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Los inicios de un nuevo orden y la destrucción de la muralla de la ciudad de Panamá
- 27/11/2021 00:00
- 27/11/2021 00:00
Luego de la independencia de 1821, en un contexto mundial de revoluciones a mediados del siglo XIX, el ámbito urbano de la ciudad con su recinto fortificado, foso, explanada y arrabal empezó a cambiar. La Puerta de Tierra estaba en ruinas y según descripciones, quedaban solo restos de su estructura en pie. En 1848, el Congreso de Nueva Granada emite un decreto para la utilización de los escombros y materiales de los restos del edificio de la Puerta de Tierra, de propiedad nacional, que se utilizarían para la construcción de un inmueble en el mismo lugar destinado como Escuela Normal de Mujeres.
La crónica publicada en 1849, titulada 'Another Description of Panamá' menciona que la puerta de entrada a la ciudad amenaza con caer sobre la cabeza de los transeúntes. En mayo de 1850 el Congreso de Nueva Granada autorizó la venta de las piedras de sillería y todos los materiales que forman las murallas de la ciudad, que dividen la plaza fuerte de los arrabales; incluyendo el recinto y los fosos. El producto de tales ventas se destinaría para la reparación de las murallas del frente de mar.
En diciembre de ese mismo año el gobernador autorizó efectuar la subasta pública. El periódico The Star en marzo de 1851, en el artículo 'Improvements in Panamá', señala: “Otra de las mejoras de las autoridades es el alargamiento de la calle San Juan de Dios al nivelar una parte de la misma y retirar una parte del muro oriental, permitiendo así una libre comunicación directa con la bahía. A continuación, el Panamá Herald de marzo de 1852, reseña: “Nos alegra saber que ya ha comenzado el trabajo de derribo y remoción de los antiguos muros de la ciudad. Ya se demolió una sección en la parte norte y esperamos que se complete rápidamente todo el trabajo. La ventaja que se obtendrá será incalculable, tanto para el público como para los particulares”.
Para junio de 1852, este mismo periódico señala, “dimos a las autoridades créditos hace unos días, por abrir una brecha a través de las murallas viejas en la cabecera de la calle San Juan de Dios, con el objeto de extender la calle fuera de la ciudad propiamente dicha, hasta la plaza de Santa Ana. Debe haber pasado al menos un mes desde que se inició este trabajo y, sin embargo, permanece inacabado, aunque doce hombres podrían completarlo en unos pocos días, y por lo que parece, es probable que permanezca, como cualquier otro trabajo realizado con fondos públicos”.
Para el año siguiente el gobernador recomendó completar el nuevo ingreso a la ciudad, desde Santa Ana hasta la parte superior de la calle San Juan de Dios, que se inició hace algún tiempo, y designó una cuadrilla de presos al servicio de las autoridades para tal efecto. Diarios extranjeros comentaron: “Los enormes muros y almenas de Panamá se están derrumbando, más por negligencia que por el paso de los años. El foso se llena de acumulaciones de generaciones, unos soldados holgazanes y de aspecto sucio vigilan en sus fortificaciones y unos pocos en el famoso cañón de bronce de Castilla reposan en regia indolencia de sus murallas, que aún son bellas pero casi inútiles”.
La gestión de esta primera iniciativa de derribo de una sección del Frente de Tierra, ejecutada por la administración provincial, tuvo un impacto menor aunque desde la Secretaría de Guerra de Nueva Granada existían intereses para el avance de esta idea.
En marzo de 1852 formulan un proyecto de ley que presentan al Ejecutivo para la venta de las fortificaciones y sus materiales a la Compañía del Ferrocarril. Al mes siguiente el secretario de Relaciones declara de lo inútil de dicha fortaleza pues la vieja artillería ya no podía competir con los nuevos sistemas de defensa introducidos en los últimos años y que una vez estas murallas sean desmontadas, sus materiales podrían servir para la construcción de un buen muelle. La propuesta prospera y en mayo de 1852 se presenta el proyecto de ley ante el Senado que autorizaba la venta de las murallas, castillos o fortalezas, edificios, cañones, enseres de marina y demás bienes cuya conservación no sea a su juicio de utilidad para el servicio público. A la ciudad de Panamá se le iba a destinar 1/3 parte de la venta de la fortificaciones y esplanada o glacis que la dividían del arrabal. El Senado negó unánimemente el proyecto.
Al constituirse en 1855 el Estado de Panamá, trajo consigo nuevas disposiciones. El Senado de Nueva Granada realiza la donación de las fortalezas de Panamá, Chagres y Portobelo, excluyendo el glacis o explanada de la ciudad de Panamá. En 1856 la Asamblea Legislativa del Estado de Panamá dispuso una ley donde autoriza al poder ejecutivo “demoler las murallas que componen el foso de esta plaza, quitar cualesquiera banquetas, y rebajar los parapetos inútiles. Los materiales y el área que resulten de la demolición de las murallas, del foso, banquetas y parapetos, se venderán con las formalidades legales. El producto de las ventas podría ser aplicado a la refacción de las murallas de la ciudad que permanezcan en pie. También dispone de la utilización de los presos para la demolición de murallas y en la conducción de materiales para facilitar la venta de ellos, así como refacción de las mismas”.
En un informe del gobernador de Panamá a la Asamblea Legislativa confirma de su ejecución: “he ordenado el derribo de una parte de dichos muros, esperando por esta medida no solo para llevar el valor del producto del material al tesoro, sino también para aplicar una parte del mismo a la reparación de las murallas donde es necesario proteger a la ciudad de la invasión del mar.
La demolición de la que hablo ahora la está haciendo la cuadrilla de presos, y hay demanda de materiales”. Star and Herald reaccionó: “Es gratificante observar que la sugerencia que tantas veces hemos repetido durante los últimos años, respecto a las antiguas murallas que separan la ciudad propiamente dicha de los suburbios, finalmente se está aplicando, y pronto serán removidas y la propiedad vendida. El sitio ocupado por estas viejas ruinas inútiles comprende algunos de los mejores lotes de la ciudad, y el hecho de que se permitiera que las murallas permanecieran aquí durante tanto tiempo ha impedido la extensión de la ciudad propiamente dicha en esa dirección, y obligado a la gente a construir casas en localidades mucho menos elegibles”.
Para concluir, el senador del Estado de Panamá, Mateo Iturralde, en el informe sobre los bienes desamortizados ante Colombia de 1866 confirma la destrucción de la Puerta de Tierra y el resto de los baluartes: “Todas puertas se han venido abajo, comunicándose ya francamente los dos distritos de San Felipe y Santa Ana; habiéndose Panamá dejado de ser una plaza fuerte, convirtiéndose en una plaza mercantil”.
La destrucción del frente de tierra de la muralla de la ciudad de Panamá –acción contemporánea a la construcción del Ferrocarril Transístmico– fue uno de los visos de entrada, nuevamente, de Panamá en una nueva era de intercambios comerciales globales a través del istmo con la eliminación de uno de sus antiguos resabios coloniales, el inicio de un proceso de modernización de la ciudad de Panamá y el nacimiento de la ciudad de Colón.