El general Noriega en su laberinto: A 30 años de su última oportunidad

Actualizado
  • 12/08/2018 02:00
Creado
  • 12/08/2018 02:00
En su último año en la Casa Blanca, el presidente Ronald Reagan tenía dos grandes problemas de política exterior. El más dificil era el del general panameño Manuel Noriega

En 1988, Panamá atravesaba una de las más angustiosas crisis de su historia republicana. El país estaba dividido, pero quienes luchaban por la salida del controversial comandante de las Fuerzas de Defensa Manuel Antonio Noriega tenían a un poderoso e inesperado aliado.

En los últimos meses de su mandato presidencial de ocho años, el presidente Ronald Reagan estaba determinado a resolver las dos grandes crisis de su política exterior: la paz del Medio Oriente y Panamá. Según algunos observadores, la primera parecía más fácil que la segunda.

Si para los panameños Noriega era una causa de angustia y origen de la más seria crisis política y económica que hubiera sufrido el país, para el gobierno de Estados Unidos era una pesadilla de relaciones públicas que hacía recordar la doblez de su posición en el trato con dictadores, especialmente de derecha. Noriega era ahora su enemigo declarado, pero hasta hace poco el general había estado en la planilla de la CIA (Central Intelligence Agency) y, entre 1982 y 1987, había sido elogiado en múltiples ocasiones por la DEA (Drug Enforcement Administration) por su contribución a la lucha contra el tráfico internacional de narcóticos.

Su permanencia en el poder, a metros de distancia de una de las bases militares más importantes del hemisferio era una humillación y un desafío para el orden continental y la seguridad del Canal de Panamá.

SHULTZ

Si Regan estaba decidido a deshacerse de Noriega, su secretario de Estado, George Shultz, parecía estarlo aun más.

En su libro Turmoil and Triumph , el economista y político neoyorquino relata los múltiples esfuerzos realizados desde finales de 1987 y hasta agosto de 1988 por el presidente Reagan y su gabinete para buscar la salida del general Noriega y cómo estos fracasaban una y otra vez.

Por entonces, la reputación de Reagan como interventor en los asuntos extranjeros de América Latina había hecho crisis. La invasión de Grenada, el apoyo a la guerrilla de Nicaragua y El Salvador eran mal vistos por grandes sectores de la población en Latinoamérica y el mundo. El punto más bajo de su presidencia era el asunto Irán Contras, un entramado por el cual el gobierno estadounidense había conseguido $30 millones para financiar a los contras de Nicaragua a través de la venta de armas a Irán, uno de los mayores enemigos de EE.UU..

El asunto era escandaloso y era explotado constantemente durante la campaña política que por entonces se encontraba en su punto más crítico. ‘El gobierno debe explicar por qué los Estados Unidos se ha ido a la cama con el general Noriega', repetía constantemente el candidato demócrata Michael Dukakis.

En los primeros meses de 1988, como exdirector de la CIA (1976-1977), y sin haber asegurado todavía su posición como candidato oficial por el partido Republicano, George Bush se sentía especialmente vulnerable por el asunto de Noriega.

SOLUCIONES IMPOSIBLES

Según el periodista Jack Anderson, especialista en temas de América Latina y Panamá, los esfuerzos de Shultz por deshacerse de Noriega llegaron a su punto más álgido en marzo de 1931, durante una reunión del Grupo de Planificación de Seguridad Nacional en la Casa Blanca.

El secretario de Estado había llegado a la reunión con una larga lista de medidas que consideraba viables para sacar a Noriega. Empezó por lo más obvio: que la CIA organizara un golpe de estado en su contra.

Pero la propuesta fue rechazada frontalmente por el secretario de defensa Frank Carlucci y el director de la CIA William Webster: sería muy fácil descubrir que el golpe era una iniciativa de la CIA.

Ok, dijo Shultz. ‘Entonces raptemos a Noriega y traigámoslo a Miami para hacerle un juicio por drogas'. Esta otra propuesta también fue rechazada por Carlucci y Webster.

Shultz entonces sugirió enviar a 10 mil soldados adicionales a Panamá – en ese momento había ya 10 mil soldados en las bases panameñas-. Nuevamente Carlucci se opuso: ello agravaría la reputación de Estados Unidos como ‘Big Brother' en América Latina.

El presidente Reagan se decidió por el envío de 1,300 unidades adicionales. Además, se retiraría el personal no esencial de la bases —con la idea de crear la sensación de emergencia—. Además, se buscarían formas de apoyar a la oposición panameña mientras se intentaba negociar la salida del general.

EMPIEZAN LAS NEGOCIACIONES

El gobierno estadounidense envió a Panamá al consagrado diplomático Michael Kozak, ex negociador de los tratados del canal, a quien, según Shultz, Noriega recibió con su característica ‘cara de póker'.

Kozak le ofreció al general asilo en España, con un firme compromiso de no pedir su extradición. Además, Estados Unidos levantaría las sanciones económicas contra Panamá y las órdenes de arresto en su contra.

