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Panamá impulsa el despegue de vocaciones espaciales
- 14/10/2022 00:00
- 14/10/2022 00:00
De acuerdo con la Real Academia Española, la astronomía es la “Ciencia que trata de los astros, de su movimiento y de las leyes que lo rigen”, es decir, estudia y analiza los objetos espaciales, cuerpos celestes y fenómenos que ocurren en el universo.
Determinar la órbita de un asteroide, conocer cuándo ocurrirán los eclipses o las lluvias de estrellas, entre otros fenómenos astronómicos, es posible gracias a las investigaciones científicas y a las exploraciones que realizan agencias espaciales, astronautas y científicos con instrumentos como los telescopios, naves espaciales, satélites artificiales y sondas espaciales.
A través de eventos como la Olimpiada Panameña de Ciencias Espaciales (OliPaCE) y, a nivel regional, la Olimpiada Latinoamericana de Astronomía y Astronáutica (OLAA), se promueve el interés de la comunidad estudiantil por explorar las aplicaciones de la física, la astronomía, ingeniería aeroespacial y otras disciplinas relacionadas.
En la Semana del Espacio, del 3 al 7 de octubre, Panamá fue sede de la XIV edición de la OLAA. El país recibió a delegaciones de 18 países de la región y a 69 estudiantes olímpicos para participar en este torneo académico, organizado por la Secretaría Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (Senacyt), el Centro Nacional de Ciencias Espaciales de Panamá (Cenacep) y la Fundación Ciudad del Saber.
Los jóvenes olímpicos demostraron sus conocimientos en diferentes pruebas individuales y grupales, incluyendo la observación a través de telescopios dobsonianos y un planetario inflable.
Cada mañana, en las áreas verdes de la Ciudad del Saber, los estudiantes también realizaron ejercicio físico, de resistencia, velocidad y relevo, con el objetivo de promover el trabajo en equipo.
Yaditza Pérez, entrenadora de boxeo del Servicio Nacional Aeronaval, explicó que el entrenamiento se basó en que los olímpicos se mantuvieran en constante movimiento físico y se les explicaba cómo es el entrenamiento que un astronauta tiene previo a una misión espacial. La rutina incluía correr y relevo en equipo.
Luis Ríos, cabo primero y entrenador de atletismo del Servicio Nacional Aeronaval, destacó que “los entrenamientos tenían la intención de inculcarles a los olímpicos la importancia del deporte en el diario vivir”.
La actividad más vistosa de la OLAA es la competencia de lanzamiento de cohetes propulsados por agua y aire.
En los talleres de cohetería, los olímpicos trabajaron en grupos mixtos de diferentes países para confeccionar sus cohetes utilizando tubos de PVC para armar la lanzadera, y abrazaderas para fijar las tuberías; botellas plásticas, pelotas de hielo seco y masilla, como centro de masa, y láminas de plástico para hacer las aletas. Otros materiales incluían tijeras, cúter (“exacto”), cinta adhesiva, guantes, regla, pilotos, lápiz, borrador, lija y transportador.
En la prueba de cohetería, los olímpicos utilizaron una presión de aire de 60 PSI y agua como combustible, mientras que el ángulo de inclinación oscilaba entre 45 grados y 60 grados, dependiendo de la cantidad de combustible que utilizó cada equipo.
“La máxima distancia de la cancha fue de 180 metros, cada 10 metros se colocó un cono para medir la trayectoria de los cohetes. La presión se determinó en 60 PSI para que el lanzamiento no superara el largo de la cancha y para que las lanzaderas soportaran la presión”, explicó Mónica Oddone, colíder de la delegación de Argentina en la OLAA.
La distancia que voló cada uno de los cohetes dependió de factores como la presión, el ángulo y el combustible. Esa distancia se marcó perpendicularmente a la línea de partida. La lluvia provocó que el viento jugara en contra, frenando o acelerando el recorrido.
“Si los equipos realizaban dos lanzamientos, se eligió la distancia mayor. Si se fragmentó el cohete, se consideró el fragmento más grande para la distancia”, añadió Oddone.
“El lanzamiento fue una prueba crítica. Intercambiar ideas para definir el diseño del cohete, llegar a un consenso sobre el ángulo, la cantidad de combustible (agua) y la aerodinámica para determinar si la punta es cónica o no, necesitó de trabajo en equipo. En la prueba, los productos fueron la mejor concepción de lo que cada integrante pudo aportar a su grupo”, manifestó el Dr. Martín Leiva, astrónomo y líder de la delegación de Argentina.
Algunos de los equipos abortaron sus lanzamientos por fugas de agua que se debieron a fallas en el diseño del cohete.
Jean Rodríguez, voluntario de la OLAA, comentó, “la razón por la que algunos grupos abortaron su lanzamiento se debió a las fugas que se dan en los sellos que se ubican en la parte inferior del cohete y, tal vez, por defectos o fallas que tenía la lanzadera del cohete. Por medida de seguridad y para tener un mejor desempeño, esos grupos deciden abortar y así podían realizar las correcciones necesarias”.
Para Mario Betancourt, padre de un olímpico de Guatemala que obtuvo medalla de oro, es gratificante que los jóvenes compartieran sus conocimientos de astronomía y sus talentos. Norman Palma, astrofísico y observador de Honduras, añadió que la OLAA cultivó en los jóvenes el espíritu de ser científicos, de desarrollarse en el campo de la astrofísica y la astronomía.
“Todo lo que no conocemos me interesa y la OLAA me brindó la oportunidad de aprender más”, dijo Zoe Parra, estudiante de Ecuador.
La clausura de la OLAA incluyó un acto cultural y los olímpicos fueron premiados con medallas de oro, plata y bronce, además de menciones honoríficas. También se anunció que Nicaragua será la sede de la OLAA en 2023.