La reunión de este miércoles 13 de noviembre en la Casa Blanca entre el presidente saliente de Estados Unidos, Joe Biden, y el mandatario electo, Donald...
- 16/03/2023 00:00
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Siempre tuve la curiosidad de saber la razón por la que un quepis, de esos que usaban los integrantes de las entonces Fuerzas de Defensa, permanecía colocado en la entrada principal de la residencia del exgeneral Rubén Darío Paredes.
Resulta que cuando Paredes decidió dar su “buen salto”, ya fuera de la institución castrense, se convirtió en un crítico de las actuaciones de su sucesor, el general Manuel Antonio Noriega, y de su Estado Mayor. Por derecho reglamentario, aun retirado, él debía tener asignado un guardia por turno que le vigilara la casa, y un conductor. De pronto, una mañana le eliminaron esos servicios, como represalia por sus críticas.
Relata el exgeneral, que como ahí había quedado un quepis y un tolete de uno de los muchachos, los colocó en la entrada de la casa para que se pudieran ver desde la carretera. La idea era que la gente creyera que por ahí andaba rondando siempre algún guardia. Ese quepis, colocado ahí, le daba cierta seguridad.
Conversamos con el exgeneral, un hombre que a sus 90 años (los cumplirá dentro de cinco meses) aún conduce su automóvil y plantea sus ideas con mucha coherencia. Se arrepiente de haber ordenado el cierre de los medios de comunicación cuando lanzó la famosa frase “desde ya”.
Pero, ¿por qué lo hizo? Explica el exgeneral que en esos momentos enfrentaban el gran vacío político que dejó la muerte de Omar Torrijos, además de que ya tenían 16 años en el poder y había un desgaste.
Entonces, “esos muchachos de la oposición”, especialmente Guillermo Endara, Ricardo Arias Calderón y Guillermo Ford, aprovecharon la coyuntura y “nos estaban arrinconando”.
De acuerdo con Paredes, ellos se dieron cuenta de lo que les estaba pasando y arreciaron el ataque a través de los medios de comunicación, y él sintió que se caían, “estábamos a punto de colapsar y comencé a pensar qué hacer para desviar ese efecto arrollador”, y fue entonces cuando se le ocurrió el “desde ya” del que, “repito, me arrepiento”.
No lo creo así, lo que sí ocurre es que hay políticos involucrados con el crimen organizado y que son miembros de partidos. Pero en la misma organización de los partidos, no; y que sea una tolerancia o anuencia en el funcionamiento de los partidos, lo descarto.
Por supuesto que sí, sin embargo, estoy seguro de que el proyecto de ley existente merece ser mejorado y blindado con las vacunas legales necesarias para que cuando se convierta en ley, políticos inescrupulosos no la utilicen como garrote de persecución y sometimiento contra sus adversarios o quienes piensen diferente a ellos. Además, es muy importante establecer la seguridad de que los bienes decomisados sean destinados al bienestar social de los más necesitados, de manera planificada por el Estado. Es decir, evitar de raíz que políticos o influyentes se apropien de yates, residencias, aviones, vehículos, etc.
Podría estar mejor, sobre todo la seguridad ciudadana. Estoy seguro de que mientras no se convierta el actual sistema carcelario en escuelas correccionales de artes y oficios, los altos índices de inseguridad ciudadana y violencia predominarán y el Estado miope e incompetente seguirá de sembrador de cárceles de sostenimiento muy costoso. Algunos ministros como los actuales, han dado buenos pasos en la dirección correcta, pero no en firme, más bien son pasos tímidos y desorganizados. Se trata de un tema de Estado y no meramente institucional.
A nuestro sistema de escuela correccional a futuro, debe dársele la jerarquía como brazo importante del Ministerio de Educación para la formación de nuestros recursos humanos, principalmente de aquellos hijos de hogares deshechos por la drogadicción, alcoholismo y promiscuidad, y que se quedaron en el camino porque el Estado no logró educarlos a temprana edad. Precisamente estas son las juventudes que se pudren en nuestras cárceles hoy.
