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Uno de los agravios más terribles que produjo la pandemia del COVID-19, fue la interrupción de la educación presencial. A partir de ese momento, quedaron vívidamente evidenciadas las persistentes carencias del sistema educativo.
Pese a que el Estado trató de enfrentar la inesperada situación a través de plataformas virtuales, no se pudo ofrecer una cobertura que garantizara que el proceso educativo se desarrollase con normalidad.
Muchos niños y adolescentes, no tenían acceso al internet ni a los equipos para poder conectarse con los cursos virtuales. Esa cruel realidad, mantiene los presupuestos de la desigualdad y evita que le ganemos el combate a la pobreza.
Desde hace muchos años, el Consejo Nacional de la Empresa Privada ha impulsado todos los esfuerzos por mejorar la educación como única forma para lograr el ascenso social y construir un mejor país. Según estudios, los países más prósperos, son los que promueven de manera persistente, políticas educativas y culturales vigorosas.
Queda claro que la educación debe conectarse con las necesidades productivas de la nación y con el desarrollo de la ciencia y la tecnología.
El deterioro del sistema educativo público y el inexplicable acoso contra la educación particular, constituyen la fórmula siniestra que sostiene las estructuras populistas y prebendarias.
Sin personas bien educadas será imposible atraer inversiones, desarrollar nuevos modelos de negocios y fortalecer nuestra estructura institucional.
Además, está lamentable situación produce el incremento del desempleo juvenil y las condiciones que mantienen el círculo vicioso de la pobreza.
Luego de dos meses de la apertura de las aulas de clase, es importante que se haga un análisis de los efectos de la pandemia en la educación. No podemos ni debemos engañarnos. Un estudiante que es promovido de un año a otro, sin lograr los conocimientos que debe tener, sólo le espera un futuro incierto.
Por otro lado, es importante que tengamos un plan eficiente que logre la reparación y mantenimiento de todas las instalaciones escolares y que se termine de una vez por todas con las llamadas escuelas ranchos.
El mundo de hoy está atado al desarrollo constante de las nuevas tecnologías, lo que altera el mapa de las profesiones y oficios que se requerirán en el futuro. No podemos seguir educando para actividades que van a desaparecer o formando en competencias que no atienden a las nuevos requerimientos y exigencias del mercado laboral.
No bajemos la guardia en el tema de la educación si de verdad deseamos que la igualdad sea para todos.