que se levanta de su letargo y comienza a redescubrir sus fortalezas pese a su avanzada edad y las heridas abiertas que aún persiguen su vida. La película disfruta de actores inolvidables como Antonio Banderas en su papel del buzo español Renny, John Rhys-Davies como Sallah, y Toby Jones como su fiel amigo Basil Shaw.
Tras su reencuentro y un par de tropiezos en el camino, Indy y Helena van tras los Grafikos, la otra mitad desaparecida del Anticitera, un viaje que los llevará de Nueva York a Tánger, donde Helena intenta deshacerse de la pieza que ya tienen en una subasta de artefactos robados para obtener dinero. Luego, en otro salto a través de un mapa (como sacado de algo de Los Muppets) se dirigen a Grecia y Sicilia, adentrándose en cuevas y ruinas y orugas gigantes que se retuercen. Voller les pisa los talones en una persecución continua por tierra, agua y aire, junto con tres asistentes: uno gigantesco (Olivier Richters), uno que disparará a cualquiera que lo vea (Mark Killeen), y una que se presenta a sí misma como una agente “justiciera” (Shaunette Renée Wilson).
La adición del joven Teddy (Ethann Isidore) como un adolescente experto en robos menores y escapismo, busca ser el factor cómico de la cinta, pero no logra esto en su totalidad, porque –como todo personaje secundario en este rol– su vida se ve en peligro múltiples veces de formas no tan creativas como para evitar ser predecibles. Teddy cuestiona el valor de Helena de seguir en el plan para robar el artefacto y venderlo para obtener una mejor vida para ambos, pero rápidamente se encariña con Jones y se convierte en parte de la pandilla, siendo un seguro para Helena de forma esperada.
Cabe destacar las conversaciones inteligentes entre Helena, Indiana y Voller, quienes conocen lo suficiente de la Grecia antigua como para descifrar códigos de Polibio, secretos escritos en latín y griego antiguo, y entregar interacciones lo suficientemente interesantes como para mantener a los amantes de los rompecabezas en suspenso, imaginando cuál será la siguiente movida para burlar a los nazis y salvar al mundo. Aun así, esto no salva la cinta de contar con escenas cliché, desplazamientos a ultravelocidad con la magia del cine y momentos que debieron haberse sentido mágicos, pero fueron reducidos a rescates irreales.
En comparación con las previas cintas de Indiana Jones –excluyendo a Los cazadores del arca perdida–, El dial del destino se alza como un entretenido intento de volver a las glorias pasadas del personaje, junto con una combinación de narrativa moderna que busca entremezclar las emociones con objetivos precisos y suficientes escenas de acción, con la esperanza de que logremos olvidar los obvios baches dentro de la historia y simplemente disfrutemos a un Ford que hace lo que puede para dejar a Indiana en la cúspide de su fama.
Para cuando las 2 horas y 22 minutos de la cinta han pasado y llegamos al verdadero final, luego de un viaje espacial donde las leyes del tiempo se tuercen a voluntad de la trama, descubrimos que el mensaje de la cinta –junto con obvios intercambios de miradas que explican más que mil palabras– se centra en un Jones que regresa a sus orígenes, aprecia sus aventuras, sus amistades y su familia, pero no deja en herencia su simbólico sombrero y látigo, porque solo hay y habrá un único Indiana Jones.