Este viernes 20 de diciembre se conmemoran los 35 años de la invasión de Estados Unidos a Panamá. Hasta la fecha se ignora el número exacto de víctimas,...
- 22/12/2023 00:16
- 21/12/2023 20:43
Hemos acompañado el largo recorrido del boxeo panameño desde sus inicios, su huella de éxitos y este presente de nuevos retos y desafíos que se le presentan en el tinglado de la vida, como su próximo asalto.
De salir airoso de este asalto, depende que siga teniendo la trascendencia que ha marcado en la historia del país como deporte sobresaliente y como oportunidad válida para los jóvenes que se ilusionan hoy con alcanzar un nuevo título, como otrora lo hicieran los ídolos cuyos nombres aún pronuncian con cercanía y admiración.
Para librar este asalto que ya disputa día a día ante las carencias y dificultades actuales, debe apoyarse no solo en sus propias fortalezas, sino igualmente en las experiencias que con su modelo de gestión le puedan transmitir otros países protagonistas permanentes en esta actividad deportiva.
Con esa mirada abordamos esta última entrega, indagando en cómo ha gestionado un país cercano, México, su proceso para mantenerse como un referente exitoso del boxeo mundial. El reconocido periodista panameño Gabriel Cordero, especializado en boxeo y miembro del Consejo Mundial de Boxeo (CMB), radicado desde hace años en México, compartió con nosotros su conocimiento y su vasta experiencia.
En México, el deporte de los puños y la arena es patrimonio nacional. Los periodistas, los aficionados y los pugilistas han llevado el boxeo con orgullo y dignidad, haciéndolo brillar. Una escuela integral, que Cordero considera clave del éxito
La historia del boxeo mexicano es apasionante y rica. Ha dado más de 150 campeones mundiales. Cuna de Saúl “Canelo” Álvarez, quien ha logrado posicionarse como el mejor boxeador del planeta, de acuerdo con la plataforma estadística BoxRed, tiene también entre sus boxeadores históricos a Julio César Chávez, uno de los mejores púgiles de todos los tiempos.
Los puños de los peleadores mexicanos han protagonizado épicas confrontaciones poniendo a ondear y brillar su bandera en la cima del boxeo. En esta disciplina deportiva se han caracterizado por su capacidad de resistencia y, sobre todo, por saber pegar. “Aguerridos y efectivos en el cuadrilátero a la hora de ganar por nocaut. No es casualidad que en las transmisiones y eventos boxísticos más importantes siempre aparezca un mexicano. El boxeo es parte de su cultura. Se practica de forma aficionada y profesional”, señala Gabriel Cordero.
No hay antecedentes históricos que demuestren cuándo se inició la práctica del boxeo en México, en el siglo XIX, ni de parte de los indígenas ni de la colonización española. Según Cordero, solo se registra que, en 1868 el coronel estadounidense Thomas Hoyer Monstery fue el primero en enseñar boxeo.
En 1895, el gobernador de Hidalgo Rafael Cavrioto incentivó los combates de honor entre caballeros para solucionar sus problemas de esta manera y no con las armas. Ese año se celebró la primera pelea de boxeo entre Billy Clarke y Billy Smith en Pachuca.
Con la llegada al poder del general Porfirio Diaz, considerado el padre del deporte mexicano, aparecieron las primeras academias de boxeo con vestidores, regaderas e innovadores equipos para entrenamientos y enseñanza de la técnica de los golpes y movimientos en el ring. En esos mismos tiempos apareció la primera revista deportiva en México, The Mexican Sportman, en 1896.
A inicios del siglo XX se prohibió practicar boxeo. Solo se realizaban combates de forma clandestina porque la revolución mexicana, en 1910, censuró las actividades deportivas durante una década.
En su conocimiento del boxeo mexicano, Cordero apunta a que al educador Justo Sierra se le reconoce como el promotor principal del cambio de la educación que abrió paso a la obligatoriedad y cambios trascendentales en la historia de México, que se reflejaron en el boxeo.
En principio, los campeones mexicanos eran reconocidos por su jerarquía hasta aparecer la Comisión Nacional de Boxeo en 1923 (creada por periodistas). Narciso Cisneros es el primer mexicano en estar en una clasificación mundial por la revista The Ring, después de ser el campeón nacional de los pesos gallo y pluma.
