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Bruno Zachrisson, impulsor de las agrotecnologías limpias en Panamá
- 17/11/2023 00:00
- 17/11/2023 00:00
El Dr. Bruno Zachrisson, especialista en entomología agrícola, investigador y miembro por más de 13 años del Sistema Nacional de Investigación (SNI) de la Secretaría Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (Senacyt), desarrolla en Panamá una alternativa para la sustentabilidad agroalimentaria, utilizando bioinsumos que mantengan el equilibrio entre insectos-plagas y el cultivo agrícola, de manera que se conserve la productividad elevada y reducir los costos de producción.
El tema de bioinsumos es parte fundamental del desarrollo sostenible de los agroecosistemas, al ser productos de origen animal, vegetal o microbianos que benefician tanto a los agricultores como a los consumidores, con el fin de proteger la salud humana y el medio ambiente de los efectos nocivos de los agroquímicos.
Se ha evidenciado que la aplicación indiscriminada de productos químicos favorece el incremento de la población de insectos-plagas, reduciendo la población de los enemigos naturales de los cultivos (parasitoides, depredadores, hongos entomopatógenos).
Esto favorece la resistencia de la plaga a estos componentes químicos y la contaminación de las fuentes hídricas. Además, reduce la fertilidad de los suelos de vocación agrícola principalmente y propicia la mortalidad de vertebrados.
En las personas puede causar contaminación aguda (efecto inmediato) y crónica (acumulación del tóxico químico –llamado de ingrediente activo– de manera reiterativa, que alcance el nivel de toxicidad que provoque la muerte después de un intervalo variable de tiempo).
El Dr. Zachrisson ha desarrollado programas de control biológico, como el conservativo, que se enfoca en preservar la población de los enemigos naturales para mantener a los insectos-plagas o dañinos por debajo del nivel de daño económico que pueda provocar la reducción de la productividad del cultivo agrícola; y por otro lado está el programa de control biológico aumentativo, que requiere de la colecta de material biológico en las áreas de producción agrícola, para multiplicarse en condiciones controladas de laboratorio, y posteriormente liberarlos en cantidades elevadas en las áreas cultivadas o aplicarlos como un “bioinsecticida” en el caso específico de un hongo entomopatógeno (microbiológico), también en las áreas de producción de alimentos.
“Nuestro laboratorio en el Instituto de Innovación Agropecuaria de Panamá (Idiap) ha trabajado intensamente durante los últimos 30 años con Trichogramma pretiosum, que es un parasitoide que se desarrolla en el interior de los huevos de insectos-plagas del grupo de las mariposas que se alimentan de las hojas del arroz, maíz y tomate, entre otros. Igualmente, se ha multiplicado en condiciones de laboratorio el parasitoide que se desarrolla en el interior del huevo de chinches, que provocan daños en la espiga del arroz, entre otros cultivos”, manifiesta el Dr. Zachrisson.
Las tecnologías limpias aplicadas en la agricultura, mejor conocidas como “agrotecnologías” buscan soluciones para generar cambios positivos en el entorno y, al mismo tiempo, mantener un margen rentable de ganancias para las empresas y sectores que las utilizan e implementan.
Por esta razón, los bioinsumos y en el caso específico del manejo sostenible de los insectos-plagas, no contaminan el ambiente y el agroecosistema, además, no generan desequilibrios en los cultivos y reducen los costos de producción, debido a que la producción de un enemigo natural es significativamente inferior a la producción de un insecticida de origen químico.
Algo muy importante es que la implementación de estos agentes de control biológico son transferidos a los productores, quienes adoptan estas tecnologías y pueden comercializar utilizando los mecanismos legales de los grupos o investigadores que generaron la innovación tecnológica.
El Dr. Zachrisson explica que actualmente, a nivel mundial, existen más 20.000 empresas dedicadas a la venta de estos productos biológicos, los cuales generan millones de dólares, por lo que se pueden crear nichos de mercado específicamente para los “bioinsumos”.
En el continente americano se encuentran aproximadamente entre 80 y 100 empresas dedicadas a la venta de bioinsumos y la ganancia sobrepasa los $1.000 millones, lo que genera el incremento del PIB exclusivo del renglón de producción agrícola en cada uno de los países de la región, que genera la producción de alimentos libres de residuos de agroquímicos.
Sin embargo, hay ciertos desafíos, como los escasos programas de transferencias dedicados a este tema por las universidades e instituciones de investigación, al igual que los recursos reducidos que permitan financiar proyectos en esta línea de investigación.
Por lo tanto, es necesario implementar políticas públicas que fortalezcan las organizaciones de productores con la visión clara del uso de los bioinsumos como una herramienta que garantiza la sustentabilidad de los cultivos.
“Los productores en nuestro país tienen la capacidad de enfrentar los diversos desafíos y realizar innovaciones que se ajustan a sus necesidades, para producir alimentos sanos e inocuos.
Por esta razón la interacción entre los investigadores, innovadores, extensionistas, transferencistas y productores provocaría una sinergia importante en la adaptación de nuevas alternativas, no solo para el uso exclusivo de bioinsumos”, expresa el Dr. Zachrisson.
El control biológico de plagas siempre ha sido de interés para el Dr. Bruno Zachrisson. Comenzó este programa hace aproximadamente 26 años.
Realizó muestreos en algunas parcelas de arroz en Río Hato, y descubrió masas de huevos de chinches del arroz y del gusano cogollero, consiguiendo el apoyo de distintas instituciones como el Idiap y la Senacyt, para poder cumplir con las diferentes etapas del programa de control biológico, dirigido a las plagas de arroz que había seleccionado y que eran relevantes para este cultivo.
Desde 1997 mantiene una importante vinculación con la Senacyt, participando como miembro y luego ocupando varios cargos en la junta directiva de la Asociación Panameña para el Avance de la Ciencia (Apanac).
Se ha destacado por sus 33 años como investigador del Idiap, cinco años en la Facultad de Agronomía y otros cinco años en la maestría centroamericana de entomología de la Universidad de Panamá.
Estímulos como los que otorga el SNI, por más de 13 años, le han facilitado la participación en congresos y grupos internacionales de investigación, así como también ser docente en universidades en el exterior.
“Mi contribución a la ciencia no tiene fronteras, razón que reafirma mi compromiso con Panamá. Por esta razón considero importante el intercambio internacional, con colegas que después de algunos años se convierten en amigos”.