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- 04/08/2024 01:00
- 03/08/2024 17:40
La represión contra opositores al régimen de Nicolás Maduro no ha cesado desde el pasado domingo 28 de julio, cuando se celebraron las elecciones presidenciales y el Consejo Nacional Electoral (CNE) atribuyó un 51% de los votos a Maduro y el 44% a su opositor Edmundo González, representado en la oposición que reclama su triunfo, basado en la publicación del 80% de las actas. La salida a esta crisis, como nos explica nuestro entrevistado, politólogo, profesor y catedrático de la Universidad de Panamá, Rubén Darío Patiño, no es fácil ni inmediata. Aún si la oposición logra tomar el poder Ejecutivo, la constitución bolivariana contempla cuatro poderes más que quedarán bajo el régimen de Maduro y que eventualmente, en las elecciones que deberían suceder en seis meses cuando se espera el cambio de mando, podría iniciar una transición a la democracia. Éste último escenario es prematuro, pues antes se debe esclarecer quién ganó con la veeduría de organismos internacionales, si es que el régimen de Maduro lo permite. Esto hace que la salida a la crisis se vea en un horizonte a mediano y largo plazo, en el que será clave la presión interna e internacional, además del papel del ejército.
Yo creo que el marco general de Venezuela es el deterioro progresivo del Chavismo. Ese deterioro está sumergido en una crisis de legitimidad. La legitimidad es un principio trascendental, fundamental en el sistema político. El Chavismo ha venido sufriendo esa crisis de legitimidad desde que era presidente Hugo Chávez. Pero con Nicolás Maduro esa crisis de legitimidad ha tendido a agravarse. Se calculaba que a través del acuerdo de Barbados se iba a retornar al marco electoral y a la democracia liberal que está contenida en la constitución bolivariana.
La constitución consagra la democracia liberal entre sus postulados. Pero hay una crisis de legitimidad porque el marco referencial de Venezuela es el proceso inaugurado por Chávez en 1998 cuando gana las elecciones en el marco de la democracia.
Después sufre un golpe de Estado en 2002 y comienza a tener contratiempos con los militares y la industria petrolera porque surge un desnivel entre la ciencia y tecnología que debe dirigir PDVSA como industria petrolera y el manejo político e ideológico que se quiere aplicar a todo el engranaje del estado. Debemos recordar que en Venezuela el Chavismo tuvo piso social, logró generar una audiencia popular en la que se apoyó. Pero la última coyuntura electoral está demostrando que esa base de apoyo popular está desapareciendo, está erosionada.
El Chavismo es simbólico. No es una revolución real. Lo que ocurre en un segmento fuera del tiempo y espacio que es la simbología, no en la realidad donde sigue existiendo la desigualdad y la pobreza.
¿Es el fin de Maduro entonces?
Es precipitado adelantarse. Hemos observado en los últimos días a un Maduro que está tratando de permanecer en el gobierno afanosamente, y ha puesto en movimiento todo el núcleo de aliados que tiene en el engranaje político del Ejecutivo, con personajes ya conocidos. También ha tratado de articular los círculos bolivarianos que en algún momento se construyeron para reemplazar a la sociedad civil y hacerla perder la autonomía para contrapesar el poder del estado. De manera que es una circunstancia muy compleja, sin salidas rápidas o fáciles porque de lo que se trata la elección del domingo 28 de julio es de cambiar el Ejecutivo, pero constitucionalmente tiene otros cuatro órganos que continuaría en manos del engranaje Madurista. Una eventual salida en la presidencia con Edmundo González, no solucionaría ningún problema, sino que iniciaría una transición democrática que cambiaría el panorama que en seis meses tendría que constituir con la elección de los gobiernos locales.
Partamos de algo, ¿qué tipo de legitimidad se construyó con Hugo Chávez? Una carismática a base de su personalidad. Pero desde luego, en la etapa que le tocó gobernar tuvo la fortuna de que el precio del barril estaba arriba de los $100, esa situación revirtió notablemente en la segunda década del siglo XXI y la recuperación de PDVSA está muy lejos de alcanzar esos niveles. Ese precio del petróleo permitió a Chávez construir una legitimidad en torno a la redistribución de la riqueza que hizo práctica con las 25 misiones de políticas públicas. Chávez y Maduro apelaron a la asesoría cubana para esas misiones, y los fue desgastando.
