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‘Una bandera, un territorio’, la gesta del 9 de enero de 1964
- 09/01/2025 10:21
- 08/01/2025 19:16
La soberanía no se viene, pero la historia de Panamá está escrita con la sangre de quienes murieron por ella. Hace 61 años, el 9 de enero de 1964, un grupo alrededor de 200 estudiantes panameños cruzaron la “frontera” de Estados Unidos dentro de Panamá, para levantar una bandera en una escuela y entonar el himno nacional. Un sencillo gesto de patriotismo que terminó con días de enfrentamientos, 21 muertos, cientos de heridos y la primera vez en la historia que un país latinoamericano rompió relaciones con Estados Unidos.
Para entender el 9 de enero hay que entender la Zona del Canal, un espacio de 1.432 kilómetros cuadrados establecido en 1903 que abarcaba el Canal de Panamá, tierras aledañas, incluyendo el agua y el espacio aéreo. La Zona era tratada como un pedazo del territorio estadounidense fuera de Estados Unidos, con las reglas y privilegios de ese país. Quienes nacían allí tenían nacionalidad estadounidense; Incluso uno de ellos, John McCain, fue candidato presidencial de ese país en 2008.
También se discriminaba a lo gringo, estaba la planilla para personas blancas (rollo de oro) y la planilla para personas negras (rollo de plata), así como fuentes de agua y otros servicios segregados. Los panameños estaban aún más abajo en la jerarquía social de la Zona; Necesitaban permiso para entrar y podían ser removidos sin mayor protocolo ni derecho a protesta.
La línea divisoria entre la Zona y Panamá era la avenida 4 de Julio, nombrada en honor a la independencia del país norteamericano.
Quien visite la Ciudad de Panamá en 2025 puede subir las escaleras del Edificio de la Administración del Canal, acostarse en la grama y ver cómo los aviones aterrizan en el Aeropuerto Marcos A. Gelabert, volando sobre la M del McDonalds. Si voltea un poco la mirada puede ver los vagones del ferrocarril y las gigantescas grúas del puerto de contenedores. Cualquiera puede pasear por el área, y si coge una fruta de un palo de mango, nadie lo va a detener. Pero no siempre fue así.
En 1949, Julio Yao tenía 9 años. Acababa de salir del teatro Encanto con unos amigos y caminaba por la entonces Zona del Canal cuando de repente se dio cuenta de que sus compañeros habían corrido a esconderse. Luego, sintió cómo el mundo le dio vueltas y cayó sentado. De su pierna y su única sangre brotaba, mientras un pastor alemán caminaba de regreso a casa de su dueño, un oficial estadounidense de la Zona.
Yao recuerda cómo lo cargaron sus amigos, ensangrentado hasta su casa en Calidonia mientras los zoneítas miraban indiferentes; Recuerda cómo lo operaron en el hospital Santo Tomás sin anestesia porque no había insumos. Después de aquel suplicio, las autoridades panameñas le dijeron a su mamá que no harían nada, mientras que las autoridades estadounidenses le dijeron que se habían “encargado” del animal. Al regresar después al lugar, Yao miró incrédulo al mismo perro, en el mismo patio de la zona oficial.
“Ese hecho hizo que yo jurara a los 9 años echar a los gringos de Panamá”, recuerda. Décadas después, Yao recomendaría a Monchi Torrijos, hermano del general Omar Torrijos, botar los Tratados Robles-Johnson a la basura. Tomaron su consejo.
La historia de Yao y el perro es una de muchas compartidas por panameños que fueron agredidos dentro de la Zona del Canal por infracciones tan sencillas como coger un mango. Desde El Chorrillo se podía ver claramente la “frontera” con aquel pedazo de tierra panameña controlado por una nación extranjera.
El ideal panameño de ser dueño de su territorio, de no sentirse un ciudadano de segunda, sin derechos, de no ser explotados por una potencia mundial, se encapsulaba en un símbolo: la bandera.
El 2 de mayo de 1958, un grupo de estudiantes universitarios llevó a cabo la operación Siembra de Banderas, plantando 65 pequeñas banderas en diversos sitios de la Zona del Canal.
En enero de 1963 se llega al acuerdo de izar ambas banderas dentro de la Zona. Sin embargo, los residentes estadounidenses se opusieron. Para loszonianos, no tenía sentido que los obligaran a ver la bandera panameña en un territorio que veían como “suyo”. El 3 de enero de 1964, una policía Zoneíta izó la bandera de Estados Unidos sola frente al monumento dedicado a los soldados que pelearon en la Primera Guerra Mundial; El 7 de enero, los estudiantes del Balboa High School izan la bandera estadounidense frente al colegio y hacen guardia para evitar que la bajen.