Fray Nano fue el primer gran influenciador del deporte mexicano. En 1925 ayudó a crear la liga mexicana de béisbol. Se convirtió en representante de peleadores y fuerte impulsor del boxeo aficionado. Luego junto a otra leyenda, Salvador Lutteroth, fundó la Empresa Mexicana de Boxeo. Se considera que a partir de este momento el deporte de los puños comenzó a forjar su propia historia. Fray Nano también es el gestor del éxito del boxeo profesional y pionero del periodismo deportivo del país.
Las sedes principales del boxeo eran el Cine México, el Salón Rojo y el Parlatino. Aunque para entonces ya había muchas otras arenas. Comienzan a llegar boxeadores de Cuba, Francia y Estados Unidos. En 1933 surgió la Arena Nacional y, en 1937, la legendaria Arena Coliseo. Estas últimas recibieron gran cantidad de fanáticos de barrios con sus gritos y llantos.
El legado de Fray Nano sigue vivo. Hoy, las alcaldías mexicanas han implementado el boxeo en prácticamente todas sus localidades. Los estados cuentan con grupos jurídicamente organizados y comisiones de deportes estatales. El Instituto Nacional de Deporte de México es un pilar para que niños, jóvenes y adultos se recreen y adquieran conocimientos boxísticos. Es un deporte que puede practicarse tanto para subir a un ring como para tener una vida más saludable.
Entre 1928 a 1938, el boxeo comenzó a masificarse siendo divulgado en lugares como el YMCA, Universidad Nacional, Instituto Politécnico Nacional, colegios militares y diferentes clubes. Luego aparecen los gimnasios que se enfocaron en crear boxeadores profesionales que buscaban fama y fortuna.
La actividad deportiva debió superar el perjuicio racial y religioso de promotores en Estados Unidos (EEUU), que solo buscaban poner a mexicanos ante negros y judíos en arenas en Texas y California. Lo más llamativo es que donde se presentaba un mexicano era éxito de taquilla, con llenos impresionantes, muy similar a lo que ocurre hoy.
De esa época se reconoce a Alberto “Baby” Arizmendi, como el primero en ganarse el respeto de los fanáticos estadounidenses y en llenar las arenas americanas. Desde entonces, el boxeo mexicano ha sumado monarcas. Pocos son los años en que no han coronado nuevos pugilistas.
Cordero dice que en la historia está registrado que fue gracias a Fray Nano, quien logró empeñar dos relojes para sufragar los gastos, que aparece el periódico deportivo semanal La Afición, en 1930. Resaltaban entre sus noticias el mundo del boxeo internacional y local, dando comienzo a la aparición de los primeros ídolos. Luego, en 1941, aparece el diario ESTO para consolidar el éxito y desarrollo del boxeo y el deporte.
En las décadas de 1930 y 1940 comenzaron a aparecer y a consolidarse ídolos como Alberto Arizmendi, quien logró vencer al legendario Henry Armstrong, en la Arena Nacional en 1934. También otros como Luis Villanueva, José Pérez Flores, Joe Conde, Rodolfo Casanova y Juan Zurita. Luis “Kid Azteca” Villanueva, el primer gran ídolo del barrio de Tepito, una zona de Morelos, uno de los más icónicos y reconocidos del mundo, aportando grandes campeones mexicanos como Raúl Macías, Rodolfo Martínez y Carlos Zárate, hombres que lograron sobrevivir a las dificultades de la pobreza y delincuencia del país.
En aquella época, indica Cordero, la radio no era aliada del boxeo porque los promotores temían que los fanáticos no asistieran a las arenas y prefirieran escuchar los combates por ese medio. No fue hasta pasada la Segunda Guerra Mundial cuando la CBS y NBC comenzaron a retransmitir los combates.
En 1943 se da un hecho trascendente, aparece el torneo de los “Guantes de Oro” del boxeo aficionado. Con más 500 boxeadores se diputó en la Arena Coliseo y recientemente en la Arena México. Hoy sigue siendo uno de los eventos más frecuentes y tradicionales de donde han salido campeones como Rubén Olivares, Alfonso Zamora y Juan Manuel Márquez, para mencionar algunos de ellos.
