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- 20/01/2018 01:00
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La noticia de la renuncia del embajador estadounidense en Panamá, John D. Feeley, es un golpe que ha tenido un efecto ‘devastador' para la diplomacia de Estados Unidos en el continente, aseguró un exalto funcionario en la reciente edición de una de las más prestigiosas revistas políticas de Washington.
‘Los estadounidenses deberían estar particularmente preocupados cuando un soldado-diplomático como Feeley se siente obligado a renunciar a toda una vida dedicada al servicio público',
JUAN S. GONZÁLEZ
EXALTO FUNCIONARIO ESTADOUNIDENSE
Juan S. González, quien fue subsecretario de Estado adjunto, asesor especial del exvicepresidente John Biden y director del Consejo de Seguridad Nacional para Asuntos del Hemisferio Occidental, explicó en el último número de Americas Quarterly por qué la salida de Feeley del servicio exterior estadounidense ha conmocionado a los círculos políticos y diplomáticos en Washington y América Latina.
En Washington, se granjeó simpatías porque a sus 57 años representa una nueva generación capaz de asumir el liderazgo de la diplomacia hacia América Latina, y en la región es admirado por su capacidad de sintonizar con todo el espectro político.
‘Ejemplificó el toma y daca constructivo que tiene lugar entre los profesionales de la carrera y el liderazgo político del Departamento de Estado', añadió González.
Feeley asumió como embajador en Panamá en febrero del 2016, luego de una fructífera carrera diplomática en América Latina, principalmente en Colombia, México y República Dominicana, y de ocupar cargos claves en el Departamento de Estado, entre otros, el de subsecretario de Estado Adjunto para Asuntos del Hemisferio Occidental.
El excanciller Fernando Núñez Fábrega comentó que en noviembre del 2013, en el desarrollo de una reunión en Washington con el entonces Secretario de Estado John Kerry, el jefe de la diplomacia estadounidense le presentó al embajador Feeley como ‘el hombre clave para atender los asuntos de Panamá'.
Feeley había fungido antes como subsecretario ejecutivo en la oficina de los secretarios de Estado Collin L. Powell y Condoleezza Rice. Fue, además, responsable de supervisar la preparación temática de la agenda de la Secretaria de Estado Hillary D. Clinton para la Cumbre de las Américas celebrada en el 2012 en Cartagena. Ese rol lo desempeñó igualmente para Kerry durante la Cumbre de las Américas del 2015 en Panamá.
‘Se desempeñó fiel y diligentemente bajo las administraciones republicana y demócrata. Feeley es un diplomático experimentado que cuenta con el respeto de todos los que lo rodean. Nunca se tomó demasiado en serio, pero hablaba en serio sobre el deber de los servidores públicos de permanecer apolíticos', dijo González.
Antes de cursar estudios en el Colegio Nacional de Guerra y la Universidad de Georgetown, en Washington, Feeley prestó su servicio militar como piloto de helicópteros en el Cuerpo de Infantería de la Marina.
‘Los estadounidenses deberían estar particularmente preocupados cuando un soldado-diplomático como Feeley se siente obligado a renunciar a toda una vida dedicada al servicio público', escribió González en Americas Quarterly.
Se lo recuerda —comentó— por una larga lista de anécdotas personales, su capacidad negociadora y sus tertulias nocturnas con diplomáticos y académicos latinoamericanos. Algún día un estudiante de doctorado escribirá su discurso basado en la habilidad de Feeley en usar los memes para romper la tensión en las negociaciones de alto riesgo.
Pero, sobre todo, dejó una huella porque ‘siempre ha sido consciente de su juramento solemne para el cumplimiento de los deberes de su cargo', aseguró.
González consideró que en la actualidad América Latina no se caracteriza por representar grandes desafíos para Washington, como ocurre en otras regiones del mundo. ‘Pero más que nunca antes lo que sucede en la región tiene un impacto mayor en la prosperidad y la seguridad de Estados Unidos', opinó.
Puso como ejemplo la maratón de elecciones que tendrá lugar este año en la región que podrían transformar el panorama político de las Américas durante la próxima década. Es allí donde resulta sumamente valiosa la experiencia de diplomáticos como Feeley, algo que es imposible aprender en los libros, sino a lo largo de años de relaciones directas y personales con los principales actores de la realidad latinoamericana, acotó.
Las múltiples vacantes junto con el número decreciente de diplomáticos veteranos en el Departamento de Estado tomará desprevenido a Washington durante uno de los años más importantes en las relaciones entre Estados Unidos y América Latina, pronosticó González.
Reconoció que todavía hay muchos funcionarios talentosos en el Departamento de Estado. Pero el actual ritmo de renuncias y jubilaciones es insostenible y dañará los intereses de la política exterior estadounidense a lo largo del tiempo.
Citó el retiro de dos experimentados expertos en la región, William R. Brownfield y su esposa Kristie Kenney, quienes se desempeñaron por separado como embajadores en Chile y Ecuador, y anunciaron su jubilación el año pasado. Otro latinoamericano de corazón es el actual subsecretario de Estado Thomas A. Shannon, uno de los diplomáticos estadounidenses más talentosos de su generación. No está claro cuánto tiempo permanecerá en el puesto.
González anticipó que otros diplomáticos estadounidenses pueden seguir los pasos de Feeley porque ‘no pueden promover de buena fe políticas y puntos de vista que socaven y dañen tanto la posición de Estados Unidos y sus intereses en el exterior'. Hizo alusión al exabrupto del presidente Donald Trump al referirse, en una reunión con senadores estadounidenses, a El Salvador y Haití como ‘países de mierda'.
Una fuente oficial leyó a la agencia de noticias Reuters un extracto de la carta de renuncia que Feeley envió al Departamento de Estado. ‘Como funcionario del servicio exterior firmé un juramento para servir fielmente al presidente y su gobierno de una manera apolítica, incluso si no estoy de acuerdo con algunas políticas', explicó el diplomático.
‘Mis instructores me dejaron en claro que si creía que no podía hacerlo tendría que renunciar. Ese momento ha llegado', añadió contundente.
Si se combina —de acuerdo a González— la fuga de cerebros en los niveles superiores de la diplomacia con la disminución de estadounidenses que toman el examen del servicio exterior, puede verse un problema institucional grave que podría tomar una generación solucionarlo.
‘Confío en que no hayamos escuchado lo último de Feeley. Su vocación por el servicio y su permanente inquietud no le permitirán quedarse al margen por mucho tiempo. Aquellos que lo respetamos y admiramos también seguiremos apoyándonos en sus consejos. Pero la noticia de su renuncia fue un golpe para quienes amamos trabajar en América Latina, y el Departamento de Estado no será lo mismo sin él', destacó González.
Oficialmente la última misión de Feeley, luego de 35 años de servicio público, concluye el próximo 9 de marzo por ‘razones estrictamente personales'.