A cambio, Noriega debía comprometerse a restituir la libertad de prensa, instalar un gobierno nacional de reconciliación presidido por el depuesto Eric Arturo Delvalle.

Era lo que el senador Robert Dole llamaría críticamente un golden parachute , es decir, un paracaídas dorado.

Según reportara Kozak, tras sostener varias largas conversaciones con Noriega, algunas por más de 6 horas seguidas, era difícil entender si el general estaba considerando seriamente las ofertas o si solo estaba ganando tiempo. Lo que sí era claro que el dictador se sentía envalentonado por la restauración de las relaciones diplomáticas con la mayoría de los países de la región.

De cualquier manera, el general esbozó su posición. En caso de aceptar la oferta, para él lo importante era salir con dignidad. No se iría a España como se le había ofrecido, sino como embajador a China. Además, lo haría con una excusa y después de que la Asamblea pasara una ley para poner un límite de 5 años a su gestión en las FDP.

También quería dinero. Pidió que Japón depositara $67 millones en el sistema bancario panameño para volver a darle liquidez (antes de la crisis el gobierno japonés había ofrecido un préstamo por esa cantidad a Panamá).

Una última consideración: Lo más importante era que se levantaran los cargos por narcotráfico en las cortes de Tampa y Miami.

Respuesta de Estados Unidos

La contra oferta de Noriega no fue bien recibida en la Casa Blanca. Como era lógico, la mayor resistencia provino del vicepresidente Bush.

‘Si aceptamos levantar los cargos vamos a estar enviando el mensaje de que nuestra política contra las drogas no es firme', advirtió Bush furioso.

Pero Reagan estaba decidido: ‘George, si esto sale mal yo diré públicamente que tú te opusiste y que yo estaba equivocado', dijo el presidente, según el recuento de Shultz.

George Bush optó por poner sus barbas en remojo y filtró a la prensa los planes del gobierno: El 19 de mayo, el New York Times y el Washington Post anunciaban que las negociaciones de Reagan con Noriega habían llevado a un fuerte enfrentamiento entre el presidente y vicepresidente. El candidato ‘no estaba dispuesto a negociar con narcotraficantes'.

A pesar de las críticas, la Casa Blanca esperaba que todo estuviera listo para anunciar el acuerdo con Noriega el sábado 14 de mayo. Pero entonces los japoneses se echaron para atrás. Temían que sus depósitos en el sistema bancario panameño desaparecerían.

Noriega advirtió que no se iría sin el depósito.

El gobierno estadounidense consiguió que el presidente colombiano Virgilio Barco interviniera para que bancos colombianos pusieran su dinero. Cuando todo estaba nuevamente acordado, el vicepresidente Bush levantó nuevamente sus objeciones: el banco elegido era el que tenía peor reputación en Colombia por lavado de dinero. La misma CIA había hecho las denuncias.

El Senado emitió una protesta: 83 senadores votaron a favor de una moción para advertir al presidente Reagan de que se oponían a un levantamiento de los cargos contra Noriega.

Aun así, se puso una nueva fecha para anunciar el acuerdo. Este se haría el 24 de mayo. En agosto de ese mismo año Noriega dejaría su posición en las Fuerzas de Defensa.

Solo faltaba que el general panameño se reuniera con los oficiales de las FDP, algo que, según el general, no había tenido tiempo de hacer anteriormente. Allí fue donde las negociaciones se fueron abajo. Los miembros del estado mayor se rebelaron contra el acuerdo. Temían que la salida del general significara su pérdida de privilegios y de influencia en la vida del país. Si Noriega aceptaba la oferta, ellos le harían un golpe de estado.

Noriega se vio obligado a rechazar las negociaciones.

UNA ACCIÓN NO TAN ENCUBIERTA

La primera semana de agosto de 1988, Noriega aparecía nuevamente en los titulares de prensa estadounidenses. El Washington Post reportaba que tras el fracaso de las negociaciones, el gobierno de Reagan había autorizado una "acción encubierta' en contra del general.

Al ser consultada sobre el asunto, la Casa Blanca reconoció que la noticia era cierta. ‘No podía hablar sobre el tema. Solo diría que la acción no implicaba una intervención militar en Panamá', dijo el vocero Marlin Fitzwater.

El asunto fue tomado con burla ¿Por qué se daba a conocer un plan ‘encubierto'? Según varios analistas se trataba de una presión para abortar el plan, que supuestamente involucraba asignar al disidente coronel Eduardo Herrera Hassan un millón de dólares para que este organizara un golpe de estado.

El supuesto golpe nunca se dio.

Creyéndose a salvo, el 12 de agosto de 1988, Noriega celebraba su quinto aniversario como comandante de las Fuerzas de Defensa de Panamá con un desfile militar. Su popularidad aumentaba y el general hacía planes para lanzarse como candidato presidencial en mayo de 1989, decían los medios de prensa dominados por su gobierno.

Había dejado pasar su última oportunidad.

‘Si aceptamos levantar los cargos vamos a estar enviando el mensaje de que nuestra política contra las drogas no es firme',

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