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Cómo llegar en paz social a las elecciones de 2024
- 12/08/2022 00:00
- 12/08/2022 00:00
La actual crisis política por la que atraviesa el país –más política que social y económica– tiene como antecedente cercano el vértigo de la emergencia sanitaria que asaltó al gobierno de Nito Cortizo a escasos ocho meses de instalado y luego de enfrentar el desastre de las finanzas públicas, heredado del varelismo. El aterrizaje del nuevo coronavirus comprometió prácticamente dos años de gestión gubernamental.
La pandemia significó un antes y un después en todos los sentidos, más allá de la salud misma. Impactó la economía, pero también la política, los modos de vida y al propio orden nacional.
Panamá salió de la emergencia sanitaria con lesiones en la salud pública, en la actividad económica, social y en la vida democrática. Hubo un deterioro en el ingreso y una merma en la capacidad adquisitiva de los panameños. Los programas del gobierno estaban incidiendo en la recuperación económica precisamente en momentos en que Rusia lanzó la genocida agresión militar contra Ucrania, con sus efectos globales en los precios del combustible y renglones alimenticios.
Ante las dificultades económicas, los sectores productivos más afectados, cada uno por su vía, exigieron al gobierno medidas para bajar el precio del combustible, los alimentos y las medicinas, entre otras demandas. En medio de esas tensiones, faltaron operadores oficiales sintonizados con el sentir popular y contra medidas inmediatas para afrontar las exigencias sociales.
Si al gobierno le faltó consistencia y coordinación en sus acciones, los desestabilizadores escondidos en las redes sociales –en una extraña alianza con los eternos conspiradores del Suntracs y sus adalides– buscaron por todos los medios socavar los cimientos del gobierno. Ciertos dirigentes del PRD con sus pugnas internas por tratar de imponer su propia agenda al gobierno y su coqueteo con regímenes dictatoriales regionales y extrarregionales, no ayudaron a atemperar los ánimos y generaron tensiones al interior de la propia administración perredista.
Las demandas alimentaron otras demandas y el gobierno se encontró acosado por distintos flancos. Montados en la deuda social acumulada y no atendida por las pasadas administraciones, el Suntracs y sus dirigentes –representantes del radicalismo local y aliados de extremismos externos– se tomaron el movimiento de protestas exacerbando el desasosiego social. Una clase política y empresarial insensible ante el clamor ciudadano, fue otro ingrediente en el caldo que ha estado cocinándose por décadas.
Los radicales locales se sintieron habilitados en medio de las justas demandas de sectores con agendas legítimas. La estrategia fue aprovecharse del desasosiego de la población para tratar de moldearla y llevar al país a un callejón sin salida en el que solo ellos ganan.
La paralización con el cierre de calles para generar crispación social junto con otras maniobras desestabilizadoras, ha tenido un gravísimo efecto sobre la economía. Pero también alertó a la mayoría ciudadana para no servir de vehículo a las pretensiones del Suntracs y sus dirigentes.
Al exacerbar la desconfianza hacia los políticos, mientras usan los recursos de la política y los espacios de libertad como medios para alcanzar sus fines, han dejado al descubierto que lo suyo es un asalto planificado al sistema democrático panameño imperfecto, pero democrático a fin de cuentas.
En ese afán nihilista de destruirlo todo para imponer su marca política, los radicales del patio buscan que la confianza en la economía panameña se evapore, con la consecuente pérdida de grado de inversión y el incremento del riesgo país.
Desde esa perspectiva, lo que surja del diálogo nacional para superar la compleja crisis política podría carecer de sostenibilidad en los próximos meses, porque el objetivo de sus manipuladores es expandir el perímetro de la crisis como un globo cada vez más inflado hasta que explote y genere un estallido catastrófico.
Los desestabilizadores saben perfectamente que el mundo mira a Panamá como si fuera la última ficha del efecto dominó en un vecindario que ha sucumbido a espejismos políticos. ¿Alguien puede pensar que al Suntracs y sus adalides –desvaríos personalistas aparte bajo el efecto de sobredosis de protagonismo– les importa disparar la crisis hasta comprometer la economía nacional con el discurso de cambio del modelo económico?
Sobre esa discusión, economistas de prestigio han planteado la urgencia de un nuevo pacto social para lanzar una agenda capaz de resetear el capitalismo, con una mayor regulación del sector privado. El planteamiento es que una empresa sin propósito social, no tiene futuro. Los accionistas son solo una de las cuatro patas de la mesa. Las otras tres la conforman los trabajadores, el aspecto social y el medio ambiente. Pero eso será objeto de un próximo comentario periodístico.
Ante el análisis frío que genera el juego del poder, en todos los tiempos han sido las emociones crudas las que gobiernan las acciones políticas. Le corresponde a Nito gestionar los destinos de los habitantes de Panamá. Debe reconducir conductas y ambiciones y reafirmar el llamado “lóbulo frontal institucional” para tratar de impedir que todo lo personal se lleve al terreno de lo político.
Es difícil desde el poder político poner un alto a la escalada de incertidumbre, sin el acompañamiento de la sensatez y la moderación de los sectores sociales para frenar las insinuaciones hirientes al alma nacional con llamados a la polarización y al caos.
La gran tarea de Nito es sostener la institucionalidad del Estado con su imagen al frente del Ejecutivo. Es urgente preservar el armazón que dé continuidad a su autoridad y asegurar el relevo presidencial.
Lo que menos necesita la ciudadanía es una mayor sobredosis de polarización, discordia, miedo e incertidumbre. Concordia, entendimiento y diálogo es lo que demanda la mayoría consciente de que, en esa medida, podrá verse la salida a la actual crisis política y generar acuerdos para llevar al país en paz hacia las elecciones de 2024.