Se organiza bajo el paraguas de la Unión Mexicana de Boxeo de Excelencia y congrega a los mejores exponentes del pugilismo olímpico en la búsqueda de nuevos ídolos que puedan postergar en el tiempo la trayectoria del país. A esto se suma una constante capacitación y enseñanza a entrenadores, boxeadores y público en general.
Hay un detalle reglamentario más que valora Gabriel Cordero, se trata de la implementación del reglamento en 1946, en el cual aparece el mánager. La figura que se convierte en más que un representante legal del boxeador. Era entrenador, padre, amigo, consejero y cómplice de los triunfos y derrotas del púgil. Así se conoce a grandes entrenadores como Adolfo Pérez, Francisco Rosales, José Hernández, Manuel Moreno, Gerónimo López y Arturo Hernández (denominado forjador de campeones). Luego José Serrano, Guadalupe Sánchez y finalmente Ignacio Beristain.
En 1963 –con el apoyo total del presidente Adolfo López Mateo y el periodista y escritor Luis Spota– nace en México el Consejo Mundial de Boxeo (CMB). Se convirtió en el organismo más importante del deporte de los guantes después de ser liderado por el visionario José Sulaimán, durante 39 años. Considera Cordero que Sulaimán logró hacer los cambios más influyentes dentro y fuera del ring: Desde la protección del boxeador hasta la inclusión de un seguro de vida y pensiones después del retiro, entre otros.
La televisión mexicana, que ha sido un poderoso medio de comunicación no solo internamente sino igualmente en el panorama internacional, con su señal abierta, la cual estuvo por 47 años continuos transmitiendo sábado a sábado, logró consolidar el boxeo como el deporte de mayor popularidad.
Al aporte de la televisión, Cordero suma la promoción que aportaron Salvador Lutteroth en México y George Parnassus en Estados Unidos, quienes contribuyeron a crear ídolos como Ricardo Moreno, Toluco López, Raúl Macías, Huitlacoche Medel, Vicente Saldívar, Efrén Torres, José Pintor, Pipino Cuevas, Carlos Zárate, Rubén Olivares, Miguel Canto, Joe Becerra, Gilberto Román, Daniel Zaragoza, Chiquita González
A este grupo, Cordero incorpora los boxeadores cubano-mexicanos Ultiminio Ramos y José Nápoles, como las leyendas construidas por los puños de Salvador Sánchez y Julio Cesar Chávez. Estas grandes figuras fueron coterráneos de Margarito Durán, el padre de Roberto “Mano de Piedra” Durán, uno de los más grandes boxeadores de todos los tiempos y el más grande deportista de Panamá.
Las grandes noches del boxeo mexicano en Estados Unidos las consolidó, en septiembre de 1972, Euribey Carmona al ganar el título ligero de la CMB a Armando Ramos; así se consolidó la presencia mexicana en los cuadriláteros estadounidenses. La misma que se afianzó en los años de 1990 y 2000 con la presencia de Finito López, Maromero Páez, Marco Antonio Barrera, Erick Morales, Israel Vásquez, Jorge Arce, Juan Manuel, Rafael Márquez, Antonio Margarito, Leo Santa Cruz, Abner Mares y Canelo Álvarez.
En México, el boxeador es un héroe de generaciones y rostro de la búsqueda de mejores destinos. Las arenas y el boxeo son patrimonio nacional. Hay una constante y real actividad del boxeo olímpico que no hace exclusión de participantes. En esa etapa se refuerzan los niveles de enseñanza y de éxito. Se apoyan en entrenadores tradicionales y conocidos que implementan métodos practicados en Estados Unidos y Europa, países del primer mundo.
Haciendo hincapié en Panamá, Gabriel Cordero elabora este análisis: “En Panamá depende mucho de la Policía Nacional. La institución de seguridad es el soporte de boxeo aficionado y profesional. Sin ese apoyo actual, la situación del deporte sería mucho más difícil. La Policía es para el boxeo lo que el Canal es para el país”.
La transformación de la administración federativa en países como Costa Rica, Uruguay, Brasil, Venezuela y Colombia han empezado a dar sus frutos en el boxeo y los convierten en otro ejemplo a seguir para potenciar el boxeo panameño. Con su conocimiento profundo particularmente del boxeo nacional y el mexicano, el periodista Gabriel Cordero invita a reflexionar y mirarse en otros espejos, para ganar el presente asalto que libra el boxeo panameño.