Este sistema siempre ha existido y aún existe. Es ni más ni menos un sistema de espionaje compuesto por un 95% con perfil político de panameños en el poder, versus los que pensamos diferente y criticamos a los primeros. Hoy, en lo que conocemos como el Consejo de Seguridad, ubicado en las faldas del cerro Ancón, trabajan unas 250 personas. Ese Consejo se creó luego de la invasión de Estados Unidos a Panamá, durante la presidencia de Guillermo Endara, por sugerencia de los norteamericanos. Ahora bien, toda democracia avanzada y competitiva requiere de un Consejo de Seguridad, pero no como centro de espionaje político, sino para realizar estudios y proyecciones sobre los modelos de custodia y seguridad para que la estrategia nacional para el desarrollo económico y social del país fluya sin contratiempos.
Nuestro Consejo de Seguridad deberá ser en su momento, un apoyo importante para el ministerio de las estrategias para el desarrollo de la República, que no existe, pero que es necesario.
Por otra parte y quizá más importante, este Consejo debe reducirse, pues su burocracia es excesiva. Existen botellas atrincheradas en un cuartel de invierno cazando brujas y fantasías conspirativas.
Por supuesto, debe ser así para realizar toda obra, transformación o modificación que se vaya a hacer a nuestro Canal. En este aspecto el expresidente Martín Torrijos se comportó como todo un estadista responsable, al convocar al pueblo a un referéndum para aprobar o no la construcción del tercer juego de esclusas.
Si pasar un túnel bajo el lecho marino del Canal podría conllevar sorpresas o fallas geológicas graves en plena construcción, que obliguen a suspender la operación del negocio vital para la economía nacional como lo es el trasiego de barcos, más aún se requiere de la comprensión de la obra, los riesgos y la autorización del pueblo para que se realice. Dejo claro que no estoy en contra del túnel.
Reconozco la capacidad y experticia de los ingenieros Agustín Arias y Héctor Ortega, sin embargo, por principio y respeto al origen y desarrollo de nuestra República, considero que 40 funcionarios no deben decidir sobre lo que corresponde a 5 millones de panameños.
Porque la que existe permite y estimula al ciudadano elegido como presidente, a transformarse en rey o monarca, que de inmediato designa al procurador, contralor, magistrados de la Corte y hasta al presidente del Órgano Legislativo, al tiempo que es el jefe supremo de la Fuerza Pública.
Para aprobar una nueva Constitución o reformarla, solo son viables los procedimientos que la propia primera ley de la República establece en sus artículos 313 y 314. El primero es un comodín burlesco, pues se trata de cambios aparentes o engañosos para que en realidad nada cambie y se extienda el statu quo a favor de la casta. El soberano solo participa en el referéndum.
El tanto, el artículo 314 establece que hay que escoger por vía de las urnas a 60 constituyentes en provincias y comarcas. Este artículo prohíbe en todo momento que la Asamblea u otro órgano del Estado se involucre u opine. Solo mediante este artículo se puede producir una nueva Constitución. Este es, precisamente, el artículo al que los políticos le temen, porque sí produce cambios profundos o de gran calado. Quizás en la actual coyuntura para transformar el Estado hacia ámbitos verdaderamente novedosos, podría examinarse bajar el periodo presidencial a cuatro años y derecho a reelección inmediata por otro período similar por una sola vez de por vida. Igual para todos los cargos de elección popular.
Otra norma que garantizaría el peso y contrapeso, y evitaría los reyes, monarcas y seudodictadores en la Presidencia, sería la elección tanto del procurador, contralor y magistrados de la Corte suprema de Justicia por votación popular, previa reglamentación para la idoneidad requerida de los aspirantes.
Por supuesto, me arrepiento del procedimiento que utilicé. Considero que pude haber aplicado otro método que hubiese obtenido los mismos resultados. La gente se acuerda del “desde ya”, que fue desagradable, pero no se acuerda que después de eso vino lo más importante: empezó la democratización del país... nos reunimos las fuerzas vivas de la patria y logramos hacer las reformas de 1983, a la Constitución de 1972 que democratizaron enormemente al país. Eso es importante que se señale.