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Panamá, una ciudad capital que crece a su cuenta y riesgo
- 21/11/2015 01:00
- 21/11/2015 01:00
La capital panameña, una ciudad con vocación primer mundo que crece rápidamente y que combina su parte antigua con sus modernos rascacielos, aún carece de los parámetros básicos de medición que aseguren niveles mínimos de seguridad para sus habitantes.
Ni la calidad del aire, ni la contaminación visual o acústica, ni la separación de residuos termina de formar parte de la legislación consolidada que requiere una urbe con la velocidad de crecimiento de la ciudad.
Monóxido de carbono, ozono troposférico, dióxido de azufre y, otros contaminantes ya forman parte del aire que respiran los panameños sin advertencia alguna.
Y es que, aunque Panamá carece desde las chimeneas de la industria, su economía de servicios, y el constante incremento de su flota vehicular, las fuentes de contaminación del aire no se monitorean ni acotan.
Si tomamos en cuenta que en 2012 la flota vehicular alcanzaba un total de 925 mil autos inscritos (según datos de la ATTT), de los cuales el 64.2% correspondían a la flota vehicular de la provincia de Panamá, se prevé que a este ritmo, este año 2015, la cifra supere el millón de autos en circulación.
Con estas cifras, los expertos recomiendan instaurar medidas de control de emisiones y resolver otros problemas, como el congestionamiento vehicular y la falta de infraestructura peatonal.
Datos del Instituto Especializado de Análisis, de la Universidad de Panamá, muestran que en los últimos dos años las concentraciones de partículas de PM10 están por encima del valor guía de calidad del aire de la Organización Mundial de la Salud (20 micras por metros cúbicos) para todas las estaciones monitoreadas, excepto la estación de Corozal.
Además, se registra un aumento, en los últimos 12 años, de las partículas pequeñas PM2.5 (diámetro aerodinámico inferior a 2.5 µm), de 12 µm/m3 a un promedio entre 15 y 17 µm/m3. No obstante, los fines de semana la concentración de partículas baja a 2 µm/m3, por el poco tráfico vehicular, señaló Natalia Young, bióloga ambientalista. Sin embargo, lo ideal para una ciudad como Panamá, debe ser un máximo de 10 µm/m3, ya que estas partículas pequeñas suponen mayor peligro, porque, al inhalarlas penetran los pulmones y alveólos, llevando elementos tóxicos al torrente sanguíneo, explica Vasco Duke, director de Instituto Especializado de Análisis.
De acuerdo con la OMS , la exposición crónica a estas partículas aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares y respiratorias, como el asma y el cáncer de pulmón.
A pesar de todos estos datos, ha sido poco lo que las autoridades gubernamentales han planificado para minimizar el aumento de emisión de los contaminantes.
El profesor Duke recuerda, con tono de orgullo, que gracias al trabajo del Instituto se logró que eliminaran el plomo de la gasolina que ingresaba al país, ‘porque comprobamos que afecta el sistema nervioso y provoca lento aprendizaje'.
Pero, agrega Duke, aún se mantiene en el ambiente un contaminante que es tan malo como el plomo. ‘Se trata del azufre y ése lo estamos tratando de eliminar, pero no se está legislando para bajar su concentración', dijo.
Y con cierto sarcasmo señala que, aunque ‘no está para matar', el dióxido de azufre, una vez sale del motor del carro y se combina con el agua de la atmósfera, se convierte en sulfato, el mayor componente de las partículas menores de 2.5 micras.
La medida más urgente es el control de las emisiones de vehículos a motor que aportan casi el 90% de los contaminantes al aire, indicó.
Y aunque las reglamentaciones existen desde el año 2009, aprobadas por Decreto Ejecutivo, no se han implementado por parte de las autoridades competentes de la Autoridad del Tránsito y Transporte Terrestre; el Ministerio de Salud y MiAmbiente.
Duke señala que estos estudios los publican y se los llevan al MINSA y a todo el que quiera conocer la información. ‘Aportamos inormación que resuelve problemas, pero si quienes deben tomar las cartas en el asunto, no toman las decisiones, no podemos hacer mucho', agrega.
Ante estas declaraciones Eduardo Villalobos, subdirector general de salud ambiental del MINSA, señala que este problema no es de la actual administración únicamente, porque no se ha hecho mucho en muchos años.
Y explica que en Panamá se hacen mediciones, pero que aún no se cuenta con los parámetros para medir los niveles de concentración de contaminantes y muchos de los que existen tienen que ser actualizados, porque se toman indicadores internacionales, sumado a que tampoco se cuenta con los protocolos para tratar este tema. ‘No somos los únicos con este problema, los países más contaminantes Estados Unidos y China, tampoco cuentan con protocolos de este tipo', explicó.
Por esta razón, el MINSA está acercándose a organismos internacionales para que ayuden a actualizar los parámetros y a armar protocolos. Además de conformar un sistema de monitoreo junto al Instituto Conmemorativo Gorgas y posiblemente con el Ministerio de Ambiente, agregó.
La situación se repite a pesar de tener indicadores de calidad del suelo y del agua, de riesgo ambiental, como radiación solar, contaminació acústica y visual.
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‘Nos estamos acercando a organismos internacionales para actualizar nuestros parámetros',
EDUARDO VILLALOBOS
SUBSECRETARIO DE SALUD AMBIENTAL
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OPINIÓN
‘Es falta de voluntad'
Arkin Tapia, geógrafo y experto en evaluación de riesgos y reducción de desastres, señala que la falta de políticas de calidad ambiental son un problema de gestión.
Tapia coincide con Vasco Duke, del Instituto de Análisis de la Universidad de Panamá, en que los expertos, en este caso físicos, biólogos, geógrafos y meteorólogos, proporcionan las estadísticas para que quienes gobiernan puedan elaborar políticas públicas que mejoren la calidad de vida de la población.
Como especialista en fallas activas y volcanes y en base a su experiencia como estudioso del subsuelo, hace algunos años se reunió con diversos alcaldes del país para explicarles la importancia de ordenar los territorios y que dentro de los planes de ordenamiento territorial se incluyera la gestión de riesgo (análisis de las posibles amenazas naturales, sociales y estimar el su costo económico), pero solo dos alcaldes implementaron la sugerencia en su administración.