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Una mirada profunda a la cordillera de Coiba
- 03/06/2022 00:00
- 03/06/2022 00:00
Tiburones, langostas y abundantes corales blandos fueron algunas de las especies que observó el científico Héctor Guzmán desde un submarino, en la primera expedición científica a las montañas de la cordillera de Coiba.
El ecólogo marino e investigador asociado al Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales (STRI) y a la Estación Científica Coiba AIP, permaneció en alta mar por 13 días junto a colegas, estudiantes, una periodista y una videógrafa-cineasta, documentando sus hallazgos.
“Navegamos tres días de un lugar a otro. Nos dedicamos 10 días a explorar 4 montañas submarinas. La primera atraviesa el paralelo 5, que es el límite de la zona económica exclusiva entre Colombia y Panamá. Es la parte más somera que tendría la cordillera y colinda con Colombia. La parte más somera de esta primera montaña es de 180m-150m de profundidad y continúa hasta los mil metros, por lo menos”, detalla el Dr. Guzmán, quien también es miembro del Sistema Nacional de Investigación (SNI) y del colectivo científico MigraMar.
La cordillera de Coiba es una cadena montañosa que nace desde tierra firme donde está Coiba y sigue en dirección al sur, hacia las islas Malpelo, se une hacia las Galápagos y después hacia Cocos.
Panamá cumplió su compromiso de proteger el 30% de sus océanos para el año 2030 cuando, en 2021, amplió la superficie de esta reserva de 17.223 km2 a casi 68.000 km2, con base en la evidencia científica sobre la conectividad biológica en este corredor marino del Pacífico oriental, que incluye a Ecuador, Colombia, Panamá y Costa Rica.
Con la expansión se abarcaron montes submarinos que no estaban incluidos antes, muchos de estos oscilan entre los 150m a 200m y hasta los 4.000m de profundidad.
Los montes submarinos son áreas de alta productividad, sus aguas ricas en nutrientes atraen gran cantidad de peces, tiburones y especies migratorias como tortugas y ballenas.
Desde el submarino con capacidad para tres tripulantes –el piloto y dos observadores– fotografiaron y grabaron videos de las especies vistas. La nave está certificada para sumergirse hasta 450m de profundidad y tiene un brazo robótico para colectar muestras. El equipo exploró hasta los 355m de profundidad.
“Hicimos 11 inmersiones y colectamos muchas muestras de corales, corales blandos, como estos abanicos de mar, unos amarillos muy bonitos, anaranjados, muy abundantes abajo”, cuenta el investigador, mostrando imágenes en su laptop. “También colectamos rocas para los geólogos”.
Cada día, tres veces al día, colocaban varios sistemas remotos de cámaras de video con carnada bajo el agua (BRUV, por sus siglas en inglés), que se cuelgan en boyas a 10m de profundidad para atraer a especies pelágicas (que viven en aguas medias o cerca de la superficie), depredadores topes.
“Ellos se acercan y podemos filmarlos, eso nos da una idea de la abundancia y del tamaño porque usamos video estereoscópico del animal. Podemos tener una idea de la diversidad de estas especies altamente migratorias”, dice el Dr. Guzmán. Simultáneamente, en la superficie, el resto del equipo también filmaba.
“Superamos las 800-900 horas de video, se hicieron videos estereoscópicos y casi 450 horas de video en 360 grados con los BRUVs. En los primeros días que estuvimos en las montañas más someras, casi todos los días y en todas las cámaras, salían enormes cantidades de tiburones, escuelas de tiburón martillo, pudimos contar hasta 60 animales y, conforme empezamos a avanzar hacia el norte, a una segunda montaña cuyo tope superior estaba alrededor de los 220m y bajaba por lo menos a los 1.500m, los tiburones en la superficie comenzaron a disminuir en número. Sin embargo, veíamos juveniles en la parte inferior y cuando bajábamos a menos de 300m, veíamos gran cantidad de langostas anaranjadas chiquiticas, que son alimento, sobre todo, en las etapas de estos juveniles”.
En una montaña encontraron el tiburón Prickly, el cual puede llegar a la superficie, pero por lo general abunda en aguas profundas. No se conoce sobre su biología, ni se sabe mucho de su estatus de conservación.
“No solo lo encontramos allí presente, sino que pudimos encontrar también una gran cantidad de estadios. También, tiburones adultos que pueden medir más de tres metros de largo, y otros en etapas más juveniles, de un metro, o metro y medio. Es decir, la población se ve bastante saludable”, recalca el científico.
Otra especie vista fue el tiburón Thresher mexicano (tiburón zorro). “Mientras en la superficie los demás colocaban las cámaras, nosotros abajo veíamos cómo estos tiburones tomaban un ímpetu o momentum con su cola y salían como si fueran un cohete”, dice el Dr. Guzmán.
Un aspecto para resaltar es que la diversidad de los especímenes que colectaron no es la que esperaban encontrar, posiblemente porque las montañas submarinas exploradas son de aguas profundas.
Guzmán explica que, entre los 60m y los 120m-150m de profundidad hay un cambio completo de la diversidad, esta se reduce y su abundancia también. “Como nuestro buceo fue más o menos a los 180m de profundidad, que es lo menos que tiene la cordillera de Coiba, tal vez por eso no encontramos la diversidad que nos hubiera gustado. Pero la biomasa de peces es lo contrario, en esos lugares vimos gran cantidad de tiburones”.
El equipo pasó dos días “tormentosos” y tuvieron que recoger el submarino, pero siguieron lanzando y colectando las cámaras desde la embarcación, por seguridad.
Antes de terminar la exploración en la segunda montaña, se dieron cuenta de que un barco de bandera colombiana estaba pescando ilegalmente y usando palangre. Con un dron, confirmaron que estaban haciendo aleteo de tiburones, que es prohibido por las leyes de Colombia y de Panamá.
“Las autoridades se hicieron cargo del asunto, pero, a partir de ese momento, no logramos ver los tiburones con la misma abundancia con que los estábamos viendo antes. Es especulativo decir que es una causa y un efecto, pero la realidad es que 6 o 7 días después no volvimos a ver los tiburones, sobre todo los tiburones martillo, con la frecuencia que los veíamos”.
La idea de continuar explorando la cordillera de Coiba en submarinos con mayor autonomía emociona al Dr. Guzmán.
“Son expediciones muy costosas, pero no es imposible. Cualquier trabajo que se haga en el mar, puede ser entre 80% y 130% o 140% más costoso que uno similar en la tierra. Hay otras embarcaciones con submarinos que permiten descender a mil o dos mil metros. Es cuestión de ver cuándo aparecen estos barcos y cómo coordinamos que haya un donante que quiera apoyar la expedición. En Panamá es muy poco lo que se ha hecho con respecto a ciencia de hábitats de profundidad y el país tiene que seguir a la vanguardia, no solo se trata de crear las áreas protegidas, sino dar a conocer lo que tenemos allá abajo”.