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- 08/02/2024 00:00
- 07/02/2024 19:50
En la tumultuosa arena política, donde las emociones a menudo eclipsan la racionalidad, surge una reflexión crucial sobre la esencia misma de nuestras elecciones democráticas.
La importancia de una campaña presidencial basada en propuestas, en lugar de sentimientos efímeros, debería ser el punto de partida para unas elecciones democráticas.
En Panamá, sin embargo, luego de 34 años de vida en democracia, y seis campañas electorales, no hemos podido pasar del formato basado en la explotación de emociones y sentimientos, hacia campañas basadas en posiciones y propuestas político - administrativas viables, que examinen la raíz los problemas y propongan soluciones reales desde el punto de vista institucional.
Durante este periodo de democracia que inició en 1994, hemos sido testigos de campañas políticas que se centran más en el carisma del candidato que en las políticas y propuestas concretas.
La pregunta que emerge es: ¿Este enfoque, más allá del entusiasmo pasajero, nos conduce realmente hacia un gobierno efectivo, responsable y moderno? La respuesta, es un rotundo no.
Las propuestas, en su esencia, son la manifestación de un compromiso con la acción y el cambio. Con la modernización y la responsabilidad. Son el reflejo de la visión y la capacidad de un candidato para abordar los desafíos y las aspiraciones de la sociedad.
Una campaña basada en propuestas brinda a los ciudadanos la oportunidad de evaluar críticamente la viabilidad y la efectividad de las ideas, abriendo la posibilidad para una toma de decisiones informada y consciente.
En contraste, las campañas centradas en los sentimientos a menudo caen en la trampa de la retórica vacía y la falta de sustancia. Las emociones son poderosas y pueden inspirar temporalmente, pero sin un sólido fundamento en políticas y propuestas realistas, el resultado puede ser un gobierno incapaz de cumplir las expectativas y enfrentar los desafíos reales.
Esta elección presidencial no será la excepción, estamos en medio de una campaña vacía en propuestas cuyo objetivo mediático es crear la percepción de que cierto candidato representa la experiencia, otro es el “outsider”, mientras que otro candidato tiene el aparato organizativo capaz de conducirlo a la victoria.
Enorme responsabilidad tiene del Tribunal Electoral, la comisión de reformas electorales y la próxima asamblea de diputados, que durante los próximos años tendrá la tarea de examinar las elecciones presidenciales panameñas, que, hasta el día de hoy, son un rejuego de frases vacías que apelan a emociones, y convertirlas en un espacio para el debate de ideas y propuestas claras, concisas y viables en respuesta a los problemas del país.
De que vale por ejemplo sostener a nivel discursivo que el Estado ha aumentado su planilla desproporcionadamente y todo los problemas de gestión pública que existen, si no tenemos una propuesta para, por ejemplo, la creación de un “Sistema de alta dirección pública”, que tenga como objetivo establecer los procesos de concursos públicos y transparentes para dotar al Estado de directivos con probada experiencia, capacidad y honradez, y de esta forma dejar a un lado los nombramientos políticos y por amiguismo que tanto daño le hacen al país.
Esta sería una propuesta absolutamente necesaria para estimular la transparencia, eficiencia y modernización del Estado, que, siguiendo la experiencia anglosajona, ha sido puesto en marcha en países del área como Chile, y que constituye desde el 2003, uno de los hitos más relevantes en el proceso chileno de modernización del Estado.
El Sistema de alta dirección pública en Chile incluye actualmente cinco mil posiciones del Estado, entre directores de entidades públicas, jefes de servicios, etc., que son elegidos bajo este mecanismo transparente y objetivo, que se ha constituido en la regla general de entrada a los cargos directivos del Estado Chileno.
Este sistema incluye la evaluación y acompañamiento al cargo, con procesos administrativos prediseñados, convenios de desempeño y rendición de cuentas.
Son procesos de selección confidenciales, con un comité de selección que busca dejar a un lado el sistema de nombramiento discrecional basado en amiguismo y politiquería.
Pero no se entusiasmen, nuestra campaña presidencial panameña del 2024 carece de propuestas en este sentido.
En cuanto a las políticas públicas del Estado, no hemos visto propuestas que apunten a transformar la forma como se articulan las políticas del Estado y rediseñar los procesos y flujos internos en las instituciones públicas, lo cual constituye una tarea de innovación centrada en la creación estratégica de los flujos que gestionan los procesos internos de las entidades del Estado.
Esto incluye realizar un mapeo detallado de los procesos administrativos actuales, identificar los pasos, las partes interesadas involucradas y los puntos de toma de decisiones, identificando áreas o procesos administrativos específicos donde se pueden introducir elementos de apertura: Transparencia - participación o rendición de cuentas y así establecer objetivos claros para introducir los principios de un gobierno abierto.
Estos objetivos deberían incluir mejorar la transparencia, aumentar la participación ciudadana, o fomentar la colaboración en la creación de políticas y servicios.
Tenemos un enorme problema administrativo en el gobierno central ya que no existen procesos de gestión claramente definidos que estimulen la rendición de cuentas y las propuestas electorales a nivel presidencial no incluyen estos aspectos.
Uno de los temas más importantes es la transparencia. Pregunto, ¿Qué propuestas se han generado para abordar este tema de raíz?
Nuestra labor desde sociedad civil y la academia, nos ha permitido conocer gran parte del ecosistema de activistas y profesionales que estudian la transparencia en Panamá y todas las personas con que hemos conversado al respecto coinciden en que no tenemos propuestas reales para garantizar un gobierno transparente durante el próximo quinquenio.
La transparencia será un elemento crucial para medir la efectividad y legitimidad del próximo gobierno, pero no existen propuestas que promuevan transformaciones reales del aparato administrativo en esta dirección.
Es casi seguro que la opacidad seguirá siendo la norma, gane quien gane.
A pesar de esto, el próximo gobierno será el gobierno más fiscalizado en la historia republicana, hablamos de una fiscalización ciudadana, que por medio de la tecnología va a evaluar el cumplimiento de aquellas propuestas que existen, pero también de las demandas ciudadanas no atendidas.
Es natural que no exista una expectativa de cambio en los siguientes cinco años. La tarea queda para el próximo quinquenio es buscar la forma en que podamos tener elecciones basadas en propuestas y no sencillamente en sentimientos, donde cada candidato sea identificado por su plan de gobierno y no con percepciones creadas desde el marketing y la publicidad.