Este viernes 20 de diciembre se conmemoran los 35 años de la invasión de Estados Unidos a Panamá. Hasta la fecha se ignora el número exacto de víctimas,...
- 21/11/2021 00:00
- 21/11/2021 00:00
Tratar de responder a la pregunta, ¿qué es filosofía? desborda cualquier intento. Si bien es necesario partir de su significado etimológico de amor a la sabiduría, este no es suficiente. Se requiere mayor trabajo conceptual para comprenderla. Es así necesario recurrir por lo menos a Platón en “La República” (Alianza, 1994), allí en su libro VII conocido como la alegoría de la caverna, hace una reflexión interesante, la cual nos ayudaría a hacernos una idea de lo que es filosofía. Allí nos narró cómo vivimos en una caverna, donde estamos encerrados y acostumbrados a solo ver las sombras de “objetos fabricados” (VII-515c) y no la realidad. Cuando salimos de ella, chocamos con la luz del sol hasta hacernos ver centellas. De tajo no podríamos contemplar “las cosas de arriba” (VII-516a), nos tocaría acostumbrarnos poco a poco a ver la realidad en toda su complejidad. Ese es el trabajo de la filosofía y en consecuencia “lo último que se percibe, y con trabajo, es la idea del bien, pero una vez percibida, hay que colegir que ella es la causa de todo lo recto y lo bello” (VII-517 c).
Cuando nos preguntamos sobre la importancia de la filosofía, nos percatamos de que, hacerse esa pregunta es un recurso retórico. Cuando lanzamos la pregunta ya sabemos la respuesta por lo menos etimológica, la usamos como excusa para ahondar en la cuestión: la filosofía sí es importante, ahora la pregunta es, ¿para qué? Y la respuesta es fácil enunciarla: para pensar. Eso nos lleva a explicitar esa actividad. Oscar de la Borbolla escribió un libro titulado “La rebeldía de pensar” (FCE,2020), aquí reflexiona al respecto; nos dice, pensar:
“es descubrir en cada camino una multitud de sentidos y en cada sentido una multitud de caminos. Para quien piensa hay muchas metas y muchas maneras de alcanzarla y por ello, el que piensa relativiza, duda, y el que no piensa se vuelve dogmático. Pensar no es tranquilizador: provoca duda, incertidumbre y a veces, inclusive zozobra” (p.14).
Si no piensas, estás en una zona de confort unidimensional como diría Herbert Marcuse y en lugar de la zozobra, la conformidad es la norma. Esa es la cuestión con respecto al pensar, hay suficientes razones para dudar de todo, del orden vigente, del régimen alimentario o de cualquier otro tema de vital importancia para el desarrollo de nuestras vidas en el planeta. Entonces, esta incertidumbre ante la hecatombe nos invita pensar en la multitud de caminos que albergan la esperanza de un mundo mejor.
No hay duda de que hemos pensado, no dudamos de la existencia de filósofos y filósofas y filosofías. ¿Cuáles son los aportes de estas al impulso de la humanidad en su conjunto? Creo que la filosofía como el trabajo de pensar siempre tiene como objetivos mínimos indagar, dudar, organizar. Solo pensemos un poco en el trabajo de Aristóteles (por ejemplo, cuando analiza varias constituciones o clasifica las plantas); pensemos un poco en los núcleos problemáticos, en los mitos, en las narrativas de nuestros pueblos aurorales, las cuales nos ayudan a comprender la riqueza del mundo; pensemos en un trabajo como “La enciclopedia”. O, más reciente aún, en las discusiones en el Instituto del Futuro de la Humanidad de la Universidad de Oxford, dirigido por Nick Bostron (véase el sugerente enlace fhi.ox.ac.uk), sobre la inteligencia artificial, el mejoramiento de la humanidad o el “riesgo existencial”. En conclusión, el aporte de la filosofía reside en indagar, dudar y organizar el conocimiento.
La filosofía nunca ha estado de moda, es decir, no es mediática, no lo fue; si es fiel a su papel en la sociedad, sería más bien incómoda. A Sócrates lo mataron, a Enrique Dussel le hicieron un atentado de bomba y a pesar de los chistes de Slavoj Zizek, la filosofía no busca conciliar con el orden vigente, sino mover los cimientos de lo políticamente correcto y, en ese sentido, irrita; quizá por eso no sea mediáticamente relevante, pero en el fondo nadie con sano juicio dudaría de su pertinencia.
De hecho, hemos contado con filósofos notables como Ricardo Arias Calderón o Ricaurte Soler, quienes desde las antípodas ideológicas tenían una incidencia en el debate nacional en la segunda mitad del siglo XX; el primero llegó hasta la vicepresidencia de la República y el segundo tiene su sitial como uno de los principales teóricos de la nacionalidad.
Según esa pertinencia, cuál es su lugar en la sociedad, en España se está dando un debate, quieren eliminar a la filosofía de la Educación Secundaria Obligatoria. Ciertamente no conozco cuál sea la cantidad de horas necesarias para la filosofía en el sistema educativo, lo curioso es el criterio para asignar mayor importancia a algunas asignaturas de las ciencias nomotéticas y tecnológicas, mientras a las ciencias ideográficas y en particular a la filosofía restarle.
Si comparamos los programas de estudio, veremos la reducción. En la actualidad se dictan dos horas semanales de filosofía; en la década del 80 se dictaban cuatro; pero la cantidad de bachilleratos que fueron apareciendo en los últimos años, arrinconaron aún más a la filosofía. La mayoría están enfocados en lo industrial, comercial y turístico en menor medida, lo cual es entendible, lo preocupante es la desproporción, eso nos invita a preguntarnos qué tipo de sujetos queremos.
Ahora la pregunta es, ¿qué hacer? En Panamá tenemos mucho por bregar con respecto a la gestión de la filosofía; el filósofo español Gustavo Bueno dijo que la filosofía rebasaba cualquier gremio y está en toda la razón. Sin embargo, es necesario organizarse para no perecer en la formalidad de la educación; la filosofía como tal no, pero si su enseñanza estuviese en peligro de disminuirse, aunque es impensable una educación sin filosofía, no dudamos de la impericia de nuestros funcionarios para eliminarla. La profesora de la Universidad de Chicago Martha C. Nussbaum nos habló sobre la necesidad de las humanidades para las democracias en su obra “Sin fines de lucro” (katz, 2010).
Lo que está en juego en la formalidad de la educación es la reducción de la filosofía, por diversos medios, ya sea por la orientación técnica y crematística de la educación en su conjunto, ya sea por la disminución de horas en los programas, ya sea por el carácter de obligatoriedad de esta en el sistema, ya sea por el cambio de nomenclatura o cualquier otra forma en que explícitamente la filosofía en un sentido profesional mengüe en los planes y programas en el sistema educativo panameño.
Ahora bien, urge en ese tenor crear una asociación panameña de filosofía, como la hay en nuestros países vecinos, como en Costa Rica está la Asociación Costarricense de Filosofía (Acofi) o en Colombia la Sociedad Filosófica Colombiana (SFC), que son espacios externos a las universidades, con mayor dinamismo.
Con igual pertinencia necesitamos un supervisor nacional de filosofía en el Ministerio de Educación para la militancia de los espacios formales de la filosofía en el sistema educativo, como también sea el enlace con los profesores de todos los colegios para su educación continua; estos espacios aunados con la Universidad tendrían que retomar los esfuerzos de un congreso nacional donde se discutan tanto los problemas domésticos de la asignatura en los espacios formales, como también las grandes problemáticas que la realidad nos supone, allí donde reside la importancia de la filosofía y sus retos.