Organizaciones de productores de café de Chiapas, estado de la frontera sur de México, reanudaron la exportación de café a Estados Unidos, destino del...
- 08/08/2014 02:00
Segundas partes, terceras, cuartas, quintas, sextas, séptimas. La manía de hacer secuelas en las últimas décadas está cambiando nuestra forma de pensar el cine y de ver películas. Entre series de alto presupuesto, trilogías de cuatro partes, personajes que nunca mueren, promesas a futuro y largas esperas.
Aunque algunos sólo vean en ellas un síntoma de falta de creatividad o una jugada de las productoras para lanzar éxitos asegurados, somos también los espectadores los que las esperamos, las pedimos y sabemos que, si las taquillas insisten, las buenas historias pueden no tener fin. Porque sabemos que no sólo una trilogía puede ser buena, como El Señor de los Anillos , sino que además puede continuar con otra buena trilogía, como El Hobbit .
No es interesante, por supuesto, cuando en lugar de continuar una historia y ampliar su universo, sólo se trata de repetir fórmulas y personajes exitosos para seguir recaudando. Películas como Aviones , que continuó la receta de Cars, o la segunda parte de Máxima Velocidad ya nos lo demostraron.
Sin embargo, no todas las sagas siguen ese camino y muchas segundas partes logran superar a las primeras. El Padrino: Parte II es uno de los ejemplos históricos que más se nombra, pero también logró esto El Planeta de los simios: Confrontación , que se estrenó hace poco y consiguió la mejor crítica de todas las películas de esta franquicia, que ya cuenta con ocho películas desde 1968.
Las secuelas, además, son sólo una parte de las historias interminables. Los desprendimientos de personajes secundarios para generar nuevos filmEs –conocidos como spin-off - y las precuelas son también parte de esta tendencia; y la saga de X-Men es un buen ejemplo de ambas, ya que no sólo consiguió hacer dos películas sobre uno de sus personajes (X-Men), sino que además en sus últimas dos entregas logró combinar precuela y secuela al dedicarse a los inicios de su propia historia.