A las 9:38 de la mañana, estudiantes del Instituto Nacional se reúnen y deciden visitar a las autoridades de la Zona para que se cumplan con los acuerdos. Obtienen permiso para izar la bandera en el Balboa High School y un grupo de unos 200 estudiantes, a los que se sumaron algunos universitarios, caminaron hacia la escuela.
“Llevábamos una pancarta que decía: Un solo territorio, una sola bandera”, recuerda Delia Falcón, una de las estudiantes que participó ese día. “Caminamos tranquilos. Nos paramos frente a la casa del gobernador y cantamos el himno nacional. Lo canté lo mejor que he cantado en mi vida, estábamos inyectados de patriotismo”, recuerda la ahora maestra jubilada.
Cargaban una bandera histórica, manchada aún con gotas de sangre de manifestaciones pasadas. “Se la pedimos al rector, Dídimo Ríos, y no nos la quería dar al principio. Nos dijo que con una condición, que no dejaremos caer la bandera al suelo ni nada, que la defendamos con nuestra vida, y nosotros prometemos eso”, recuerda Inocencio García.
Al llegar a la escuela, les dijeron que solo podían pasar seis estudiantes. Los escogidos fueron Luis Vergara, César Villarreal, Alcibíades Picota, Napoleón de Bernard, quien cargaba una pancarta; Eligio Carranza con el estandarte del Instituto Nacional, y finalmente Inocencio García, con la bandera.
Demóstenes Sánchez no estaba entre los seis escogidos, pero junto con un pequeño grupo logró colar y llegó al sitio antes de la delegación.
“Había como 200 personas de Estados Unidos ahí”, cuenta Sánchez. Opina que se trató de una emboscada, que los estudiantes y padres de familia estadounidenses estaban preparados para atacarlos. “El acuerdo con el secretario de la escuela fue bajar la bandera de Estados Unidos y subir la nuestra. Pero cuando llegan nos dicen que solo podemos levantarla. Cuando comenzamos a cantar el himno nacional, fue que nos abalanzaron los estudiantes y los padres de familia. Los policías nos golpean con esos toletes largos por los lados. Uno de los panameños, Napoleón de Bernard, no se aguantó la golpeadora y agarró al policía y lo empujó duro también. Y el policía tiró el tolete, este se agachó y rompió la bandera”.
En medio del caos, Inocencio hacía todo por proteger la bandera. “Los gringos nos estaban tirando puñetes, yo tiraba puñetes, pero agarraba la bandera para no dejarla caer. Entonces la policía, en vez de ayudarnos, lo que hizo fue darnos toletazos por la espalda”, recuerda.
Lo que siguió lo descrito como una película de guerra. Corrían en retirada de regreso al Instituto, golpeados, con la bandera maltrecha, escuchando disparos sobre sus cabezas. La noticia se riega, el pueblo panameño se indigna. Miles salen a las calles.
Atacan todo lo que se relacione con el enclave colonial de Estados Unidos, comercios, autos, gringos saliendo de un bar borrachos. Ya no son 200 estudiantes, ahora son millas de panameños. No solo en Panamá, en la provincia de Colón millas se lanzan a las calles. La Policía Zoneíta no puede contener a la multitud. Piden apoyo al Ejército estadounidense, a sus tanquetas, sus rifles y bayonetas. La Policía panameña recibe órdenes de quedarse quieta, de no hacer nada. Los ciudadanos panameños se enfrentan con las armas que tienen en sus casas, con piedras, con lo que encuentren, al ejército más poderoso del mundo.
Murieron 21 panameños y 4 estadounidenses.
El 15 de enero, el presidente panameño, Roberto F. Chiari, rompe relaciones con Estados Unidos. La comunidad internacional condena las acciones de Estados Unidos contra civiles panameños, y el 9 de enero se convierte en un punto de inflexión, un momento clave que culminará con la firma de los tratados Torrijos-Carter en 1977 y la eventual reversión del Canal y todas las tierras a manos panameñas.
Algunos de los que participaron ya no están entre nosotros, como es el caso del dirigente estudiantil Otto Rodríguez. En una entrevista, poco después de la pandemia, compartió un mensaje a los docentes, encargados de educar a las nuevas generaciones de panameños.
“Debemos de comunicarle al profesorado lo que representó el movimiento 9 de enero, un movimiento patriótico para el pueblo panameño, representante de lo más importante de la generación panameña. A esos valores debería orientarse la enseñanza hacia los estudiantes que están hoy en día en los niveles inferiores”, concluyó.