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- 10/10/2021 00:00
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Con la sensación de un déjà vu, nos llega otro tráiler de Hollywood (o Washington): La Caja de Pandora. Invitamos al lector a nuestra conferencia de hace cinco años (2016): “Papeles de Panamá: la conspiración”, en la que describimos cómo la CIA armó el entramado de los “Panamá Papers”, interviniendo en la oficina de Mossack-Fonseca y valiéndose del Consorcio Internacional de Periodistas Investigativos (CIPI, o ICIJ en inglés) (Julio Yao “Panamá Papers: una conspiración occidental I, II y III”, La Estrella de Panamá, 13 de septiembre de 2017).
El ICIJ, financiado por George Soros –el de las “revoluciones rosa”–, Rockefeller y la AID, jamás ha criticado a EUA, a sus aliados anglosajones ni a sus paraísos fiscales. No en vano ha dicho Dmitri Peskov, portavoz presidencial de Rusia, que, en la Caja de Pandora “falta la laguna fiscal offshore más grande del mundo”, en referencia a EUA, pues en esa laguna nadan los peces más gordos del planeta y que, como criaturas de las profundidades, no resisten la luz del sol.
Pandora iguala en 11/12 millones la cantidad de documentos sustraídos por la CIA a Mossack-Fonseca en 2016. Pero si los periodistas del ICIJ eran 190, Pandora recluta ahora a 600, aunque nadie podrá ver ni oler de lejos siquiera tales documentos, que requerirá una montaña de idiotez para creérselos a pie juntillas.
Combatir la corrupción es un deber, pero ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio es un engaño, una estafa a la sociedad. La falsa lucha contra la corrupción se convierte en sanciones unilaterales, delitos de lesa humanidad prohibidos por la ONU, tal como la lista Clinton, la lista Engel de EUA contra Centroamérica y los multicolores “gafiosos” que nos acusan sin derecho a apelación.
El expresidente Ernesto Pérez Balladares (1995-1999) autorizó la primera Oficina Comercial de la República Popular China para disgusto de Taiwán y EUA. A través de su canciller Jorge E. Ritter, EPB negoció con John Negroponte un Centro Multinacional Antinarcóticos (CMA) que los panameños rechazamos: dos imperdonables delitos para Washington.
El expresidente Ricardo Martinelli (2009-2013) no debería tener dificultades con EUA, ya que le hizo importantes favores. El 15 de julio de 2013, Martinelli impidió que un barco auxiliar de la RPD de Corea cruzara el Canal. El barco, proveniente de Cuba, fue detenido por EUA en alta mar, en franca violación del Convenio del Mar (Convemar) de la ONU y en clara violación del Tratado de Neutralidad que obliga a otorgar un tránsito expedito a las naves auxiliares de todo Estado, como lo era el “Chong Chon Gang”. Las sanciones de la ONU a Norcorea sobre armas no podían ser invocadas para contradecir la neutralidad del Canal, que tradicionalmente era transitado por dicha nave.
Martinelli lo confesó: “Cuando la CIA pidió que yo detuviera un barco norcoreano proveniente de Cuba, no pestañeé”.
Martinelli huyó a EUA, pero fue extraditado a Panamá, donde enfrenta cargos por sobornos de Odebrecht, mismos que tienen a sus dos hijos en Guatemala a punto de ser extraditados a EUA.
Como dijo el cónsul Escipión: “Roma no paga a traidores”. Pero la nueva Roma no aclaró a qué traidores se refiere, mas lo que salta a la vista es que Washington es un malagradecido en grado sumo (Julio Yao, “Un presidente al servicio de la CIA”, Red Voltaire, 18 de mayo de 2018).
El expresidente Juan Carlos Varela hizo contactos con China cuando era vicepresidente y canciller de Martinelli. Pero fue su decisión de establecer relaciones con China el 13 de junio de 2017, sin el consentimiento del embajador o procónsul de EUA, John Feeley, lo que le valió una fulminante condena de Roma, perdón, de Washington.
Taiwán quemó la bandera de Panamá tanto aquí como en Taipei, y aún esperamos sus disculpas (Julio Yao, “Pienso que EUA puede intentar una suerte de golpe blando en Panamá”, Sputnik, China, Panamá y la Geopolítica, Editora Chen, 2021, págs. 154-156).
Desde entonces han pasado por Panamá manadas de altos funcionarios militares y civiles de EUA que han ofendido y calumniado a China y han presionado al gobierno de Laurentino Cortizo (2019-2023) para enfriar las relaciones panameño-chinas y frustrar proyectos importantes para Panamá.
A Varela lo tienen subiendo y bajando escaleras de despachos judiciales, mientras Washington le arranca toda clase de concesiones monopólicas e inconstitucionales a Panamá. ¿Es o no este un golpe blando, una forma del lawfare?
Sorprende la ausencia de tres presidentes. La Caja de Pandora no cita ni a la expresidenta Mireya Moscoso (1999-2004) ni al expresidente Martín Torrijos (2005-2009), como tampoco al presidente Laurentino Cortizo (2018-2023).
La primera debió ser investigada por decenas de millones de dólares donados por Taiwán y depositados en cuentas offshore en Bélgica. La expresidenta le dispensó grandes favores a Washington: permitió la remilitarización estadounidense y la libre entrada a Panamá de sus fuerzas militares a contrapelo del Tratado de Neutralidad. Lo que para nosotros es traición nacional, para EUA es incienso a su altar. De ñapa, Moscoso indultó ilegalmente al terrorista confeso Luis Posada Carriles, un consentido de Washington, a petición del general Colin Powell, por lo cual la comunidad “cubano-americana” le regaló a Moscoso un Cadillac de lujo blindado. Roma no paga a quienes le traicionan, pero sí premia a sus leales servidores.
El expresidente Martín Torrijos se hizo amigo del asesino de su padre, George Bush y, por indicaciones de este, decidió no abrir relaciones con China Popular. Bush estaba de incógnito en viaje de pesca en bahía Piñas, provincia de Darién, y le acompañaba su canciller, Samuel Lewis Navarro, testigo del vergonzoso veto imperial.
Durante el período de Torrijos, el 5 de diciembre de 2008, el destructor “Almirante Chabanenko”, buque insignia de la flota del Mar del Norte de Rusia que realizaba visita a la región, se disponía a cruzar el Canal. Era la primera vez en 60 años que llegaría una nave de guerra de la URSS o de Rusia a la vía interoceánica. Sin embargo, al llegar a su puerto de atraque, encontró que una nave de guerra de EUA ocupaba su lugar, por lo que el “Chabanenko” debió perder muchas horas en el Pacífico, con grave trastrocamiento de su agenda.
Esta era una segunda violación del Tratado de Neutralidad, que obliga a no obstaculizar el tránsito. Torrijos, como es usual, ni se enteró, pues para eso está el asesor estadounidense en la Presidencia de la República.
¿Y qué decir del presidente Cortizo? Su canciller, Erika Mouynes, dijo en Washington a fines de septiembre que Panamá aspira a ser el “socio estratégico más importante de EUA en la región”. El señor Daleep Singh, viceconsejero de Seguridad Nacional de EUA, en gira por Panamá, Colombia y Ecuador, acaba de dar su consentimiento al afirmar que, en efecto, “Panamá es el socio estratégico más importante de EUA en la región”.
Muy bien, gracias, pero ¿qué hacemos entonces con la neutralidad de Panamá y el Canal?
El autor es analista internacional y exasesor de política exterior de la República de Panamá
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