Además apelaron a la dirección de las misiones a través de los militares para evitar otro golpe de estado como el de 2002. Pero esa situación revirtió por completo porque se convirtió en unas misiones que no fueron efectivas, no resolvieron los problemas de pobreza o distanciamiento entre ricos y pobres, empeoró. Ahora nos encontramos con que esa base social que sirvió de apoyo a Chávez y ahora a Maduro, ha terminado y esos colectivos se han convertido en un aparato militar represivo del estado. Ahora con Maduro, el estado se sustenta en un esencialismo que apela a la ideología y por eso vemos la repetición redundante de las mismas consignas. El juego entre buenos y malos, la relación de amigo y enemigo que ahora se descompone porque el régimen construido por Chávez y Maduro está perdiendo su piso social.
Pero el rol está amarrado porque en el Ejército hay muchos militares que ocupan posiciones altas, lo podemos esperar tal vez de los mandos medios y la tropa. Un rol que no es organizado, no es orgánico. Está en duda el rol del ejército como la carta a través de la cual se puede resolver el impasse.
Sería muy difícil de coordinar. Pero recordemos que además del componente clientelar y de corrupción en Venezuela, hay otro componente y es de los círculos del ejército que aúpan la delincuencia. Eso del tren de Aragua, del tren del llano, que ha surgido últimamente, hace más compleja la situación de Venezuela y el marco en el que puede actuar el ejército. Si se sale de cauce la seguridad interna de Venezuela y el ejército debe intervenir, entonces allí pudiera hacerlo tratando de construir una legitimidad política que ha perdido a través de este proceso electoral que el Consejo Nacional Electoral atribuyó a Nicolás Maduro.
La oposición ha jugado un papel trascendental en la campaña. Ha sabido construir en toda Venezuela un apoyo que se ha expresado de manera electoral, pero que quizás ese apoyo pueda tornarse en un apoyo político social en las calles defendiendo el triunfo del candidato que ganó. Esa situación es la que tenemos actualmente y la que ha concitado las simpatías de la opinión internacional con las excepciones conocidas. Los apoyos de Maduro provienen de regímenes totalitarios. El único apoyo que uno puede excusar con reservas es el de Bolivia. Pero aún con la circunstancia de que la Organización de Estados Americanos no ha podido sacar una resolución con una frase que pide que testigos y veedores, que debiera ser las Naciones Unidas, participen de un conteo de los votos de las actas, creo que ha sido lamentable, pero no significa que la lucha en el marco internacional ha perdido.
Es un tropiezo inimaginable que se corre Maduro. Creo que es laudatorio admitir que el liderazgo de Machado ha decidido permanecer en Venezuela en la lucha que inició después del resultado de las elecciones. Si se produce el hostigamiento o encarcelamiento de estos dos líderes, a mediano o largo plazo el destino de Maduro y sus allegados, incluso algunos de las fuerzas armadas, es la Corte Internacional de Justicia.
En efecto.
Tiene una influencia decisiva en esta coyuntura. Las quejas de Maduro están demostrando que esta presión le está siendo efecto y los apoyos están muy a la retaguardia, no son efectivos. Hay otros apoyos que se mantuvieron al margen de la discusión en la OEA y se abstuvieron de votar, de alguna forma ha quedado plasmado tanto externamente o internamente el recuento de las actas y para eso es necesario que el clamor popular se siga manifestando. Y haber en qué degenera esta presión popular que está siendo hostigada por los bloques de los colectivos y círculos bolivarianos que se corresponden con el poder del Madurismo.
Nos ha sorprendido a todos. Hay en su actuar una racionalidad que realmente no está distinguiendo a su enemigo de este momento que es Nicolás Maduro. Ella ha sabido qué hacer y qué decir y en qué momento. Desde luego se corresponde a una clase social alta, pero ha sabido generar simpatía en los sectores sociales más populares del país.
Es producto también de la acumulación del trabajo que hicieron sus antecesores, Enrique Capriles, Juan Guiadó y Antonio Ledezma porque acumularon una serie de experiencias que ahora están siendo utilizadas y sistematizadas por el binomio de María Corina Machado y Edmundo González. De manera que la acumulación está desembocando en los que conocemos y en el surgimiento de un nuevo actor de la oposición del que no escuchamos cuestionamientos que es Machado y el grupo que la acompaña.