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- 11/09/2021 00:00
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Álvaro Uribe Díaz, durante su niñez, vivió en Colombia, Brasil y Guatemala, donde inició sus estudios de Arquitectura. Llegó a Panamá en 1973 y terminó sus estudios en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Panamá. En 1977 se integró a la Facultad, como profesor asistente en los cursos de Jorge R. Riba y comenzó a recabar mapas, fotografías aéreas, otra documentación y realizar entrevistas sobre ciudad de Panamá y su desarrollo.
Cerca de 1977 o 78 se involucró en un proyecto internacional del Consejo Superior Universitario Centroamericano (Csuca), a través de un acuerdo entre rectores de universidades, y también instituciones de distintos países. Buscaban comparar, en términos relativos, lo que ocurría en las capitales de la región. La investigación tenía varias líneas, entre ellas el tema urbano. Como en esa época se vivía un proceso importante en el que mucha de la población mundial y centroamericana pasaba de vivir en entornos rurales a espacios urbanos. Esto impactaba sobre distintos aspectos de la vida en Centroamérica, haciéndolo un tema importante que abordar. La sede era en San José, Costa Rica, y se reunían como una vez al año. La información que se obtenía en cada ciudad estudiada era muy dispareja y no era fácil homologar los datos para comparar. A los investigadores que eran también docentes, el trabajo les servía también para alimentar el contenido de sus cursos.
Mario Lungo, el conocido urbanista e investigador, fue un aliado formidable para la investigación y se ocupó de ubicar, en los distintos países, investigadores que estuvieran ocupándose del tema. Para Álvaro, haberse encargado del tema en Panamá fue lo que dio foco a los esfuerzos que venía haciendo, recolectando intuitivamente distinto material. A través de Lungo, empezó a analizar la base económica en su relación con el crecimiento y la forma de la ciudad; y su influencia sobre la transformación de la sociedad.
También lo ayudó colaborar con Leonel Méndez Dávila, un arquitecto que, a la sazón era profesor en la Facultad de Economía y consultor para la Organización de las Naciones Unidas, entre ambos desarrollaban un estudio sobre la renta del suelo urbano, con una metodología que normalmente se había aplicado para tierras rurales.
Uribe había comenzado a hacer vuelos en helicóptero desde 1982, para ver y fotografiar las zonas donde había proyectos de urbanización o autoconstrucción. Quería saber cómo crecía la ciudad, y había hecho varios mapas a mano: “Usé los mapas de 1944, 1960 y 1980, mapas muy sencillos, veía los patrones de expansión”, relata. En 1983 Uribe y Méndez enviaron una ponencia libre a un congreso, sobre tierra urbana en México, donde fue aceptada y publicada. En 1985 se presentó la oportunidad para Uribe de continuar la investigación, en el marco de una maestría en Ordenamiento Territorial, en la Universidad de París. Como el tema de la renta del suelo era tan amplio, terminó ocupándose de analizar la influencia de la estructura de la propiedad raíz sobre la forma de la ciudad. Es decir, cómo la forma de las antiguas grandes fincas agrícolas, tuvo influencia sobre el desarrollo urbano. En París logró avanzar aún más y obtener retroalimentación de expertos y profesionales de otros contextos y puntos de vista. Así, se iba enfocando el tema de estudio que luego publicaría.
Los trabajos con el Csuca y Lungo continuaban y se realizaban anualmente simposios, en las distintas ciudades capitales de Centroamérica, donde se exponían los avances de las distintas investigaciones. Como todas las otras investigadoras locales eran mujeres, se llamaban entre sí 'las hijas de Mario', nombre que hasta ahora mantienen en un grupo de contactos.
Entró el año 1989, en medio de una crisis política y económica para el país. Se habían sucedido cuatro presidentes distintos desde las elecciones cinco años antes. Había un embargo económico y a falta de papel moneda circulantes, las instituciones públicas pagaban con cheques fraccionados, para que los funcionarios pudieran cambiarlos en distintos comercios al hacer sus compras.
Un año a todas luces nefasto. Álvaro estaba trabajando para el Instituto de Estudios Nacionales (IDEN).
En febrero de ese año, el Centro de Estudios Latinoamericanos Justo Arosemena (CELA) publicó La ciudad fragmentada con presentación del sociólogo Marco A. Gandásegui y portada de Ricardo Jaime. El libro es un análisis de la forma, estructura y dinámicas de desarrollo de nuestra ciudad en términos cuantitativos y cualitativos, con importantes componentes de aportes en forma de mapas y análisis de las fuerzas sociales y económicas que encausan nuestros procesos de construcción de ciudad. Cuenta con tres secciones: a) el conjunto urbano central y la zona de tránsito; b) la aglomeración original; y c) la ciudad fragmentada.
La ciudad fragmentada recoge distintas líneas, todas orientadas a analizar la relación entre las condicionantes económicas, sociales, históricas, geopolíticas y como inciden en los procesos de construcción de ciudad y en la forma resultante de la ciudad. Una de las conclusiones que menciona Uribe al conversar es cómo el problema principal en nuestra sociedad es la desigualdad y esta se manifiesta en la informalidad, desarrollos que luego se asimilan al tejido urbano y social, al considerarlos 'situaciones de hecho'.
Lo que le resultó más novedoso, al propio autor del libro, fue el mapa 'Principales fincas urbanas 1914 – 1944' que, en sus palabras, muestra como el tema de la estructura de la propiedad raíz, en manos de pocas familias, se asocia a fuerzas políticas y sociales, que se habían descrito en la literatura, pero sin mostrar una evidencia como esa.
Los mapas: 'Ciudad de Panamá: La expansión restringida' y 'El espacio estrangulado', tienen importancia particular. Se destacan por una mirada original, a partir de información que había existido por más de 80 años.
El libro explica temas y capítulos cruciales en nuestra historia urbana y muchas dinámicas que siguen vigentes. En distintos trabajos me he referido también a 'Los asentamientos originales'; y, de manera importante también a la secuencia de mapas de evolución de la mancha urbana entre 1944, 1960 y 1980, acompañados por cifras de superficie en hectáreas y datos de población para cada año.
Las descripciones del caso de Boca la Caja y la finca Paitilla, así como de los patrones de desarrollo formal, impulsados por asentamientos informales, son también importantes aportes del texto.
Este libro es parte de un proyecto de vida y una curiosidad activa por indagar el urbanismo; es producto de un intelecto políglota y multicultural..
La ciudad fragmentada se inserta en el marco de otros proyectos similares sobre capitales centroamericanas que continúan en diversa medida y que deben trascender. Es un libro que vale la pena re-editar y reimprimir, más allá de los esfuerzos de su autor por actualizarlo.