
- 12/04/2025 00:00
Vigilante,
Reposa, vuela, regresa,
se parapeta sigilosa,
en las trece ramas del anacahuite,
a cuyo pie,
serena, la orquídea,
Peristeria elata,
la paloma alada
esparce su aroma espiritual
en memoria
de la historia ayer, hoy y mañana
en la sonrisa de Omar Torrijos.
Todo proviene
del caminante del bosque,
el dador de libertad, Urracá.
Águila harpía u orquídea,
Urracá,
prudente guerrillero casi desnudo,
se inquieta en ellas,
en el rugido de las lluvias,
en el humedal del tiempo
de esta plácida angostura
que Pedrarias de Dávila y su miserable fe rabiosa
de contador de oro,
esclavizador de almas,
destructor de vida,
quiere reducir a la miseria
de un sentido de vida y holgura
para el asaltante.
Urracá,
vertido sol
de las trece estrategias de la guerrilla
de los desnudos
contra el invasor europeo
quebrantador de huesos,
agitador de cadenas,
leyes de esclavos
contra la sangre nativa del istmo de Panamá.
Urracá,
el caminante de las trece constelaciones
de la resistencia por la vida,
Padre dador
de cuyo magma proviene Omar Torrijos,
el conocedor de los puntos altos
donde divisa los dos mares,
las dos alas de agua
de este istmo,
águila y orquídea
bajo la comba generosa del anacahuite.
Urracá,
memoria escrita
no por tinta europea,
sí en el colorido armonioso,
la reserva potente de la sangre marina
del pueblo ngöbe.
Urracá,
Flor de la vida,
Semilla y vuelo
de la salud
y la libertad,
Padre nuestro,
Permíteme,
cantar tu nombre
y caminar contigo el bosque
donde pervive tu vocablo de residencia.