La Ciudad de Saber conmemoró su vigésimo quinto aniversario de fundación con una siembra de banderas en el área de Clayton.
A 505 años de fundación de la muy noble y leal: la transformación, una ambición urbana
- 17/08/2024 00:00
- 16/08/2024 18:26
La celebración de los 505 años de la ciudad de Panamá el pasado 15 de agosto, brinda una oportunidad para reflexionar sobre el estado del desarrollo urbano y sus desafíos. Es también una oportunidad para la reflexión en un momento de inflexión para la ciudad, a mes y medio de que asumieran nuevas autoridades urbanísticas la dirección de los gobiernos locales y central. Por último, esta fecha conmemora el quinto año desde que la redacción de La Estrella de Panamá nos hizo la invitación para colaborar con la columna sabatina Proyecto Ciudad.
Esta columna inició como un proyecto para conmemorar los 500 años de fundación de la muy noble y leal ciudad de Panamá, el 15 de agosto de 1519. La idea era que “los lectores pudiesen conocer más de esta historia facilitando la lectura de la expansión de la ciudad de Panamá a través de mapas y datos, y de los procesos antagónicos que le han dado forma, los cuales se alternan entre la construcción de la ciudad formal e informal, la generación de un centro urbano que hiperconcentra la actividad económica, y de una periferia que funciona mayormente como dormitorio de las clases media y trabajadora”.
Este proyecto buscaba darle al lector información sobre cómo, “el siglo XX inicia con acelerados procesos de transformación urbana, demográfica y del paisaje de la ciudad de Panamá. Las transformaciones que en este momento de la historia comienzan darían pie a una expansión urbana y crecimiento demográfico que la ciudad de Panamá no había experimentado en los cuatro siglos anteriores de su historia”.
Los datos así lo demuestran. Para 1940, la huella urbana duplicaría el tamaño que tenía en 1904, cuarenta años después, en 1980, el tamaño de la ciudad habría aumentado 48 veces, llegando en la actualidad, a ser 155 veces más grande que cuando inició la República. El 44% de este incremento en el tamaño de la huella urbana ha ocurrido en lo que va del siglo XXI”. La pregunta central de este esfuerzo inicial, y de los cinco años de publicaciones que han seguido ha sido, ¿puede la ciudad seguir expandiendo su mancha infinitamente en una reproducción continua de la desigualdad, ineficiencia económica y catástrofe ambiental?
En Panamá, el crecimiento urbano en lo que va del siglo XX ha seguido un modelo con un enfoque en el desarrollo inmobiliario y la construcción de infraestructuras públicas ostentosas. Sin embargo, este modelo ha generado externalidades negativas, como la especulación inmobiliaria y la exclusión social, que han afectado la calidad de vida de los habitantes, y sobre todo ha evitado confrontar las necesarias transformaciones al entorno urbano, para lograr esta deseada mejora en la calidad de vida de los habitantes.
A través de los artículos publicados en este diario durante los últimos cinco años, la problemática que considero de mayor interés es la falta de alineamiento entre la planificación urbana, y la política de vivienda, especialmente porque ya de por sí, ambas políticas parecen inexistentes, y cuando aparecen, parecen alineadas a elementos puramente formales, a la divulgación de indicadores cuantitativos mínimos, o al impacto que en el sector inmobiliario y construcción puedan tener.
Para resolver esta situación es necesario impulsar una política de integración y mejora del hábitat urbano de los asentamientos informales, un problema que si bien, ha desaparecido de las agendas noticiosas y del interés de la política pública, sigue vigente debido a las proporciones, impacto y riesgo que significa para el funcionamiento de la ciudad.
En la ciudad de Panamá, existía según el censo de 2000, una población de 129,072 habitantes en 65,150 viviendas, para el censo de 2023, en esta tipología de barrios residían 492,092 y 180,197 viviendas, casi cuatro veces más población y 3 veces más viviendas que a inicios del siglo XXI. Los asentamientos informales representan según los datos más recientes del censo de población 2023, el 37% de la población y el 34% de la vivienda de la ciudad.
En lo que respecta al centro urbano, durante el siglo XX, la falta de políticas de renovación urbana que incentivaran la recuperación de los barrios de inquilinato, junto con la construcción de nuevos centros comerciales y urbanizaciones residenciales en la periferia, aceleró el deterioro del centro urbano. La ausencia de un enfoque integral para revitalizar estas áreas ha resultado en un centro despoblado y discontinuo, lo que lo ha llevado a una pérdida continua de población desde la década de 1970, que en corregimientos como Calidonia ronda los 48 mil habitantes.
Panamá es uno de los países de América Latina donde existen una mayor proporción de propietarios y de acceso al crédito hipotecario, según datos publicados por la CAF en el foro ‘Estrategias de Inversión y Desarrollo en Arrendamiento Social: Desafíos y Soluciones’, realizado el pasado 15 de agosto. Esto es el resultado de una política de vivienda del Estado panameño que se ha centrado en producir ‘unidades de vivienda’, -y de subsidiar al sector construcción a partir de un momento de crisis económica en la década de 1980-, en contraposición a generar ciudad y oportunidades para sus pobladores.
El problema radica en que los subsidios a la vivienda se han entregado desde la década de 1980 hasta ahora sin controles que validen ni la calidad de ‘las unidades de vivienda’ ni de la del hábitat construido. De esta forma se sigue generando urbanizaciones con viviendas de dudoso confort, que resultan en espacios aislados, fragmentados, inhóspitos, sin servicios básicos, y, sobre todo, sin acceso a las oportunidades de trabajo, educación y esparcimiento que debe brindar la ciudad a sus habitantes.
El problema de fondo es que la ciudad y sus actores, -autoridades urbanísticas, promotores, profesionales del ramo, ciudadanos-, no hemos formulado un proyecto de transformación que confronte y resuelva los problemas estructurales que se generan de tener incentivos a construir una ciudad que ya no se puede seguir expandiendo más, condenando a sus habitantes a vivir 21 días al año en el automóvil, mientras mantiene un centro urbano abandonado y en deterioro, capturado por la especulación inmobiliaria. A pesar de que el cambio del modelo urbano parece el único camino, se ha perdido la ambición por el cambio y la transformación urbana.
Cierro agradeciendo a la redacción de La Estrella de Panamá, por el apoyo continuo durante estos cinco años, a la profesora Anayansi Turner de la UP por el impulso desde el inicio a esta iniciativa, a Alexander Coles del Observatorio de Riesgo Urbano/FSU y Rocío Vega de ESRI Panamá por el apoyo e interés permanente en este proyecto, a Rodrigo Guardia, Carlos Rodríguez, Álvaro Uribe y Tomás Mendizábal, por el apoyo con materiales y comentarios, a los lectores, por su retroalimentación e interés en la columna.